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Los Mayas: palacios y pirámides
VIII. Aportaciones mexicanas a Yucatán
         
 
  INDICE  
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  VIII. APORTACIONES  
Influencias toltecas
Los monumentos
Templo Guerreros
El juego de pelota
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  TABLA CRONOLOGICA  
  GLOSARIO  

 

FIGURA 1

Figura 1

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FIGURA 2

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FIGURA 3

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FIGURA 4

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FIGURA 5

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FIGURA 6

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FIGURA 7

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FIGURA 8

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El amplio complejo bautizado como Templo de los Guerreros [FIGURA 1] es el conjunto más importante de Chichén Itzá. Es también el que muestra con más claridad la influencia de los toltecas en Yucatán, ya que su planta [FIGURA 2] procede directamente del templo principal de Tula, llamado santuario de Tlahuizcalpantecuhtli, o templo del planeta Venus, bajo su forma de Lucero del alba, encarnada en Quetzalcoatl [FIGURA 3].

¿Cómo se presenta el santuario maya-tolteca de Chichén Itzá? Se trata de una pirámide que soporta una gran cella cuadrada, a la que se llega mediante una escalinata axial que desemboca en la plataforma superior, frente a un gran Chac Mool de piedra [FIGURA 4]. Éste precede al pórtico de entrada formado por dos grandes serpientes de cascabel, con la boca a ras del suelo —una boca amenazadora, abierta de par en par— y la cola levantada, soportando el dintel [FIGURA 5].

Esta pirámide está formada por cuatro escalones en forma de talud-tablero, cuyos entrepaños están cubiertos de relieves que representan los símbolos de las órdenes de los Águilas y de los Jaguares, así como escenas del ritual [FIGURAS 6-7-8].

Al pie del edificio, un cuádruple pórtico sobre pilares conduce a una gran sala hipóstila con tres naves, de la que actualmente sólo se conservan los soportes cuadrados, en número de sesenta. Este espacio cubierto estaba prolongado lateralmente por las salas cubiertas llamadas de las Mil Columnas [FIGURA 9].

De hecho, Chichén Itzá es una transposición absolutamente fiel del modelo del templo de Tula. El mismo concepto general de la pirámide que soporta un gran santuario superior, la misma presencia de un Chac Mool en la entrada, la misma ornamentación repetitiva de Águilas y de Jaguares en los escalones, los mismos pilares en forma de serpiente de cascabel, cuya cabeza —con la boca abierta— está en el suelo, mientras que el cuerpo forma el fuste, y la cola de cascabel se levanta para soportar el dintel del pórtico de entrada. Finalmente, al pie del volumen piramidal, la misma sala hipóstila con varias naves y múltiples soportes.

Al llegar a Chichén Itzá, los toltecas edificaron así una especie de «super Tula», que les recordaba fielmente su antiguo santuario. Hay que señalar, sin embargo, que el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá había sido precedido, como el Castillo, por una construcción anterior que se ha encontrado dentro de su volumen: un primer templo, que remata una estructura análoga, pero decididamente más pequeño, cuyas características fueron retomadas por la construcción posterior que lo englobó. Esta construcción primitiva tenía ya el sistema de abovedado en hormigón de los mayas, unido a los pórticos sobre pilares de piedra. De ello se deduce que, de entrada, los recién llegados adoptaron los métodos de construcción de los arquitectos mayas. La única diferencia entre los templos de las dos fases reside en un hecho significativo: en lugar de una sola fila transversal de pilares en cada una de las dos salas (vestíbulo y sanctasanctórum) de la primera construcción, la segunda presenta un doble pórtico transversal, lo que demuestra que los constructores se atrevieron a crear espacios internos más amplios a base de soportes más ligeros y aéreos.

