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II. Historia de Irán
II. Historia de Irán: de la prehistoria a la época meda
II. Historia de Irán: de los aqueménidas al Islam
El imperio aqueménida desde Ciro el Grande hasta Darío III (550-330 a.C.)
Persia en tiempos de Alejandro y los seléucidas (330-140 a.C.)
Los partos desde Arsaces I hasta Artabanos IV (247 a.C.-224 d.C.)
Los sasánidas desde Ardashir I hasta Yezdigerdes III (224-651 a.C.)
Irán durante los primeros siglos de dominación musulmana
Bibliografía
 
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  II. Historia de Irán: de los aqueménidas al Islam  

El imperio aqueménida desde Ciro el Grande hasta Darío III (550-330 a.C.)

             
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El territorio originario del imperio persa era una región situada al sudoeste de Irán: «Parsa» en persa antiguo («Persis» en griego), nombre acuñado por los persas, que se sentían especialmente vinculados a este territorio. Sin embargo, al igual que los medos —emparentados lingüísticamente con los persas—, no son originarios de Irán occidental. Los persas son un pueblo emigrante más, cuya etnogénesis, estilo de vida, períodos y rutas de migración, resultan aún poco claros debido a la escasez de testimonios.

Las primeras informaciones de que disponemos datan del siglo VII a.C., cuando se establecen las primeras estructuras políticas independientes regidas por dinastías persas, fenómeno que se produce cuando Elam ve amenazada su propia existencia por los asirios en Persia —cuya ciudad principal era Anshan— que durante largo tiempo habían permanecido bajo la dominación elamita. El hecho de que en los años treinta del siglo VI a.C. Ciro el Grande se hiciera llamar «rey de Anshan», igual que sus antepasados, constituye una prueba de la importancia que los persas otorgaban a las tradiciones elamitas.

Los informes de campaña asirios dan cuenta de la aparición de los medos en el noroeste de Irán hacia la segunda mitad del siglo VIII a.C., así como de muchos otros pueblos procedentes de los Zagros y de las zonas orientales limítrofes, pero no hay mención alguna de los persas. De los medos se sabe que un grupo quedó bajo el dominio de Assur, mientras que otro grupo se estableció en la región de Ecbatana (Hamadán) y consigue, no sin dificultad, permanecer fuera de las fronteras del reino asirio. Los asirios describen a ambos grupos de medos como organizados en pequeños grupos tribales, sin configurar una potencia meda unida militarmente hasta finales del siglo VII a.C., cuando un «gobernante» denominado Ciaxares, aliado con los babilonios, saquea las ciudades asirias de Assur, Nínive y Harran y amplía las fronteras de influencia meda hasta el río Halys, en Asia Menor. Todavía se discute si en esta fase ya se puede considerar la existencia de un reino medo fuerte y unido que hubiera servido de ejemplo a los persas, o si realmente se trataba de poco más que una federación de tribus medas hasta el momento en que se produce la victoria de Ciro sobre Astiages, hijo de Ciaxares. En todo caso, y en contra de la posterior interpretación griega, parece poco probable que los victoriosos persas hubieran estado nunca sometidos a los medos.

A principios de los años cincuenta del siglo VI, un hombre de «Parsa» (Fars) llamado a reescribir la historia de todo Oriente Próximo sucede a su padre en el trono: se llama Ciro, el «rey de Anshan». Se reclama descendiente de Teispes —que durante cierto tiempo había controlado Persia (¿o tal vez sólo una parte cuyo centro era Anshan?)— y consigue conquistar la región de Susa. Fortalecido por esta victoria, se enfrenta a Astiages (550 a.C.) y de nuevo sale victorioso, esta vez con ayuda de las propias unidades medas que se rebelan contra su comandante en jefe y lo entregan a Ciro. Se apodera de Ecbatana, capital de los medos, consiguiendo suntuosos botines que hace llevar a Anshan.

Tras la victoria de Ciro sobre los medos, Creso, rey de Lidia, cree poder trazar de nuevo el mapa político de Anatolia y, subestimando peligrosamente las fuerzas de los persas y sobrevalorando las propias, se lanza a la ocupación de Capadocia (años 40 del siglo VI a.C.). No obtiene el éxito esperado en la batalla y se retira a sus cuarteles de invierno en Lidia para preparar una segunda marcha militar con ayuda de sus aliados de Babilonia, Egipto y Esparta. Pero Ciro hace fracasar los planes de Creso: en lugar de licenciar a su ejército, se lanza en persecución de los lidios e incita a los súbditos griegos de Creso a derrocar a su jefe. Aunque los griegos mantienen su lealtad hacia Creso, éste pronto se ve sitiado en su capital, Sardes. Tras un cerco de dos semanas -que se ha podido constatar mediante los hallazgos arqueológicos— la ciudad cae en manos de los persas. Creso halla la muerte en el combate, pero sobrevivirá en una parte de la tradición griega, que dibujará un retrato mitológico de la catástrofe (Baquílides) y otro más racional (Herodoto), dando lugar al mito de Ciro como el «vencedor generoso».
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