El reto de Bolonia

Quienes deambulamos por recintos universitarios hemos comprobado como la asistencia a clase, especialmente en los centros cuyas enseñanzas no requieren laboratorios, es reducida. En aulas donde se imparten asignaturas troncales, que por ello tienen cerca de un centenar de matriculados, solo una veintena acuden habitualmente a escuchar las explicaciones del profesor. Las estadísticas recopiladas por los correspondientes servicios permiten comprobar cómo solo una fracción alejada de la totalidad que debería teóricamente hacerlo se presenta a los exámenes en muchas asignaturas. Dos evidencias de que nuestras universidades tradicionales han pasado a ser, en buena medida, como esos automóviles que tanto usan la gasolina como la electricidad para su tracción, híbridas. Aunque legalmente son presenciales, buena parte de su alumnado pretende seguir una enseñanza a distancia.

¿Cuáles son las causas de este fenómeno que además va al alza? A bote pronto la respuesta es que muchos estudiantes compaginan trabajo y estudio. ¿Todos por necesidad? No es seguro que la respuesta sea unívoca. Hay datos que demuestran que en el primer año de la carrera la fracción de los matriculados que trabajan es más reducida que en los años sucesivos. Podría ser que cuando comprueban que la dedicación precisa para seguir los estudios y superar los exámenes es limitada, los hay que deciden buscarse un trabajo pues nunca están de más unos ingresos suplementarios. En las ingenierías superiores, cuyo estudio suele ser muy exigente en dedicación, son muy escasos quienes simultanean los estudios con una ocupación externa. Muchas de estas academias privadas a las que acuden no pocos aspirantes a ingeniero para remachar y consolidar lo que les han enseñado en las aulas públicas abren sus puertas incluso en días festivos para seguir con las clases de refuerzo que imparten. Otrosí. Son varios los centros universitarios que ofrecen la posibilidad de cursar dos titulaciones simultáneamente, como por ejemplo licenciaturas en Derecho y en Administración y Dirección de Empresas, lo que indica que la carga de trabajo de una de ellas es liviana, cuando menos para un estudiante diligente que puede simultanear dos carreras.

En resumen, Bolonia implica, entre otras cosas, un cambio de modelo pedagógico. En términos esquemáticos se pretende recuperar el carácter presencial de las universidades de corte tradicional, aumentar el grado de exigencia e implicar a los estudiantes en su proceso formativo mediante una continua interacción entre los docentes y los discentes, y un uso frecuente de las instalaciones como bibliotecas y hemerotecas por parte de estos últimos. Los estudiantes han de dejar de ser el sujeto pasivo en unas clases magistrales a la espera del examen final. Los profesores han de seguir de manera continua su progreso a través de la discusión de los trabajos que elaborarán para poder asegurar el buen fin de sus enseñanzas. Por lo tanto, de tomarse en serio Bolonia, la Universidad española deberá cambiar radicalmente la orientación que ha seguido en los últimos tiempos. No se trata solo de reformar los planes de estudio y el abanico de titulaciones, sino de algo más profundo y seguramente también más complicado.

¿Se conseguirá que todos estos estudiantes que hoy en día apenas pisan la universidad si no es para examinarse, estos estudiantes que años ha se hubieran calificado de libres, cambien de comportamiento y abandonen o cuando menos reduzcan sensiblemente sus compromisos laborales? Difícilmente podrán hacerlo aquellos que realmente precisan de unos ingresos apreciables para su supervivencia, a no ser que se les concedan becas, a fondo perdido o parcialmente recuperables, sustanciosas a cambio de exigirles dedicación y rendimiento. Quienes no quisieran o no pudieran cambiar sus hábitos deberían reconducirse hacia las universidades a distancia, que ya disponen del know-how preciso para una enseñanza no presencial. No se trata de forzar nada, sino simplemente de que los propios interesados, aquellos que no han querido solicitar o conseguir una beca, después de comprobar que no pueden cumplir con los compromisos que el modelo Bolonia impone a los discentes y docentes en las universidades presenciales, opten por la vía, interesante, que las tecnologías informáticas han abierto a una nueva modalidad pedagógica.

Por lo tanto, las autoridades competentes deberían tomar las medidas oportunas para ser fieles a las directrices del Espacio Europeo de Enseñanza Superior. Primero, dotar generosamente el presupuesto destinado a ayudas y becas para que los estudiantes puedan serlo a cuerpo entero. Segundo, fortalecer las universidades a distancia para que puedan acoger a todos quienes, por una u otra razón, no tienen acogida en las de corte tradicional. Pero es esencial no caer en una tentación que desvirtuaría el objetivo perseguido. En modo alguno puede pretenderse que los profesores, después de haber dedicado largas horas a atender a los estudiantes presenciales y corregir los muchos trabajos que presentarán, prolonguen su jornada laboral dedicándose a navegar por internet para atender a quienes no pudieron acudir a sus clases. Los coches híbridos son sin duda un adelanto en la lucha contra la contaminación. Pero no creo que las universidades híbridas signifiquen un progreso en nuestro sistema de educación superior. Sería dar un paso atrás en la dirección que la LRU en su día ya quiso infructuosamente imponer.

Antoni Serra Ramoneda, presidente de Tribuna Barcelona.