Defensa y el comercio de 'armas pacíficas'

Parece que algunos jueces españoles han decidido perseguir al Estado de Israel por crímenes de guerra. Desde hace años, uno o dos magistrados se han hecho famosos por prestar más atención a los crímenes de otras naciones, como Argentina y Chile, que a los de España. ¿Buscan fama, dinero o ambas cosas? Uno se queda perplejo ante las posibles implicaciones legales que tendría el que los jueces de todo el mundo empezaran a perseguir a personas de otras naciones por crímenes reales o presuntos.

Pero la arrogancia moral no se limita sólo a los jueces. La ministra de Defensa española, Carme Chacón, declaraba recientemente en un periódico francés: «Soy una mujer pacifista y el Ejército también es pacifista». A diferencia, por supuesto, del Ejército israelí, del estadounidense o del francés, por citar tres ejemplos.Claro, estos ejércitos sí son capaces de cometer crímenes de guerra. Es por ello que algunos jueces en España se hallan tan ocupados persiguiendo crímenes en otras naciones.

¿Estarían también interesados en perseguir naciones que facilitan la venta de armas a Israel? Después de todo, estas armas posibilitan que éste cometa supuestos crímenes de guerra. ¿Y qué ocurre si el proveedor de armas resulta ser de su propio país: España? Hace sólo unos días, en el programa de TVE Tengo una pregunta para usted, un miembro del público le preguntó al presidente del Gobierno por las armas que España está vendiendo a Israel. Zapatero replicó, con semblante irritado, que «no se ha matado a ningún palestino con armas españolas». Es una respuesta que invita a una intensa reflexión.

¿Significa esto que si los israelíes compradores de las armas sabían que eran españolas, nunca las usarían para hacer daño a nadie? ¿O significa que las armas eran de tan pobre calidad que los israelíes preferirían no utilizarlas para luchar contra Hamas? ¿O significa que, ante lo inesperado de la pregunta, Zapatero no supo contestar con tino? La última respuesta parece la más razonable. Desconcertado por la pregunta, el presidente no sólo olvidó decir que los fusiles, pistolas, ametralladoras y silenciadores estaban entre las armas pacíficas vendidas a Israel, sino que también cifró equivocadamente el volumen de armas que se comercian con este país, que resulta ser cuatro veces lo que dijo en televisión.

El supuesto pacifismo de la ministra de Defensa, y la declaración del presidente del Gobierno de que las armas españolas son estrictamente pacíficas y no pueden causar daño, le animan a uno a observar con atención la cuestión de la venta de armas por España. Pocas veces nos damos cuenta de que éste es uno de los mayores proveedores de armas del mundo. Según el prestigioso Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), España es el octavo suministrador mundial de armas convencionales, tras EE UU, Rusia, Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido e Italia. El Gobierno permite estas exportaciones, negando (en 2007) sólo el 2% de licencias para exportar este tipo de material. La ministra, por supuesto, puede alegar que las ventas se realizan en pro de la paz. Tendría derecho a defender el aumento del comercio.

Según un informe que el Gobierno presentó en el Congreso en septiembre de 2008, la venta de armas creció por encima del 130% durante la primera legislatura de Zapatero, pasando de un valor de 400 millones de euros en 2004 a 933 millones de euros en 2007. Como otros países proveedores de armamento, los vendedores españoles buscan beneficios y no piensan en la inevitable pérdida de vidas.No se trata sólo de una cuestión de si las armas españolas matan palestinos, o incluso israelíes, sino de que se han vendido sin distinción a países que por supuesto las usan para matar.

En el pasado, Amnistía Internacional denunció al Gobierno español por vender armas a Sudán -pese a la prohibición de la Unión Europa de suministrar armamento a este país-. Según AI, alrededor del 40% de la exportación española se dirige a países implicados en conflictos regionales o que no respetan los derechos humanos, como China, Cuba e Irán. Se puede añadir que España ha vendido armas a algunos de los países más pobres del mundo, como Angola, o a países que destinan más recursos al gasto militar que al desarrollo humano, como Ecuador, Pakistán y Turquía.

Hace algún tiempo, EEUU criticó con fuerza el apoyo de Zapatero al régimen venezolano y la venta a Chávez de 12 aviones y ocho fragatas militares por valor de 1.700 millones de euros. Zapatero hizo una de sus frecuentes declaraciones surrealistas, aduciendo que la venta era una «operación comercial con armas pacíficas».Es de suponer que aviones de guerra y buques de guerra son materiales típicamente pacíficos y jamás se usarían para matar a personas.

La facilidad con que se mueven las armas en el mercado español, con el apoyo activo del Gobierno pacifista, ha permitido que personas como Monzer al-Kasar puedan actuar libremente. Al-Kasar, un sirio que ha residido durante largos periodos en España, fue arrestado aquí en 2007 y extraditado a Nueva York para ser procesado.Dedicó su carrera a exportar armas que pagaba con drogas. Por suerte, la Administración estadounidense se interesó en sus actividades.A la red de crimen y corrupción en España, hay que añadirle una creciente dedicación al comercio de armas. El pasado verano, un importante periódico pro socialista admitía que «las exportaciones españolas de material de Defensa no han cesado de crecer desde 2001, hasta multiplicarse por cuatro en sólo seis años y acercarse a la barrera psicológica de los mil millones de euros».

CUANDO los políticos empiezan a distorsionar el lenguaje, al estilo de la novela 1984 de Orwell, diciendo que su Ejército nacional es pacifista y no intenta dañar a nadie, o que sus armas son pacíficas y no pueden matar a personas, conviene tener muchísimo cuidado. Alguien está tratando de engañar al público. El engaño deliberado empeora cuando el Gobierno se esfuerza en aprobar una ley con el argumento de que el comercio de armas es perfectamente inofensivo, porque se realiza de una manera que no perjudica a nadie. El Congreso de los Diputados aprobó a finales de 2007 la Ley de Comercio de Armas, por la que se prohíbe la comercialización de material de defensa o de doble uso cuando existen indicios de que «puedan ser empleados en acciones que perturben la paz, la estabilidad o la seguridad, puedan exacerbar tensiones, o puedan ser utilizados de manera contraria al respeto debido y la dignidad inherente al ser humano». Gracias a esta preciosa ley, el comercio de armas ya no es una amenaza para nadie. Todos podemos participar en él sin preocupación alguna. La realidad, por supuesto, es que la ley no tiene fuerza legal en los países receptores de las armas españolas. El Gobierno sigue dando licencia para exportar armas, sabiendo que se usarán en conflictos y en la represión de los derechos humanos.

Una rendija de luz se cuela en esta oscuridad. La opinión pública, en forma de las continuas protestas de las ONG en España en contra de la política armamentística de Zapatero, ha conseguido por fin algo. Después de años repitiendo que él está en contra de las bombas de racimo, mientras al mismo tiempo condonaba su producción en España y su exportación, el presidente se ha rendido a la presión moral. Las bombas de racimo, admite, no son pacíficas.Es oportuno felicitar a la pacifista ministra de Defensa sobre el discurso quizá mas positivo que ha hecho desde que tomó el cargo, el que pronunció en diciembre de 2008 anunciando que a partir de junio de 2009 España dejaría de fabricar bombas de racimo y comprometiéndose a que la destrucción de las alrededor de 6.000 bombas de racimo y granadas existentes en los arsenales militares se complete antes de junio de este año.

Es el mayor avance que el actual Gobierno ha tomado en esta materia, después de años de vacilar. Sin embargo, como siempre, hay maneras de darle la vuelta al proceso. La semana pasada una agencia de noticias española pudo imprimir este titular: «Una empresa española oferta bombas racimo por internet». Pero ¿quién sabe?, tal vez haya bombas pacíficas.

Henry Kamen, historiador. Su último libro es Imagining Spain: Historical Myth & National Identity, Yale University Press, 2008.