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Románico: ciudades, catedrales y monasterios
III. Las iglesias y las peregrinaciones: la arquitectura
         
 
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  III. PEREGRINACIONES  
Las rutas
La arquitectura
Edificios esculpidos
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  GLOSARIO  
 

FIGURA 1: Le Puy

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       Desde finales del siglo XI y a lo largo del siglo XII, el Camino de Santiago provocó un anhelo de construir que permitió un importante despliegue arquitectónico. Monasterios, abadías, basílicas y colegiatas aparecen a lo largo de la ruta del peregrino y manifiestan un románico de total madurez, magnificado por la nueva escultura que prolifera en los claustros y las fachadas.
     El gran fervor religioso de este periodo engendró construcciones grandiosas y, en ocasiones, muy ambiciosas. En la segunda mitad del siglo XII, la catedral de Le Puy [FIGURAS 1-2-3-4] se amplió en respuesta al culto mariano que no cesaba de crecer y que se concentraba en aquel lugar. Se añadieron dos tramos adicionales en el lado oeste de la nave central, elevados sobre un pórtico importante precedido por una escalera monumental que servía para salvar el desnivel del terreno. Este modelo arquitectónico se asemeja al de la abadía de San Michele della Chiusa, cerca de Avigliana, construida en la punta rocosa del Monte Pirchiriano, que además limita su implantación. A diferencia de Le Puy, el santuario se amplió hacia el este con el añadido de una cabecera que se apoyaba en una escalera monumental. También cabe mencionar, aunque en un período más tardío (a comienzos de la época gótica), la iglesia del Mont-Saint-Michel.
 
 

Le Puy

 
 

FIGURA 2

 

FIGURA 3

 

FIGURA 4

 
 
Le Puy
 
Le Puy
 
Le Puy
 
 

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SANTA FE DE CONQUES

FIGURA 5

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FIGURA 6

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FIGURA 7

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       En esta efervescencia arquitectónica, aparece una nueva tipología en los caminos que se dirigen a Santiago que parece haber influido en gran medida en las iglesias de San Martín de Tours, San Miguel de Limoges, Santa Fe de Conques [FIGURA 5], San Saturnino de Tolusouse e, incluso, el santuario de Santiago de Compostela. A finales del siglo XI y principios del XII, muchas abadías, colegiatas y catedrales adoptaron un mismo modelo de planta, con tres o cinco naves y transepto, el cual disponía también de tres naves, cabecera con deambulatorio y capillas radiales. La fachada con sus altas torres cuadradas resulta imponente. La cabecera, por su parte, crea una relación de volúmenes muy matizada a la altura de la girola y las absidiolas radiales, cuya orientación contrasta con la de los ábsides añadidos a los brazos del transepto. La nave principal, mucho más alta que las laterales, está cubierta por una bóveda de cañón sobre arcos fajones, mientras que en las laterales, coronadas por amplias tribunas que se abren a la nave principal mediante arcadas, se imponen las bóvedas de arista. La luz entra a raudales no sólo gracias a las aberturas de las tribunas, sino también de las naves laterales.
     No resulta sencillo encontrar los orígenes de este estilo de basílica de peregrinación, pero se admite que Santa Fe de Conques [FIGURA 6] fue su punto de partida, aunque sea anterior a finales del siglo XI y que el nuevo modelo no se implante hasta 1120. Por otra parte, esta zona de Francia de clima riguroso y suelo poco fértil debe su salvación a la llegada del cuerpo de Santa Fe, fuente de gracias divinas y garantía de ingresos materiales. La abadía presenta todas las características propias de las iglesias de peregrinación, en especial las altas tribunas [FIGURA 7] que rematan los laterales de la nave principal, del transepto y del coro. No obstante, se establecen diferencias por las dimensiones reducidas de su planta [FIGURA 8]: la nave principal, muy corta y con dos naves laterales, sólo dispone de seis tramos, y el transepto, poco desarrollado, contrasta con los ejemplos evolucionados de santiago de Compostela y San Saturnino de Toulouse. Cuenta con naves laterales al este y al oeste, esta última más estrecha. La nave central, cubierta por una bóveda de cañón con amplios arcos fajones, está contrarrestada por las bóvedas de cuarto de esfera de las tribunas, las cuales poseen ventanales de medio punto. Las naves laterales están cubiertas de arista.
     La cúpula del crucero consta de ocho nervios y no se construyó hasta el siglo XIV, al igual que el campanario [FIGURA 9]. Los rasgos más originales se hallan, de todas formas, en la cabecera [FIGURA 10]. Dos absidiolas unidas y escalonadas se abren en cada uno de los brazos del transepto: una, muy desarrollada, se encuentra junto a una especie de hornacina abierta en el muro derecho. Este esquema recuerda el tipo de cabecera llamado «benedictina», que se caracteriza por un ábside axial aislado por absidiolas escalonadas. El coro incluye, sin embargo, un deambulatorio con tres capillas radiales, de las cuales la axial es más profunda que las otras. Este conjunto combina, pues, la planta benedictina con capillas escalonadas, abiertas al transepto, y la planta con girola y capillas radiales, aunque sean cinco capillas la cantidad que suela prevalecer en las iglesias de peregrinación. Para explicar esta conjunción hay que pensar en un cambio de los esquemas constructivos o en la existencia de dos estadios sucesivos, como en La Carité-sur-Loire, donde la planta benedictina primitiva se enriqueció con una amplia girola con capillas radiales. No obstante, esta última hipótesis se critica por la homogeneidad del material. El conjunto de la cabecera presenta, en efecto, sillares de piedra arenisca roja procedente de las canteras de Nauviale.
 
