Italia, la UE y los mercados

Con el voto de confianza en el Senado, el Gobierno Letta ha completado su rapidísimo camino parlamentario para su entrada en acción, pero esta es seguramente la parte más fácil de su tarea. En el camino para obtener la credibilidad, le esperan ahora otros dos “votos de confianza”, muy comprometidos y que no pueden darse en modo alguno por descontados: el de Europa y el de los mercados.

La confianza de la UE ha de ser obtenida en un momento muy difícil, cuando las relaciones políticas en Europa están muy perturbadas por las divergencias, cada vez más duras, entre Francia y Alemania. Sarkozy logró atemperarlas y reducirlas, pero su sucesor Hollande ha sido arrastrado por su mismo Partido Socialista a un polémica durísima, en la cual Ángela Merkel ha sido criticada por su “austeridad egoísta”, mientras que el portavoz de la canciller ha estigmatizado “la insolencia de los socialistas franceses”.

El encuentro reciente en Berlín del presidente del Gobierno, Enrico Letta, con Merkel y los mantenidos con el presidente de la Comisión Europea y con el presidente francés fueron los primeros de una larga serie de diálogos, en los que Italia deberá plantear los problemas del difícil –por no decir imposible– equilibrio entre austeridad y reactivación. Se trata de encuentros preliminares en los que se afirman los principios, pero se dejan en segundo término los detalles, que ha sido precisamente lo que ha sucedido en el primer intercambio LettaMerkel. Sobre los detalles, en cambio, ha hablado uno de los más autorizados periódicos alemanes, el Frankfurter Allgemeine Zeitung el cual, en un editorial muy duro, ha subrayado que, de Monti a Letta, el número de ministros del Gobierno italiano ha pasado de doce a veintiuno.

Italia intentará a toda costa obtener lo que ha sido garantizado a España, Portugal e Irlanda, o sea, una flexibilización de dos años del déficit del gasto público, ahora fijado hasta finales del 2013. Este plazo, que ahora parece como agobiante, fue aceptado, de una forma más o menos oficial, por el último Gobierno de Silvio Berlusconi y necesariamente lo hizo suyo el Gobierno técnico de Mario Monti. Hay que decir con toda claridad que, sin una flexibilización de las proporciones indicadas, va ser muy difícil, por no decir imposible, encontrar los recursos suficientes para relanzar la ocupación, reducir el IMU (impuesto sobre las viviendas nuevas), los impuestos a las empresas y cualquier otra medida en esta misma línea. En cambio, la flexibilización llevaría a una disponibilidad pública difícil de determinar, pero que cabe situar en el orden de los 10.000 o 20.000 millones de euros, con los cuales se podría intentar sostener la economía para ayudarla a superar el punto muerto en que ahora se encuentra.

Italia se encuentra en una situación absurda: en el 2012, el país ha contribuido de manera conspicua en el Fondo Europeo de Estabilidad, que tiene como objetivo salvar la economía de varios países, comenzando por Grecia. Pero de hecho se le impide gastar un solo millón para relanzar la economía italiana. No es esta precisamente una situación ideal para hacer popular a la UE, que ya hoy es percibida por casi todos los italianos como lejana y por otros muchos como potencialmente hostil. El presidente del Consejo de Ministros deberá precisamente apoyarse en esta situación absurda y en su rápida remoción para poder llevar a cabo lo que ha prometido en las aulas parlamentarias.

Mientras intentarán convencer a sus colegas europeos, Enrico Letta y su Gobierno deberán también ganarse la confianza de los mercados. Aparentemente, esta ha sido dada con facilidad: la temida prima de riesgo ha bajado y en las pasadas semanas no ha habido dificultades para colocar las nuevas emisiones de títulos del Estado. Sin embargo, todo ha sucedido extrañamente por unos motivos que tienen poco que ver con la situación italiana, sino que tienen su origen en Japón, un país lejano que la globalización financiera nos ha convertido en un país muy próximo a nosotros. Por motivos internos, Japón está creando una cantidad enorme de nueva liquidez, con una iniciativa desesperada para salir de una paralización de veinte años, cuyo objetivo es reducir el cambio de la propia moneda y hacer más competitivas sus exportaciones.

Resulta bastante difícil que esta maniobra tenga éxito, pero de momento bancos y sociedades financieras de medio mundo están adquiriendo los nuevos yenes a precios bajísimos y los invierten en títulos de deuda pública de diversos países. Los títulos italianos están entre los más interesantes porque por lo menos a corto plazo (el único que interesa a estos operadores) estarán los nuestros, desde el momento en que hemos logrado elegir al presidente de la República y votar la confianza al nuevo Gobierno. Esta buena disposición de los mercados podría desvanecerse con la misma rapidez con la que se ha formado, sin que Italia tenga ninguna culpa. La confianza de los mercados ha de ser reconquistada cada mañana.

El nuevo Gobierno deberá moverse entre una mayoría parlamentaria seguramente amplia pero muy poco entusiasta, una UE burocrática, sospechosa y debilitada por los contrastes internos, y los operadores financieros, que cuentan sus resultados hasta los decimales y no se preocupan por el futuro. De la capacidad de actuación del nuevo Gobierno en estos tres frentes dependerá el futuro de Italia.

Mario Deaglio, economista y profesor de Economía Internacional en la Universidad de Turín. Traducción: José María Puig de la Bellacasa. © La Stampa.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *