Marruecos: más allá de los tópicos

El problema de escribir sobre Marruecos es que muchas veces el lector ha sido bombardeado con infinidad de tópicos que acaban instalándose en el imaginario colectivo. El «gran desconocido», «cerca y tan lejos»... Algunos que no han puesto los pies en el Reino lo llaman monarquía feudal; otros describen el país como el gran problema de España. Lo cierto es que siendo nuestro vecino no comunitario más cercano, y con el que cada vez nos unen más lazos de diversa naturaleza, con el que la red de intereses cruzados es cada vez más densa, requeriría un esfuerzo de análisis más profundo y más serio. Es triste que muchos -en Europa en general y en España en particular- nos quedemos en la anécdota y en la superficialidad de un país rico en historia y en diversidad, complejo y a veces complicado de entender para el profano, incluso, en ocasiones, para algunos marroquíes.

En España hay una muy importante comunidad marroquí que contribuirá cada vez más a un mayor y mejor entendimiento, no sólo entre los dos países, también entre los españoles y el mundo árabe-musulmán. Eso supondrá un muy importante avance en cómo entendemos y percibimos ese mundo tan próximo y que está en un imparable proceso de evolución política, económica y social.

Marruecos es la primera y principal víctima del fanatismo yihadista, que no soporta a quienes son moderados y no se someten a su brutal ideología totalitaria. La comunidad hispanófona marroquí, a la que vienen a sumarse los cientos de miles de compatriotas suyos que residen en España y que, en consecuencia, son o serán hispanófonos, servirá sin duda de puente entre Marruecos y España, abriéndole, además, nuevos y prometedores horizontes en América Latina y en el seno de la comunidad latina de Estados Unidos.

Pocos saben que Marruecos es un país árabe muy singular. En primer lugar, nunca fue dominado por el Imperio Otomano, herida que sigue abierta en buena parte del mundo árabe-musulmán y, especialmente presente, en Oriente Próximo y en el Golfo Pérsico. Esta característica ha forjado un carácter muy particular de Marruecos en todos los terrenos, cultural, lingüístico, histórico, étnico y hasta gastronómico.

La segunda singularidad de Marruecos respecto del resto del mundo árabe-musulmán e incluso de los otros vecinos del Magreb es que más del 65% de la población es de origen beréber, o mezcla de beréber y árabe. Los porcentajes en otros países de la región son infinitamente más bajos. Lo que en otros casos supone ciertas tensiones étnico-culturales, en ocasiones con consecuencias políticas que generan inestabilidad, en Marruecos se ha resuelto con gran naturalidad, y los matrimonios mixtos hacen prever que en algunas generaciones casi toda la población será mezcla de ambos pueblos, sin tensiones dignas de mención.

Marruecos ha ido cambiando de forma visible desde su independencia en 1956. No es ni de lejos el mismo país que en 1999, pero ya en los últimos años del reinado de Hassan II hubo cambios significativos: baste como ejemplo el hecho de que un condenado a la pena capital como Abderrahmán Yusufi (líder del USFP, el partido socialista marroquí) saliese del corredor de la muerte para ganar dos elecciones seguidas y convertirse en dos ocasiones en el primer ministro del Reino.

Los cambios políticos y sociales no sólo vienen impulsados por los poderes públicos. Dado que la sociedad marroquí está en plena efervescencia evolutiva, es muchas veces ésta la que con sus cambios -algunos espectaculares- fuerza la adaptación de la legislación y de las instituciones a las nuevas realidades, que se abren paso de forma imparable.

Uno de los ámbitos donde más movimiento se registra es en el de los derechos de la mujer, y en todo lo que afecta a su papel creciente en la sociedad y en la vida pública del Reino. Marruecos, junto con Túnez, tiene un código de la familia muy evolucionado comparado con otros países de su entorno, y si bien es cierto que el varón sigue teniendo notables privilegios respecto de la mujer y que queda aún muchísimo trecho por recorrer, no es menos cierto que algunos cambios han sido verdaderamente revolucionarios en materia de derecho de familia. Por ejemplo, existe la posibilidad de que la mujer interponga demanda de divorcio y se le conceda.

