Pacto por el euro y modelo alemán

El pacto por el euro pretende responder a la crisis de la deuda soberana en la zona euro en la línea de lo planteado por Alemania y Francia. Es un nuevo instrumento de acción y disciplina colectiva que se añade al Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), también sometido a revisión para endurecer las sanciones a quienes lo incumplan.

Las diferencias iniciales acerca de ese pacto eran muy grandes. Se llegó a un acuerdo de principio para rebajar la tensión en los mercados de deuda después de que las agencias de calificación, que mas valdría llamar de descalificación, rebajaran la nota de la deuda española y portuguesa. Ahora, ese acuerdo deberá ser afinado y confirmado en el Consejo Europeo del próximo fin de semana.

En la eurozona, como en la clase de un gran colegio, hay buenos y malos alumnos. El irlandés es el alumno rebelde que se niega a aceptar la consigna de armonización de las políticas fiscales, imprescindible para evitar la marcha divergente de las economías europeas. Su nuevo primer ministro se niega a aumentar el tipo del impuesto de sociedades, que con el 12,5% representa un claro dumpin fiscal para el resto de los países de la eurozona. En consecuencia, no se le rebajó el interés de los préstamos europeos que pedía. El alumno díscolo deberá hacer un gesto si quiere la ayuda de los demás.

El alumno bueno es el griego que porfía pese a la resistencia social que levanta su plan de saneamiento y de reformas estructurales. Y, además, promete acelerar su programa de privatizaciones hasta 50.000 millones. El premio ha sido una rebaja de un punto en el tipo de interés de los préstamos del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FESF) y prorrogar el plazo de devolución de 4,5 años a 7,5.

Falta le hace a Grecia este balón de oxígeno. El esfuerzo que se les está pidiendo a sus ciudadanos es enorme y las dudas sobre una reestructuración de su deuda crecen cada día. En el fondo, lo que se ha hecho es ya una reestructuración, al menos de la deuda que le habíamos comprado los europeos, puesto que hemos aceptado cobrar más tarde y con menos interés.

Portugal está en la cuerda floja, intentando escapar del acoso de los mercados y evitar tener que pedir la ayuda europea. Ha anunciado un nuevo plan de economías y de reformas que ha sido recibido sin demasiado entusiasmo. Parece como si sus socios en el euro pensaran que sería mejor que Portugal aceptase ser ayudado para rebajar la tensión en el mercado de deuda pública.

España ha anunciado que presentará nuevas reformas y ajustes.Y se ha quejado, con razón, del comportamiento de las agencias de notación que han rebajado la calificación de nuestra deuda sin explicaciones ni motivos. Pero el problema es que los mercados se creen más a estos agentes, supuestamente neutrales, que a los gobiernos, obviamente interesados en defender su caso. La diferencia de evaluación de las necesidades de capital de las cajas tendrá que ser resuelta si queremos que la calma vuelva a los mercados de deuda española.

Alemania ha aceptado aumentar la capacidad efectiva del FESF desde los 250.000 millones actuales a 440.000. A partir del 2013 tendrá naturaleza permanente y una capacidad efectiva de 500.000 millones. Además, podrá comprar directamente deuda de un Estado en dificultades a un tipo de interés pactado. En la práctica es como si se diera ayuda sin tener que pedirla formalmente. En cambio, nada de eurobonos ni de que el FESF compre a los bancos la deuda que ya tienen. Justo lo contrario de lo que puede hacer el BCE. Esta distinción entre mercados primarios y secundarios de deuda es cada vez más artificial. Pero veremos qué ocurre este fin de semana, porque Finlandia ya ha anunciado su oposición a lo que al fin Alemania ha acabado aceptando.

A cambio, el nuevo pacto de competitividad, o pacto por el euro, plantea un conjunto de medidas sobre pensiones, salarios y déficits que en el fondo equivalen a imponer a todos los países europeos la draconiana austeridad que Alemania lleva practicando desde hace 10 años. La gran cuestión que se abre ahora es si el modelo alemán es tan bueno como su capacidad exportadora parece indicar. Y si es trasladable al conjunto de Europa.

Ambas cosas son muy discutibles. Para empezar, sus excedentes comerciales son la contrapartida de los déficits de los demás países europeos. Para que alguien exporte alguien tiene que importar, y hasta hace poco Alemania conseguía dos tercios de su superávit comercial con sus socios europeos. Si toda Europa hubiese aplicado las políticas de austeridad alemanas, el resultado hubiese sido una grave recesión. Y ese riesgo todavía existe.

El modelo alemán tiene componentes que no me gustaría imitar. En Alemania, la pobreza, la precariedad y las desigualdades han crecido explosivamente en los últimos años. La inversión en infraestructuras materiales e inmateriales, educación incluida, ha caído y su demografía está en un estado crítico. De todo eso se habla poco, pero es una realidad que hay que conocer a la hora de juzgar el pacto por el euro, su motivación y sus potenciales consecuencias.

Josep Borrell, presidente del Instituto Universitario Europeo de Florencia.

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