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FIGURA 1
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FIGURA 2
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Entre las obras de arte que contenía la cripta de la pirámide del Templo de las Inscripciones de Palenque hay que citar, en primer lugar,
la tapa del sarcófago de Pacal [FIGURA 1]. Sobre esta enorme losa de más de 8 m2 figura una ornamentación de carácter cosmológico, cuyos motivos
dan prueba de una gran elevación espiritual.
El bajorrelieve representa en su centro al soberano Pacal descansando sobre el monstruo de la Tierra. Está echado hacia atrás, como en éxtasis, el rostro vuelto hacia el cielo.
Debajo de él, la enorme boca del mundo subterráneo, representada por las mandíbulas de un jaguar, se dispone a engullir al difunto. Encima del soberano se alza el Árbol Cósmico, en forma de cruz,
cuyos brazos acaban con imágenes del Dragón que simboliza la sangre, elemento primordial del ritual maya y de la mayoría de las religiones precolombinas.
Encima de este árbol está el Pájaro Celeste: una especie de quetzal o de Fénix, que preside el empíreo. Suspendida de este Árbol de la Vida, como una guirnalda, hay una Serpiente
bicéfala. Sus bocas, que cuelgan de una y de otra parte, están abiertas de par en par, y de su interior emergen las cabezas de dos divinidades.
En realidad, todo el panteón maya, con su sistema cosmológico, está resumido en el magnífico bajorrelieve que adorna el sarcófago destinado al soberano de Palenque. Esta obra,
ejecutada con una delicadeza y seguridad extraordinarias, informa sobre la organización del universo; los días y las noches, los astros como el Sol y la Luna, incluso la Vía Láctea, constituyen
el marco (en sentido estricto), de esta imago mundi que se desarrolla alrededor del rey. Pacal, en el centro, desempeña el papel de gran organizador del mundo de los vivos y de los
muertos, de intermediario entre el abismo de Xibalba y la claridad celeste. Está aquí, como suspendido entre dos infinitos, Señor de un universo mítico y divino.
Alrededor del sarcófago están esculpidas las imágenes de los antepasados de Pacal: estos retratos de familia le unen a toda una estirpe real, que se remonta a seis generaciones.
En el interior del sarcófago, además de una serie de amuletos de piedras semipreciosas de color verde, se encontraba la soberbia máscara de mosaico de jade [FIGURA 2],
de intenso colorido, que cubría la cara del difunto inmortalizando sus rasgos: sus ojos son bolas de nácar, el iris es de obsidiana, y las pupilas pintadas le confieren una expresión fascinante.
En su boca brilla el amuleto de la inmortalidad, en forma de «T». El puente de la nariz está realzado —como en los bajorrelieves— por un ornamento que llega hasta la mitad de la frente, siguiendo
la tradición estética de los mayas. Quizá este elemento estaba hecho de un material plástico —¿tal vez derivado del caucho, que abundaba en la selva?— que se aplicaba sobre la piel...
Debajo del sarcófago los arqueólogos han descubierto dos cabezas de estuco de admirable calidad. Son esculturas hechas con trazos muy delicados, realzados por un modelado de gran
sensibilidad, que subraya el rostro demacrado, los ojos y el reborde sutil de los labios. Se trata de verdaderos retratos del soberano, pertenecientes a dos épocas de su vida. reproducen la belleza
ideal de este gran señor llamado Pacal, que rigió durante sesenta y ocho años los destinos de la ciudad de Palenque. |
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