Crisis (593): el grifo del BCE

Italia y España son, en principio, países solventes pero faltos de liquidez. Es decir, pueden devolver lo que deben pero necesitan pedir prestado a corto plazo para pagar salarios y costes de administración. El problema de este tipo de países es que cuando cunde el pánico entre los prestamistas que piensan que no van a cobrar, estos exigen una “prima de riesgo” y sólo prestan a intereses elevados. Si esos intereses suben demasiado, pueden acabar por convertir a un país solvente en uno de insolvente.

Una manera de evitar este tipo de pánicos financieros es que el Banco Central Europeo (BCE), la institución que imprime los euros que todos utilizamos, se comprometa a comprar deuda de esos países a tipos de interés razonables. Si lo hiciera, los inversores tendrían la seguridad que acabarían cobrando por lo que las primas de riesgo desaparecerían, los tipos de interés para España e Italia pasarían a ser parecidos a los alemanes y todo volvería a la normalidad.

El problema es que Angela Merkel se ha venido negando a que el BCE imprima dinero con un argumento de peso: ¡es ilegal! El artículo 123.1 del tratado de la UE prohíbe que el BCE preste directamente (repito, ¡directamente!) a gobiernos o instituciones públicas. Eso parecería poner punto final a la solución BCE sino fuera por el hecho de que hay maneras de saltarse la norma. Y es que, insisto, el artículo 123.1 dice que el BCE no puede prestar “directamente” a los gobiernos... pero no impide que lo haga “indirectamente” a través de intermediarios. Y esa es la solución que parece que se está fraguando en los más altos despachos de la UE: que el BCE dé dinero al Fondo Monetario Internacional o al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera creado para ayudar a Grecia, Irlanda y Portugal y que sean estos los que presten dinero a Italia y España. El BCE, pues, estaría comprando deuda indirectamente sin violar el artículo 123.1.

Sea como fuere, parece que hay maneras legales de permitir que el BCE imprima dinero y acabe con el pánico. La pregunta es: ¿por qué no lo hace? La respuesta es, otra vez, por la oposición de Merkel: para que el BCE imprima dinero necesita el permiso de su socio más importante, Alemania, y este se ha venido oponiendo por al menos cuatro razones.

La primera es su ya legendaria aversión a la inflación que con toda seguridad generaría la creación de tanto dinero. La segunda es que, una cosa es comprar deuda de países “solventes pero faltos de liquidez” y otra cosa distinta es comprar deuda de países “insolventes”. Todo indica que Italia y España son solventes... pero eso sólo es verdad si hacen las reformas necesarias que garanticen el retorno del crecimiento y la reducción de sus extravagantes déficits. ¿Qué pasaría si Italia o España no fueran capaces de resolver sus problemas a medio plazo? Pues que no podrían devolver los créditos. Y si el BCE hubiera comprado 1,4 billones de deuda de países que no pueden pagar (eso es lo que se calcula que España e Italia van a necesitar para sobrevivir durante los próximos 3 años), tendría un agujero financiero cósmico que le llevaría a la descapitalización. Si eso llegara a pasar, alguien debería poner dinero para recapitalizar al BCE. En caso contrario, el euro desaparecería. ¿Quién tendría que poner el dinero? La respuesta es, como siempre, ¡Alemania! De ahí la reticencia de Merkel.

La tercera razón por la que Alemania se opone a la intervención del BCE es de tipo político. Merkel ya ha visto demasiadas veces cómo Zapatero y Berlusconi le tomaban el pelo y anunciaban reformas en momentos de urgencia financiera, reformas que perdían impulso una vez desaparecía la urgencia. Como saben que las reformas van a tener costes sociales y políticos importantes, Merkel teme que no las van a llevar a cabo si no están contra la pared. Por lo tanto, Alemania va a tensar la cuerda hasta el límite, va a poner a Europa entera al borde del abismo para conseguir el compromiso firme de Rajoy y Monti de que esta vez, los deberes se van a hacer en serio. El problema es que, cuando uno se arrima demasiado al abismo, corre el riesgo de caer. Y ahí estamos, al borde del precipicio, mientras nuestros políticos juegan al juego de la gallina. La cuarta razón se llama “riesgo moral”: los alemanes saben que si el BCE ayuda a países que sistemáticamente gastan por encima de sus posibilidades, acabará con el pánico financiero a corto plazo... pero estará lanzando el mensaje de que no pasa nada si generan déficits insostenibles porqué, al final, siempre viene el Papá Noel alemán y te salva. Eso incentivaría el derroche futuro y sembraría las semillas de la próxima crisis financiera. Para evitar que eso suceda, Alemania va a exigir que la periferia renuncie explícitamente a gastar más de lo que ingresa antes de rescatarla con dinero del BCE. Todo apunta a que se impondrá un nuevo pacto de estabilidad que obligue a Italia o España a renunciar a una parte de su soberanía fiscal: la UE controlará sus ingresos y sus gastos e impondrá duros castigos (en forma de pérdida de fondos estructurales o pérdida del voto en las instituciones europeas) si se siguen comportando irresponsablemente.

No sé si lo que voy a decir ahora es lo que creo o lo que quiero creer porque, si estoy equivocado, la hecatombe económica de Europa será de proporciones gargantuescas, pero pienso que, una vez haya obtenido todas estas concesiones de los gobiernos manirrotos, Merkel evitará el apocalipsis del euro y dejará que se abra... el grifo del BCE.

Por Xavier Sala i Martín, Columbia University, UPF y Fundació Umbele.

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