 

 

 
 

SANTA FE DE CONQUES

 
 

FIGURA 8

 

FIGURA 9

 

FIGURA 10

 
 
SANTA FE DE CONQUES
 
SANTA FE DE CONQUES
 
SANTA FE DE CONQUES
 
 

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FIG. 11: SAN SATURNINO

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       Las iglesias de San Saturnino de Toulouse [FIGURAS 11-12-13-14-15] y Santiago de Compostela, monumentos contemporáneos aunque no lo parezcan, debieron de tratarse de los primeros ejemplos de esta arquitectura de las peregrinaciones. La consagración de la cabecera de San Saturnino, en 1096, demuestra que en ese año ya estaba casi terminada y las obras de Santiago, empezadas en 1075, se encontraban en estado avanzado. Esta contemporaneidad transmitía al peregrino del siglo XII la sensación de no sentirse extraño entre Toulouse y Compostela.  
 

 

 
 

San Saturnino de Toulouse

 
 

FIGURA 12

 

FIG. 13

 

FIG. 14

 

FIG. 15

 
 
San Saturnino de Toulouse
       
 

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SANTIAGO DE COMPOSTELA

FIGURA 16

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FIGURA 17

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       La catedral de Santiago de Compostela se erigió en el mismo emplazamiento de la antigua iglesia de Antealtares, construida por Alfonso II. La planta simétrica y regular de la basílica [FIGURA 16] es idéntica a la de Santa Fe de Conques, como la mayoría de basílicas de peregrinación: con forma de cruz latina, la nave principal —precedida por un nártex y flanqueada por naves laterales— conduce a un transepto, abierto a cuatro capillas, y organiza el coro y el deambulatorio con cinco capillas radiales. La nave central está cubierta por una bóveda de cañón con arcos fajones y contrarrestada por las bóvedas de cuarto de cañón de las tribunas [FIGURA 17]. El amplio transepto está rodeado de naves laterales por tres lados. La cabecera consta de una gran capilla axial, de planta semicircular en su interior y cuadrada en el exterior. La novedad estriba en las tribunas altas y profundas, con grandes ventanas, que se comunican con la nave por medios de anchos vanos, divididos en dos por dobles columnas y encuadrados por un arco de descarga. El edificio recibe, pues, iluminación indirecta, a la que contribuyen las ventanas de las naves laterales. El antiguo cimborrio románico se sustituye por un cimborrio en el crucero. El conjunto se completa con las dos torres de la fachada y las que se elevan en los ángulos de la intersección del transepto y la nave.
     Las obras comenzaron hacia el año 1075, en la cabecera, y concretamente en la capilla axial, llamada capilla del salvador. Se interrumpieron en 1088 debido a desavenencias entre el obispo Diego Peláez y el cabildo, y se reanudaron en 1110 con el obispo Diego Gelmírez. Cinco años después, se concluyeron la cabecera, la girola y los brazos del transepto con sus dos absidiolas, y se consagraron ocho altares de la cabecera. El claustro, que no se ha conservado, se comenzó en 1124 con el arzobispo Gelmírez, y se volvió a reconstruir en el siglo XVI en estilo gótico. En 1112 ó 1124, la basílica estaba terminada. El arzobispo Pedro Muñiz la consagró en 1211.
 
 

 

       La iglesia de San Saturnino de Toulouse se ajusta en gran medida a la planta de Santiago, de la que sólo se distingue por la presencia de naves laterales dobles a la altura de la nave principal, aparte de un emplazamiento distinto de las torres de la fachada. Lo mismo sucede con la iglesia de San Martín de Tours, que por desgracia fue arrasada en 1798. Con todo, se conserva una torre de la fachada, llamada torre del Tesoro o torre del Reloj, y la del brazo norte del transepto llamada popularmente torre de Carlomagno. Las excavaciones muestran los cimientos de un deambulatorio con capillas radiales. Por otra parte, los trabajos del arqueólogo Charles Lelong han definido una nave central que se alzaba a más de 21 m. de altura, semejante a la de San Saturnino de Toulouse, que alcanza 21,10 m., y a la de santiago de Compostela, de 22 m. Los grandes arcos, en cambio, se elevaban hasta una altura de 10,80 m., mientras que los de San Saturnino y Santiago no llegaban a 9,50 m. La iglesia de San Marcial de Limoges corrió la misma suerte que San Martín de Tours, y sólo la conocemos por planos anteriores a su demolición y por una sección del transepto y otra longitudinal del conjunto del edificio. Debió diferenciarse del resto de iglesias de peregrinación por la presencia de un campanario en el centro de la fachada occidental. La nave poseía la misma longitud que la de Santiago y contaba también con dos naves laterales.
     Las importantes proporciones de estos edificios respondían a las necesidades de la gran multitud que se congregaba (la basílica de Compostela mide 97 m.); esta afluencia, unida al culto de las reliquias, llevó a multiplicar los altares de las capillas de la cabecera y a establecer circuitos precisos en el interior del edificio: los fieles recorrían las naves laterales y la girola por las naves del transepto; como entraban por un lado y salían por el otro, la circulación era fluida. Esta fórmula también facilitaba que las diferentes actividades litúrgicas de la comunidad monástica se desarrollaran con tranquilidad, pese a la aglomeración de fieles.
 

 

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