En el Ramadán de 2007, la presidenta del Tribunal de Cuentas de la región de Rabat pronunció un sermón ante el propio rey Mohamed VI sobre la ética y la responsabilidad de los altos mandatarios y funcionarios en el manejo del dinero público. En el país hay diputadas, ministras, mujeres que son altos cargos, grandes ejecutivas, médicos, jueces, profesoras universitarias... que diariamente se reafirman con valentía, tenacidad y coraje en su papel en una sociedad que ha sido tradicionalmente matriarcal. Hoy, ese viejo matriarcado se viene a fusionar con el nuevo rol de la mujer marroquí, que es parte de una verdadera revolución de género que se está produciendo a lo largo y ancho del país.

La elite marroquí es excelente; muchos dirigentes están formados en las mejores universidades y grandes escuelas francesas, y ahora buena parte de ellos tiene, además, prestigiosos títulos de posgrado estadounidenses. Esta elite ha mirado siempre a Francia y ahora de forma creciente a Estados Unidos. Sería bueno que los españoles hiciésemos un esfuerzo para tratar de atraernos su interés y desarrollar una más intensa y fluida relación con ellos.

Los gobiernos marroquíes se han formado a partir de amplias coaliciones de gobierno en las que están presentes partidos del más variado espectro ideológico: cuadros independientes, el Istiqlal de centro-derecha (vencedor de las elecciones legislativas de septiembre de 2007), los socialistas de la USFP, los comunistas, y con frecuencia el Movimiento Popular (coalición esencialmente beréber). Los islamistas del PJD son también un tanto sui géneris. Tienen candidatas sin hijab (velo islámico) y han llegado a decir que la sharia, la ley islámica, no es la única fuente de Derecho en Marruecos, algo verdaderamente infrecuente entre partidos de este corte.

Marruecos representa hoy uno de los ejes fundamentales del Islam moderado en el mundo, un verdadero modelo marroquí, en el que el hecho de que el rey sea Comendador de los Creyentes juega un papel esencial. Este modelo de moderación ha puesto a Marruecos en el punto de mira del yihadismo, y su compromiso en la lucha contra el terrorismo no debe ser puesto en duda, por interés propio y por compromiso con el resto del mundo árabe-musulmán.

Esta situación convierte a Marruecos en un país esencial en la lucha contra el fanatismo y el terrorismo yihadista, como así lo reconocen los países más importantes del mundo y así queda recogido también en un reciente estudio de varios foros de pensamiento de Estados Unidos, entre otros el prestigioso Potomac Institute. En este sentido, conviene recordar hasta qué punto el terrorismo yihadista ha crecido en la zona del Sahel, irradiando violencia e inestabilidad hacia el norte y hacia el sur.

El conflicto irresuelto del Sáha-ra sigue siendo fuente de inestabilidad y de incertidumbre para Marruecos y el resto de la región. A estas alturas de la partida es imprescindible buscar una salida equilibrada, que suponga pleno respeto al principio de autodeterminación que puede significar independencia o reintegración territorial. Que se vean los casos de descolonización de Gibraltar o de las Malvinas para entenderlo, o la mismísima reunificación alemana. La legalidad internacional debe servir de marco esencial, y las partes deben renunciar a sus posiciones maximalistas. El plan de autonomía marroquí es ya un paso positivo en ese sentido. Pero el Polisario no ha renunciado a ninguna de sus posiciones y se mantiene en su exigencia de lograr la independencia sin matices, lo que ha bloqueado las conversaciones de Manhasset.

Marruecos tiene enormes retos ante sí, como seguir en su evolución política y social, y poner las bases de un sólido desarrollo económico. Lo cierto es que la actual crisis mundial ha afectado en menor medida a la economía marroquí, quizás porque está menos globalizada, o quizás también porque la demanda interna se mantiene a niveles aceptables, aunque la inversión extranjera en inmuebles y segunda residencia se haya resentido. Hay un evidente desfase entre los retos que tiene planteados el país y los medios con que cuenta, y es ése justamente unos de sus mayores desafíos. Para superarlo deberá contar con la cooperación y coordinación de sus vecinos del Magreb, lo que requeriría un relanzamiento urgente del proceso de integración magrebí, así como una intensificación de la cooperación con Europa.

En definitiva, queda todavía un largo camino por recorrer, pero sería inmensamente conveniente que los europeos reconociésemos, de una vez por todas, los importantes logros y avances recientes de nuestro vecino Marruecos, sin que nos centremos exclusivamente, como es demasiado frecuente, en los defectos, los fallos y las aspiraciones y objetivos aún no logrados.

Gustavo de Arístegui, diplomático, diputado por Zamora y portavoz de Exteriores del PP en el Congreso.