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Los principales edificios de la ciudad ribereña —el Usumacinta constituía un límite territorial, ya que en la otra orilla no hay construcciones— presentan similitudes con los de Palenque: el mismo aparejo, los mismos techos de mansarda, la misma crestería, etc. Las crestas caladas que rematan las construcciones de Yaxchilán soportaban,
al igual que en Palenque, esculturas de estuco. Pero es difícil hacerse una idea de cómo eran, ya que están muy erosionadas por la lluvia y la vegetación.
El gigantesco templo 33 [FIGURA 1], que domina el centro de la ciudad, es obra de «Pájaro-Jaguar» y de Xok, su madre, que de este modo ensalzan
los importantes acontecimientos de su reinado. Tiene toda una serie de bajorrelieves, en los que los soberanos asocian al príncipe heredero con las grandes ceremonias que ellos presiden a mediados
del siglo VIII.
El plano de la ciudad, que ha sido pacientemente reconstruido por una expedición americana, a pesar de la omnipresencia de la selva virgen, revela un impresionante trabajo de
acondicionamiento: los accesos a las acrópolis han sido remodelados, hay escalinatas que suben por las colinas y conducen a templos, y pirámides que coronan montículos; en una palabra, todo el
paisaje ha sido objeto de una verdadera escenografía que ha transformado la naturaleza en un grandioso centro ceremonial. Los edificios ocupan la orilla del majestuoso río y están escalonados
sobre las abruptas pendientes, ocultos bajo la vegetación tropical. |
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