Las acampadas de protesta

Hace unos seis meses, uno de nuestros escritores jóvenes de éxito me invitó a participar en los talleres de escritura que dirige. Llegué a una casa particular en uno de los barrios exclusivos de Tel Aviv y me encontré con unos sesenta escritores y poetas jóvenes ansiosos por recibir algunos consejos de un escritor veterano. Pero antes de comenzar a responder a sus preguntas literarias les dije: “Si me hubiese propuesto hablar ante vosotros de la posibilidad de una rehabilitación política e ideológica del Partido Laborista israelí, no habrían venido a oírme más de tres o cuatro personas”.

Menciono este episodio mientras sigo las acampadas de protesta que proliferan ahora en Israel, donde ya se perciben señales de violencia juvenil y no sólo de jóvenes contra el Gobierno. Es una protesta firme y real que de momento se centra en la sensación de impotencia de los jóvenes ante el aumento del precio de los pisos y de los alquileres, que resultan imposibles, pero es evidente que tras ella late una angustia mayor producto de un retroceso y debilitamiento de los valores del bienestar y de la solidaridad social que siempre han sido la base del Estado judío. A pesar de que la economía del Estado de Israel aguanta bien ante la crisis económica mundial, las clases medias y bajas cargan cada vez más con el peso de mantener ese logro económico a costa de una desigualdad social cada vez mayor entre las distintas clases, incluida la clase media que tiene difícil llegar a fin de mes, una desigualdad económica que hoy día es de las mayores del mundo.

¿Puede convertirse esta protesta espontánea y vaga en una postura clara y en una actividad política e ideológica que consiga resultados a largo plazo en el Parlamento y en los cambios de política del actual Gobierno? ¿O permanecerá como una protesta algo infantil, efectista ante los medios que agonice por su incapacidad de continuidad o por algunas promesas tranquilizadoras del Gobierno de Netanyahu?

Israel no es Siria o Egipto, que carecen de una infraestructura política e ideológica capaces de pilotar la protesta o la revolución democrática. En Israel no hay necesidad de una plaza Tahrir ni de manifestaciones violentas en las ciudades, en Israel hay partidos políticos con gran experiencia donde, desde hace muchos años, hay personalidades políticas, entre ellas parlamentarios del Partido Laborista, de Meretz y del Partido Comunista judío-árabe que conocen muy bien las dificultades sociales del país, y que desde hace muchos años alertan de la creciente desigualdad y del hecho de que, a pesar de que el desempleo no es alto en comparación con otros países, muchos trabajadores están por debajo del umbral de la pobreza. Son personas capaces y creíbles que proponen soluciones económicas serias para paliar la creciente situación de las clases más desfavorecidas, y crean modelos ideológicos para que continúe el Estado de bienestar sin llevar al país a un déficit económico como el de Grecia o el de España. Los que están en las acampadas de protesta y otros ciudadanos que sufren las adversidades no están dispuestos a dar a la izquierda democrática israelí un inequívoco apoyo político, y todavía dudan en entrar en la actividad política con vistas a las próximas elecciones. Y mientras decenas de miles salen en los últimos días en impresionantes manifestaciones de protesta por las calles de las grandes ciudades, sólo unas decenas están dispuestos a ir a los mítines de los candidatos laboristas que se enfrentan a la dirección del partido. ¿Cuál es la razón? No hay duda de que la traición del presidente Shimon Peres y del ministro de Defensa, Ehud Barak –que en su día fueron líderes del Partido Laborista, pero que tendieron a una política social evidentemente de derechas, y que por razones personales oportunistas abandonaron el partido y se unieron a los partidos de derechas de Sharon y Netanyahu–, ha mancillado el buen nombre del partido socialdemócrata y le ha dejado dividido y mermado. Pero ahora que quiere rehabilitarse con políticos jóvenes y no tan jóvenes no podrá llegar a tener fuerza política real en el Parlamento sin el apoyo de los estratos desfavorecidos y sin el entusiasmo de esos jóvenes que han decidido protestar contra el Gobierno.

La diversa y rica actividad cultural en Israel ocupa con frecuencia el lugar de la actividad política organizada. La derecha en Israel es fuerte y está bien organizada, y los religiosos le dan su apoyo incondicional porque se benefician de generosas financiaciones en los asentamientos ilegales de los territorios ocupados o en los reductos religiosos de los alumnos de las yeshivás. Y efectivamente casi no se ve a religiosos participando en las acampadas. Si esos jóvenes no quieren que su protesta se quede en un episodio aislado, deben unirse al trabajo político gris y constante para rehabilitar el partido socialdemócrata, que tuvo logros tan impresionantes en la creación y en la administración del Estado de Israel durante muchos años. La política es un asunto agotador, con muchas frustraciones y desengaños. Pero quien piense que puede quedarse al margen y no ensuciarse las manos dejará el campo abierto a otros que harán una política distinta y se encontrará tendido en una tienda de campaña sofocante y estrecha en una protesta tan respetable como inútil.

Por Abraham Yehoshua, escritor israelí, impulsor del movimiento Paz Ahora. Traducción: Raquel García Lozano.

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