Rebajas de verano

Atrás queda el verano y los niños regresan a las escuelas después de tres interminables meses de vacaciones. Quienes tengan hijos que hayan empezado P-3 o hayan cambiado de colegio acaso recuerden el periodo de preinscripción y en especial el impreso que rellenaron con mano temblorosa ante el riesgo de no obtener plaza en el centro educativo deseado. Si alguien conserva las instrucciones que acompañaban al impreso en cuestión, todavía podrá leer una nota que pronto será historia: de acuerdo con la ley de política lingüística, "los niños tienen derecho a recibir la educación infantil y el primer ciclo de educación primaria en su lengua habitual" (léase, castellano). ¿Historia? Sí. El pasado 14 de agosto, en plena temporada de rebajas, el conseller Ernest Maragall presentó finalmente ante el Parlament el proyecto de ley de educación de Catalunya, que justo empieza su andadura parlamentaria. Si hasta ahora, al menos sobre el papel, se podía solicitar la educación en lengua castellana desde P-3 hasta segundo de primaria (es decir, durante cinco años), la futura LEC limita esa posibilidad a P-3 o a primero de primaria (es decir, durante un año y basta).

¿Por qué esta rebaja tan drástica en el ejercicio del derecho a recibir la primera enseñanza en castellano? Buena pregunta. Pero a lo mejor la pregunta no hay que hacérsela a Ernest Maragall, sino a Joan Puigcercós, que ahora mismo no está en el Govern, pero sin duda influye en sus decisiones. Joan Puigcercós y otros dirigentes de su partido encarnan de modo excelente la respuesta más inteligente que se ha dado desde Catalunya al Manifiesto por la Lengua Común impulsado por El Mundo. Si Fernando Savater y demás expresan reservas (por utilizar un término suave) sobre la posición que ocupa el castellano en el sistema educativo de Catalunya, lo que hay que hacer no es examinar la posible razonabilidad de las reservas, sino debilitar abiertamente esa presencia, en este caso reduciendo (sin justificación conocida) las posibilidades de solicitar la enseñanza en lengua castellana. Es decir, añadiendo más leña a un fuego que es fácil encender, pero que luego cuesta mucho sofocar, si no es que acaba abrasándonos a todos. Y las posibilidades de rectificación del apartado lingüístico de la futura LEC en el trámite parlamentario son escasas: con rostro sombrío, la portavoz de ERC en el Parlament, Anna Simó, lo dejó muy claro en su rueda de prensa del día 17: "No dejaremos que se modifique el título lingüístico".

Ahora bien, la rebaja impuesta por Puigcercós a Maragall no es nada comparado con lo que otros miembros de ERC han llegado a sugerir este verano. En el marco de la Universitat Catalana d'Estiu, donde impartía el curso Planificación lingüística y diversidad de la Unión Europea, Bernat Joan insinuó que ni siquiera sería necesaria la asignatura de lengua castellana en las escuelas. "Aunque no se enseñara en el sistema educativo de Catalunya, la gente sabría castellano por pura inmersión en el medio". En otras palabras, no hacen falta tres horas de castellano, como exige el ministerio, ni dos, como defiende la Generalitat: con cero horas basta, porque el castellano ya se aprende en la calle. El mismo Bernat Joan reconoció que suprimir la asignatura de castellano tiene un pequeño problema, y es que el castellano (aún) es una lengua oficial.

Pero el verdadero problema de la propuesta de Joan no es ese sino otro. Por un lado, sugerir que un sistema educativo debería prescindir de la enseñanza formal de una lengua porque esta ya se aprende en la calle se aproxima bastante a lo que, con todos los respetos y el diccionario en la mano, podríamos definir como una solemne sandez. ¿Alguien se imagina a Ìorgeráur Katrín Gunnarsdóttir, ministra de Educación de Islandia (por poner un caso de país lo más monolingüe posible), sugiriendo que no es necesario enseñar islandés en las escuelas con el argumento de que la lengua se aprende "por pura inmersión en el medio"? Por otro lado, el problema es que Joan no es un miembro de ERC cualquiera, sino un "alto cargo" de la Generalitat, como explica la web de su propio partido, y no un alto cargo cualquiera, sino nada más y nada menos que el secretario de Política Lingüística: es decir, el encargado de hacer cumplir la ley que, a fecha de hoy, todavía reconoce no solo la obligación de enseñar castellano a todos los escolares, sino también la posibilidad de solicitar la enseñanza en castellano desde P-3 hasta segundo de primaria.

Bernat Joan siempre podría escudarse en la libertad de expresión diciendo que acudió a Prada a título personal. No... En el programa del curso, Joan no figura como doctor en Filología Catalana, sino como secretario de Política Lingüística. En el temario, por cierto, figura un punto interesante: La política lingüística catalana com a referent europeu. ¿Qué referente vamos a ser para el comisario europeo de Multilingüismo, Leonard Orban, si todo lo que pensamos ofrecer es un sistema educativo tan monolingüe como cualquier otro? Con profesores como Joan, no es extraño que las universidades catalanas prefieran mantener las distancias con una Universitat Catalana d'Estiu que lastra su valor académico con una carga política que algún futuro equipo rector debería tener la valentía de sacudirse.

Albert Branchadell, profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB.