Europa y Oriente Medio

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha propuesto la celebración de una conferencia internacional que permita poner las bases para una paz duradera en Oriente Medio. Desea que tenga lugar en París, lo que constituiría para él una gran victoria diplomática. Falta saber si israelíes, palestinos y estadounidenses están dispuestos a acudir. Nicolas Sarkozy pretende a un tiempo seguir privilegiando su presencia internacional haciendo a la vez política interior, ya que Francia cuenta a un tiempo con la mayor comunidad judía y con la mayor comunidad musulmana en Europa.

Todos son conscientes de que la tregua entre Israel y Hamas, por bienvenida que haya sido, es frágil. A falta de concluir un acuerdo de paz verdadero, en cualquier momento pueden volver - y de hecho ya han vuelto-los lanzamientos de cohetes y los bombardeos aéreos para desgracia de las poblaciones y felicidad de los extremistas de ambos bandos. Europa, primer socio comercial de Israel y primer contribuyente de ayuda a los palestinos, no carece de argumentos. Dispone de los medios para desempeñar un papel estratégico y político más importante en la región si se desembaraza de sus ataduras y no se contenta con ser un cajero. Porque, en este momento, hay una gran diferencia entre la importancia económica de Europa y su escaso peso político.

¿Puede acoger París una conferencia histórica que desemboque en una paz tan esperada? ¿O puede ser simplemente el anfitrión de una conferencia sobre la ayuda para la reconstrucción de Gaza? Esta reconstrucción, sin un acuerdo de paz verdadero, no sería más que provisional, puesto que una reanudación de la violencia volvería a destruirlo todo. El comisario europeo Louis Michel ya ha indicado que los contribuyentes europeos están cansados de financiar infraestructuras para los palestinos destinadas a ser destruidas a continuación por el ejército israelí.

Y en la óptica de esta eventual conferencia aún subsisten otros problemas.

Europa y Francia deben hacer frente a la contradicción de rechazar negociar con Hamas hasta que este no reconozca oficialmente a Israel y renuncie a la violencia, mientras que al mismo tiempo Hamas controla Gaza e incluso ha reforzado su posición respecto a Al Fatah tras los bombardeos israelíes. Aun a riesgo de ser desagradable, el papel central de Hamas es una realidad que debe ser tomada en cuenta por unos y otros si realmente se quiere avanzar. Por ahora los intentos de dejarlo de lado creyendo que los palestinos iban a darle la espalda no han resultado, más bien al contrario. Nicolas Sarkozy deberá hacer un esfuerzo también con Turquía, cuya entrada en la Unión Europea rechaza por ahora. Ankara es uno de los pocos interlocutores que es a un tiempo escuchado por Israel y por Hamas. Es una incógnita también la naturaleza del gobierno que saldrá de las elecciones legislativas en Israel del 10 de febrero. ¿Estará dispuesto este nuevo gobierno a aceptar concesiones auténticas para lograr un acuerdo de paz? ¿Estarán dispuestos los europeos a ejercer presión si estas concesiones se demuestran insuficientes?

La elección de Obama y el nombramiento de George Mitchell, que se había destacado en el pasado por hablar con una franqueza a los dirigentes israelíes a la que los responsables estadounidenses no nos han tenido acostumbrados estos últimos ocho años, esaun tiempo una buena y una mala noticia para Sarkozy. La buena noticia es que por fin Estados Unidos dejará de ser el espectador pasivo de la destrucción del proceso de paz israelo-palestino. Obama, que parecía no querer hacer de este conflicto una prioridad, no ha tenido otra opción. Ante la importancia del desastre humano y estratégico después de los bombardeos de Gaza, ha tenido que comprometerse. La mala noticia es que si Estados Unidos se implica de verdad no será para desempeñar el papel de brillante segundo de una diplomacia europea dirigida por Francia.

Pero si finalmente europeos y estadounidenses, así como los países árabes, se ponen de acuerdo para hacer ver a los protagonistas israelíes y palestinos que la reciente guerra es la última que pueden aceptar y que hay que acabar con ella definitivamente, a reserva de no desestabilizar a los regímenes árabes moderados y facilitar el terreno a los islamistas radicales y al terrorismo, sería una victoria tan hermosa que merecería la pena y no importaría que tuviera varios padres.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.