En esta última fase de la arquitectura de Yucatán, asistimos a la realización de lugares de reunión de considerables dimensiones [FIGURA 10]. Las necesidades de culto de los guerreros obligaban a crear salas hipóstilas inmensas [FIGURA 11]. La del Templo de los Guerreros despliega sus naves a 50 m de anchura y 12 m de fondo, cubriendo en total 600 m2, mientras que la sala principal de la Casa del Gobernador de Uxmal no medía más de 80 m2. Se prolongaba a través de un ala de 110 m de longitud y dispuesta en ángulo recto, cubriendo así 1.400 m2, mientras que la otra sala hipóstila, que flanqueaba el lado sur de la pirámide, medía aproximadamente lo mismo. El grupo llamado de las Mil Columnas totaliza así 200 pilares cuadrados y columnas redondas que sostenían bóvedas de hormigón sobre dinteles de madera.

La audacia de los arquitectos de Chichén Itzá consistió en combinar los numerosos soportes (pilares o columnas) de los toltecas con las grandes bóvedas de piedra de la arquitectura de los mayas. Por lo tanto, las cubiertas de hormigón abocinadas ya no descansan sobre muros, sino sobre hileras de fustes. Para conseguir estas salas hipóstilas de dimensiones no conocidas hasta entonces se recurrió a vigas transversales para unir entre sí los numerosos soportes pétreos.

La fórmula era elegante. Pero si los dinteles de madera de zapote se quemaban o pudrían, toda la cubierta se desplomaba, arrastrando consigo pilares y columnas. La innovación maya-tolteca pagaba así los avances técnicos con una mayor fragilidad. Lo cual tuvo como consecuencia que algunas de las grandes salas hipóstilas abovedadas de Chichén Itzá no hayan llegado intactas hasta nuestros días [FIGURA 12].

En la prolongación meridional del área de las Mil Columnas, una estructura simétrica de 75 m de ancho forma un vestíbulo bordeado por un pórtico. Esta entrada antecede un espacio cubierto de planta cuadrada, cuya columnata, que recorre todo el perímetro, determina una especie de impluvium. Soportada por columnas altas, de una extraordinaria elegancia, una techumbre de hojas de palmas sobre carpintería de madera hacia las veces de patio. Este airoso edificio, llamado Mercado [FIGURA 13], retoma, aligerándola, la fórmula centrípeta de los patios de Tula, destinados a las asambleas de guerreros.

Como vemos, en la Chichén Itzá maya-tolteca de la época postclásica hay una verdadera eclosión arquitectónica. Por lo tanto, en las postrimerías de la civilización maya, la arquitectura alcanza su realización más notable, aportando al arte yucateca una serie de espacios internos que jamás había conocido ninguna cultura precolombina, y que al parecer sólo fueron superados por las construcciones palaciegas de los aztecas, de las que —ipor desgracia!— ignoramos demasiadas cosas, ya que su descubrimiento por las fuerzas de Cortés fue inmediatamente seguido por su destrucción total en 1522, en la Tenochtitlán asolada por los ataques de los conquistadores españoles.

A este respecto, observaremos que hay un tipo de edificios que ha desaparecido por completo de la Chichén Itzá maya-tolteca: el palacio, o vivienda de piedra. Ya no se construyen edificios con estancias vivideras, ni se planifican hileras de apartamentos dispuestos en forma de cuadriláteros. ¿Acaso los nuevos dueños de Yucatán habían adoptado, como única morada para sus escogidos, las viejas construcciones de la Casa de las Monjas? ¿O acaso los jefes guerreros y los «nobles», volviendo a las tradiciones ancestrales, ahora se conformaban con vivir en chozas de barro y palmas?

En cambio, por lo que respecta a la higiene —probablemente relacionada con ritos de purificación—, la nueva Chichén Itzá ofrece unos pequeños baños de vapor abovedados que demuestran la preocupación por la limpieza que tenían los pueblos amerindios del trópico.

 
 
 

FIGURA 9

 

FIGURA 10

 

FIGURA 11

 

FIGURA 12

 

FIGURA 13

 
 
Figura 9
 
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