Quitar sin compromiso de devolver

Son muchos y profundos los interrogantes sobre la inmensa crisis. Especialmente acerca de las medidas que deberían propiciar la salida, aunque esta se vea lejana y oscura. Pero hay una pregunta que me repito: cuando salgamos de esta, ¿volveremos a un Estado del bienestar? O, tras la recuperación, ¿qué pasará con los recortes que, aunque ya severos, se están tomando y continuarán? Pero antes de razonar sobre esto, considero necesarias algunas consideraciones.

1ª. La crisis es global, surge fundamentalmente en EEUU a nivel financiero y se basa en una desregulación y una ausencia de controles al capitalismo más neoliberal. 2ª. Esto impacta especialmente en economías menos sólidas y en el caso español, el suflé de Aznar y del primer Zapatero sobre la prosperidad económica, asentada en la burbuja del ladrillo, tenía los pies de barro, unido a un sector financiero lleno de grietas (las cajas de ahorros son escandalosa manifestación). 3ª A ello se une la existencia de una muy compleja, duplicada y costosa organización administrativa donde la gestión de fondos públicos se ha hecho de modo despilfarrador, sin que ningún partido haya reaccionado internamente. 4ª. Aun siendo global, en España la irresponsabilidad de Zapatero acrecentó lo que se estaba generando al mentir, ocultar la realidad y no tomar medidas.

5ª. Un nuevo Gobierno con gran respaldo hace unos meses se ve desbordado por una realidad que no controla y sin que las soluciones escalonadas estén dando resultado ni a medio plazo y con un deterioro intenso de credibilidad, y alejándose de sus compromisos electorales. 6ª. Son indispensables, sin duda, medidas de gran austeridad, pero centrarlo todo, por imposición de Alemania y los mercados, en la lucha contra el déficit va en contra del crecimiento de la economía, el empleo e incluso la recaudación, con efectos sociales devastadores. 7ª. Aunque no hagan nada de pedagogía política, tengan pavor a dar la cara y haya una ausencia total de liderazgos, numerosos ciudadanos comprenden e incluso aceptan (en un primer momento) que la situación justifica sacrificios y ciertos recortes, aunque perciben que estos no tienen límites y también un claro deterioro de la calidad de muy diversos servicios públicos básicos, siendo cada vez más escépticos sobre la utilidad de esos ajustes.

Pero aquí resurge la pregunta apuntada: ¿qué sucederá cuando salgamos de esta profunda crisis? ¿Recuperaremos beneficios sociales de los que disfrutamos antaño?

Es revelador que ningún Gobierno haya manifestado en ningún momento que tales medidas son provisionales. Solo se ha dicho para la subida del IRPF, que es por dos años, confiando en que todo mejore y entonces, ante la proximidad de nuevas elecciones, nos regalen una rebaja tributaria. Pero antes volverán a subir los impuestos, en este caso el IVA, incumpliendo, una vez más, su programa electoral y lo dicho hace solo dos meses. Pero sobre la continuidad de las demás decisiones adoptadas o por venir (copagos sanitarios y farmacéuticos, incremento de alumnos en las aulas, menos personal docente y sanitario, reducción casi total de ayuda a la dependencia y casi todos programas sociales), nada se dice. Es sintomático y alarmante.

Soy escéptico sobre la recuperación, cuando salgamos del hoyo, de medidas sociales existentes hace muy poco. Nada será como antes. Cierto es que en la sociedad se están introduciendo parámetros mentales antaño olvidados: el sacrificio, el mayor esfuerzo, más responsabilidad en la gestión del patrimonio familiar, la valoración de lo que es tener un empleo, el ahorro. Pero dudo de que los gobernantes futuros -al menos si son como los actuales- vayan a dejar de lado estos recortes, que golpean sobre todo a los de siempre.

La ortodoxia económica basada solo en la reducción del déficit propugnada por la derecha europea actual (la izquierda está muy perdida) será aprovechada para que lo que es un «Estado social» (artículo. 1 de la Constitución) sea cercenado por criterios solo economicistas, arrinconando otros parámetros sociales. Y no solo ahora, sino que perdurará incluso tras el túnel.

Además del deterioro de una sociedad que confió en unos gobernantes para salir de la crisis y no para hundirse más en ella, al ver que estos no se comprometen en la provisionalidad de los recortes se extiende la idea de que la crisis seguirá siendo utilizada para dejar arrinconados logros sociales desde planteamientos conservadores que desprecian lo público y cuyo eje de atención no son nunca los sectores más vulnerables.

Incluso una derecha mucho más moderna como la sueca, tras superar sus turbulencias (lo nuestro es más parecido a un naufragio), al volver al poder ha mantenido diversos recortes bajo el argumento de la sostenibilidad del sistema. Y lo tremendo no es ya que vivamos peor, sino que nuestros hijos van a vivir -por vez primera- bastante peor que la generación que les dio la vida, aunque no el espíritu del esfuerzo.

Jesús López-Medel, abogado del Estado.

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