Prueba de fuego en El Salvador

Como otros lugares de América Latina, El Salvador conjuga unos bellos lugares --como los abundantes volcanes y la costa del Pacífico-- con un cúmulo de maldiciones. Este país, el más pequeño de Centroamérica y el que tiene mayor densidad de población, con seis millones de habitantes, ha padecido numerosos infortunios. Algunos, procedentes de la naturaleza, como los devastadores terremotos de 1986 y el 2001, que (ese último año dos veces en un mes) asolaron muchas áreas del país que en 1998 ya había sufrido (aunque no con la intensidad de otros vecinos) el impacto del huracán Mitch. Por los seísmos, la capital es conocida como "valle de las hamacas".

Sin embargo, mayores desgracias provenían de la acción humana. Como en la colindante Guatemala, El Salvador sufrió una cruel guerra civil. Ya antes, la crisis económica y la gran violencia produjeron hechos como el asesinato de monseñor Romero, obispo conservador cuya progresiva conversión a la causa de los más pobres hizo que su voz profética fuera trágicamente callada para siempre cuando, en marzo de 1980, celebraba misa. Desde ese año hasta 1992 se alargó el fratricidio, que causó 75.000 muertos. Entre ellos, varios jesuitas y empleados de la Universidad Centroamericana, como Ignacio Ellacuría, iconos del compromiso evangélico con el pueblo. Los autores materiales fueron amnistiados, y entre quienes diseñaron y consintieron esos asesinatos en 1989 había altos dignatarios del país. Este enero, la Audiencia Nacional española se declaró competente para investigar estos crímenes. La acción del Ejército se duplicaba por los grupos paramilitares de los sanguinarios escuadrones de la muerte creados por D'Abuison, modelo de terror exportado a otros países, especialmente Guatemala. Por paradojas del destino, su hijo, diputado salvadoreño, sería asesinado hace dos años en este país, junto con otros dos compañeros, en circunstancias no aclaradas.

Tras los acuerdos de Paz de Chapultepec (México) en 1992 y la Comisión de la Verdad que emitiría su informe De la locura a la esperanza comenzaría una nueva etapa. Las reformas institucionales, la creación de organismos de derechos humanos como la Procuradoría o la amplísima reestructuración en una nueva policía (España prestaría especial colaboración) hicieron que la democracia se consolidase.

Ello no oculta el gran problema social (no exclusivo del país) de la profunda desigualdad en la distribución de la riqueza, con un injusto sistema tributario donde tiene gran peso la imposición indirecta (IVA) que pagan igual ricos y pobres, como sucede en toda la región. Sin embargo, en los últimos años (en el 2001 el dólar sustituyó al colón) hay una clara mejora económica que, entre otros elementos, se construye con las remesas (un 17% del PIB) de los tres millones de salvadoreños que viven en EEUU. Además, reciben mucha ayuda al desarrollo liderada por nuestro país. No tienen problemas de integración racial, con un 86% de mestizos y solo un 2% de indígenas. En cambio, sí que preocupan mucho las altas y crecientes tasas de violencia. Debe recordarse que aquí surgieron las maras: devastadoras pandillas de jóvenes cuyo modelo se extendió a todo el continente y hasta a España.

Pero pendiente está que la alternancia política sea una realidad. A diferencia de la vecina Guatemala, donde los resultados de la izquierda exguerrillera son muy bajos --y de esos grupos tiene que emigrar gente que, como el presidente desde hace dos años, Álvaro Colón, han virado hacía la socialdemocracia--, en El Salvador, el originario Frente Revolucionario Farabundo Martín de Liberación Nacional va teniendo resultados casi parejos a los de ARENA, grupo derechista que ha evolucionado hacia la moderación. Desde 1989, este partido ejerce el poder en un país con un sistema presidencialista. Los comicios son cada cinco años, sin que sea posible la reelección, y hoy (como Honduras, que las tendrá en noviembre) habrá elecciones presidenciales.

Poco antes, en enero, hubo elecciones parlamentarias y locales. Aunque se auguraba un triunfo de la izquierda, prácticamente hubo un empate (35 escaños a 32), con 90.000 votos de diferencia. En el ámbito local, ARENA obtuvo 120 alcaldías, y 91 el FMLN. Entre las primeras está la capital, que tiene el 25% de habitantes del país, tras 12 años en poder de la izquierda.

Son, pues, unas elecciones abiertas las de hoy, en las que acaso sea necesaria una segunda vuelta dirimente un mes después, si ningún candidato tuviese mayoría absoluta. Es una carrera larga, pues los candidatos de los partidos tuvieron que pasar por el filtro de unas primarias. Está por ver qué influencia tendrán como movilizadores los regidores locales electos y cómo actuarán los votantes de otros partidos como la Democracia Cristiana o Conciliación Nacional.

Tras la deriva totalitaria de Ortega, en otro país centroamericano como Nicaragua, y las graves sospechas de fraude electoral allí denunciadas por la OEA y la oposición, El Salvador será centro de atención por el hipotético seísmo de que la izquierda pueda ganar y respetar después la democracia. En todo caso, lo importante es que, como las de enero, sean elecciones democráticas y transparentes.

Jesús López Medel, abogado del Estado. Observador internacional de la UE en El Salvador.