Un proyecto para pactar el consenso

Después de tres décadas de una travesía del desierto llena de contradicciones, el Gobierno marroquí, que siempre se negó a aceptar cualquier tipo de solución para el Sáhara, acaba de presentar ante la ONU un plan de autonomía para la región. Una breve lectura de este texto me lleva a pensar que Marruecos formula voluntariamente una salida positiva a través del diálogo, y lo que es más, realiza abiertamente un llamamiento a un consenso negociable. Apelar a la autonomía como forma democrática de reconocimiento pleno de las realidades socioculturales de un país que se define como multicultural y diverso, como es el caso de Marruecos, implica en el marco de la actual transición una voluntad deliberada de establecer de manera definitiva la alternativa democrática que requiere la sociedad marroquí en su conjunto. En mi opinión, la autonomía de la región del Sáhara ha sido concebida como una etapa transitoria de un plan más amplio y sostenido: dotar también a las demás regiones de autonomía.

Más significativo es aún que Marruecos acepte oficialmente, y por primera vez, el principio incondicional de la negociación como plataforma plausible en el marco de su soberanía. Las competencias conferidas a los saharauis en el plan de autonomía dan la impresión de que Marruecos reconoce la plena lógica autonómica sin recurrir a las tradicionales referencias que dictaban las reglas centralistas del Estado nacional, tanto respecto al derecho histórico sobre el Sáhara como al arsenal conceptual que floreció durante la época de Hassán II para sostener ese derecho y llevar a cabo políticas acordes con él, dentro y fuera de Marruecos. Este discurso frenético y dominante está dejando hoy de resonar en todos los ámbitos.

Por último, el hecho de insistir en que esta iniciativa está abierta a todas las partes, con el fin de llegar a una solución de compromiso y desencadenar una dinámica de paz, significa para Marruecos un paso jamás dado de una manera tan clara y deliberada.

Siendo formalmente favorable a la "autodeterminación" del pueblo saharaui desde septiembre de 1974 -fecha en que la izquierda marxista adoptó plenamente y con valentía esta firme actitud política, que significó la causa más costosa de toda su historia y por la que cerca de 200 militantes sufrimos largas penas de prisión bajo el dominio de Hassan II-, no tengo en la actualidad la menor duda de que la situación de aquellos de los saharauis establecidos en la hamada, en territorio argelino, está pendiente, como así ha sido desde hace más de treinta años, de una solución que pueda conducir a un desenlace definitivo del conflicto. Dicho esto, quisiera añadir también que esta solución requiere, ineludiblemente, que los dirigentes saharauis acepten el principio de la negociación para llegar a un consenso entre las dos partes beligerantes.

El plan de autonomía marroquí es una oportunidad histórica inigualable, que me lleva a hacer tres precisiones: en primer lugar, que la aceptación del principio de negociación para definir el futuro del Sáhara, en el marco de una autonomía como modelo que reconozca los derechos del pueblo saharaui, incluso su derecho a la autodeterminación, tiene que facilitar, en plena libertad, el acceso de este pueblo a definir sus deseos y a concretar sus aspiraciones sin ninguna imposición, por la fuerza o por la presión, de aquellos que pretenden ser sus representantes legítimos. Es necesario también señalar en este sentido que cuando admitimos que el Frente Polisario es el único representante del pueblo saharaui, aniquilamos al 60% de los saharauis que, viviendo en Marruecos, se consideran como tales.

La segunda precisión está relacionada con la pretensión del Frente Polisario de ser el único y legítimo representante del pueblo saharaui. No se puede negar el hecho de que esa aspiración ha sido desde siempre, y en consonancia con el clásico lema liberador de la OLP, una forma de impedir cualquier riesgo procedente del exterior de desarticular una entidad articulada. Ahora bien, si tenemos en cuenta los múltiples cambios que se han producido a lo largo de su historia, así como el surgimiento de una nueva generación en la vida social y política del pueblo saharaui, tanto en Marruecos como en la hamada, desde 1975, podemos llegar fácilmente a la conclusión de que la autenticidad de la supuesta representación legítima y única del pueblo saharaui carece seriamente de credibilidad.

La tercera precisión emana de una situación extrañamente curiosa que sigue teniendo un peso muy significativo tanto en el seno del Frente Polisario como en el ámbito de la propia República Árabe Saharaui. Se trata de esa estructura centralista, típicamente leninista, y procedente sin duda del periodo en que se formó el Frente Polisario como organización de lucha armada. Aunque éste ha celebrado diversos congresos a lo largo de esos treinta años de militancia, el modelo de su estructura organizativa básica ha persistido sin sufrir cambios, ejerciendo el correspondiente poder absoluto y, sobre todo, empeñándose en mantener viva y activa la ideología de la dominación, con el fin evidente de preservar la hegemonía de la clase dirigente. En este sentido, el mantenimiento de este modelo ha servido también como pretexto para eliminar cualquier posible forma de oposición. Las estructuras del Estado saharaui son monolíticas y predeterminadas, y se aprovechan de la precariedad y de la falta de democracia existentes en los campamentos para hacer perdurar pragmáticamente una cohesión social mantenida con firmeza por un sentimiento revolucionario permanente.

Desde 1999 hay un alto el fuego en el Sáhara. El Frente Polisario, como se puede comprobar, no está dispuesto, aunque a veces declare lo contrario, a reanudar su política militar, que tantos daños causara, no sólo a Marruecos, sino a sí mismo. Marruecos, por su parte, muestra la actitud de quien tiene la situación controlada. Pero las dos partes en realidad sufren, en diversos grados, la misma situación: la imposibilidad de encontrar un punto de partida común para conseguir la paz para el pueblo saharaui.

La propuesta autonómica marroquí, que establece y expresa oficialmente la negociación, por primera vez en la historia del conflicto, llega en un momento decisivo en que tal vez el Frente Polisario esté políticamente en la obligación de "autodeterminarse" para emprender, sin condición ninguna, la tarea de reconciliar al pueblo saharaui con su verdadero futuro en el marco de un Marruecos democrático.

Abdelkáder Chaui, novelista marroquí, autor de Patio de honor. Pasó años encarcelado en Marruecos por defender el derecho a la autodeterminación del Sáhara Occidental.