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Los Mayas: palacios y pirámides
I. Introducción: la lectura de las inscripciones
         
 
  INDICE  
  I. INTRODUCCION  
Introducción
Lagunas y avances
El entorno
La arquitectura
Inscripciones
Formas expresión
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  TABLA CRONOLOGICA  
  GLOSARIO  

 

CODICE

Códice

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La interpretación de las obras arquitectónicas se ha enriquecido recientemente gracias a los considerables progresos hechos en el desciframiento de los jeroglíficos mayas. La lectura de los textos grabados sobre los edificios —estelas, dinteles, bajorrelieves, escalinatas, etc.— se ha hecho realidad gracias a los esfuerzos conjuntos de eminentes especialistas que han colaborado durante veinte años en la solución del enigma.

Ciertamente, a comienzos del siglo XX se llegó a descifrar las fechas, es decir, los nombres de días, meses y «siglos» (proporcionados por Landa en el siglo XVI), así como los cálculos de los códices astronómicos. Se pudo comprender sobre todo el sistema numérico consignado mediante barras y puntos, que por otra parte los mayas compartían con varias culturas anteriores o contemporáneas, como los olmecas del Golfo, los habitantes de Real Alto, sobre la costa del Pacífico, los de Kaminaljuyú, cerca de la ciudad de Guatemala, los zapotecas de Oaxaca o los pueblos de la Mojarra, en Veracruz.

Por lo tanto, excepto los datos cronológicos que aportaban, las inscripciones permanecían mudas. Por suerte, la intuición y el trabajo de investigadores como el lingüista ruso Yuri Knorosov, Tatiana Proskuriakoff, Heinrich Berlin, y finalmente Linda Schele y David Stuart, no solamente han permitido comprender el significado de ciertos signos (los glifos que representan ciudades, y los símbolos relativos al nacimiento, la llegada al trono, la boda, etc.), sino también reconstruir la pronunciación de los glifos silábicos pertenecientes a distintos dialectos mayas. Hace poco hemos conseguido leer el nombre de los soberanos, reconstruir la existencia de los altos dignatarios, comprender la historia de la sucesión al trono de las principales dinastías. Conocemos así los acontecimientos principales de la vida de los personajes que gobernaron las ciudades mayas durante la época clásica.

Haber conseguido descifrar todas estas cosas ha supuesto una verdadera revolución en la interpretación del pasado maya. Después de haber creído ingenuamente que se trataba de un pueblo pacífico, dedicado a la contemplación de sistemas basados en un tiempo cíclico, fascinado por el calendario religioso, ahora descubrimos a unos personajes absolutamente humanos, que nacen, se casan, suben al trono, se hacen la guerra unos a otros, intentan dominar a sus vecinos, se enfrentan en competiciones de juegos de pelota, sacrifican a los vencidos en ritos sangrientos, y finalmente se hacen acompañar en la muerte por esposas y esclavos, igual que los potentados de Mesopotamia o de China.

En una palabra, los mayas hacen una entrada triunfal en la Historia. Y si los monumentos de la era preclásica están hechos a imagen de un cosmos cuyo movimiento y cuyos ciclos simbolizan, en la época clásica descubrimos que los templos tienen un sentido nuevo: al dedicarlos a las divinidades tutelares, los soberanos exaltan también su propio poder. Las pirámides juegan entonces el papel de suntuosos mausoleos, memorial de un reinado brillante. Los edificios son la afirmación del poder y de la autoridad de una serie de personajes que aspiran a la hegemonía. Marcan la aparición de un imperialismo que se traduce en una lucha sin piedad entre vecinos, exactamente igual a los enfrentamientos de las ciudades griegas en la época clásica.

Así, despojados de su aureola pacífica y contemplativa, los mayas se han convertido, como muchos otros pueblos, en unos combatientes que pretenden vencer a sus adversarios, en unos guerreros dispuestos a sacrificar a sus enemigos y a quebrar toda resistencia que se oponga a su hegemonía. Las ciudades se enfrentan entre sí, o se alían, según los casos, y se constituyen en grandes metrópolis. El arte está al servicio no solamente del poder colectivo, sino sobre todo del poder personal: exalta la gloria y el esplendor del que manda. La adoración a los dioses pasa por el culto al soberano, que muy pronto adquiere caracteres de divinidad.

 

 

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