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FIGURA 1
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FIGURA 2
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Es en Tikal [FIGURA 1] donde el colosalismo de la arquitectura maya clásica se manifiesta más libremente.
En esta inmensa metrópoli que, en su apogeo, tuvo que albergar a decenas de miles de habitantes y absorber la producción de todo Petén, la concentración del poder político y religioso obligó a
dedicar enormes esfuerzos a la edificación de un conjunto de monumentos grandiosos, cuya función sagrada se conjugaba con el ceremonial.
Hará falta medio milenio para que la pirámide maya alcance sus dimensiones máximas: se puede calcular una evolución constante desde la plataforma de Cerros (19 x 14 m, x 5 m de
alto, o sea, 1.300 m3), o desde la de Uaxactún, en los albores de nuestra era (25 m de lado por 9 m de alto, o sea 5.000 m3), hasta la colosal pirámide del templo IV de Tikal (70 m de alto por
una base de unos 60 x 50 m, o sea, 75.000 m3) que data del siglo VII. El volumen del edificio que constituye el basamento del santuario superior se habrá multiplicado por sesenta, en un caso,
y por quince, en el otro. Pero su función no habrá variado: sobre el enorme zócalo —generalmente con escalones superpuestos, en retroceso los unos con respecto a los otros— la cella, que
antaño estaba hecha con materiales perecederos, se ha transformado en una doble o triple cámara de mampostería, rematada por una crestería (o «cresta» superior meramente decorativa)
[FIGURA 2].
El templo está formado por unas minúsculas estancias, que comunican entre sí, cubiertas por falsas bóvedas de hormigón cuya forma reproduce el espacio interno de la tradicional
choza hecha con adobe y caña. Es aquí donde tienen lugar los ritos de un culto de carácter cosmológico. Comparado con el volumen total de la pirámide, el espacio vacío que constituye el santuario
representa menos de la centésima parte, a veces incluso menos de la ciento quincuagésima parte de la construcción. [FIGURA 3]
Y mientras las superficies cónicas de la pirámide olmeca de tierra de La Venta no superan los 35º, en Tikal la pendiente alcanza ahora la inclinación vertiginosa de 70º,
[FIGURA 4] con una fenomenal rampa de escalinatas cuyos peldaños son dos veces más estrechos que altos. Unas superficies tan inclinadas, que caracterizan esta
fantástica montaña artificial que totaliza 150.000 toneladas, se deben evidentemente al desmoronamiento natural de los materiales acumulados. Ya no se trata de tierra, sino de mampostería, y la
construcción representa una verdadera hazaña desde el punto de vista técnico. La pirámide ha sido construida gracias al dominio del mortero. Tiene un revestimiento cuidadosamente aparejado, subrayado
por unos escalones cuyo modelado aligera la masa.
Estos escalones, que en el templo II se limitan a tres, en el templo I alcanzan el número de nueve. Constituyen una vigorosa estructuración de la masa piramidal. A cada nivel,
una acanaladura hiende la superficie casi vertical cerca de la base. El vigoroso tratamiento plástico del volumen y la regularidad de estas estrías horizontales ofrecen un magnífico contraste
con la escalinata saliente que resalta con su única rampa, subiendo desde la base hasta la plataforma de mampostería sobre la que se alza el santuario, rematado a su vez por la crestería de 8-10
m de alto. |
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