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Románico: ciudades, catedrales y monasterios
III. Las iglesias y las peregrinaciones: edificios esculpidos
         
 
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  III. PEREGRINACIONES  
Las rutas
La arquitectura
Edificios esculpidos
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  GLOSARIO  
 

FIGURA 1:
San Martín de Frómista

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FIGURA 2: SANTIAGO DE COMPOSTELA

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FIGURA 3:
SAN ISIDORO DE LEON

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       Aunque estas páginas tratan de arquitectura, resulta difícil en el arte románico establecer la separación entre ésta y la escultura monumental que, sobre todo en el siglo XII, constituyó la decoración prestigiosa de la mampostería y el arte de construir. A finales del siglo XI, la escultura románica volvía a descubrir la Antigüedad, de la que empezó a aprovechar el capitel corintio y la monumentalidad de la ornamentación. Y fue el Camino de Santiago donde aparecieron los grandes modelos de la escultura románica, que se difundieron definitivamente durante el siglo XII con una total diversidad. En Francia, el Languedoc se vio influenciado por Toulouse. Sin embargo, en la parte española del llamado «Camino Francés», se aprecia una semejanza clara entre la diversa decoración esculpida románica, como demuestran las iglesias de San Martín de Frómista [FIGURA 1], Santiago de Compostela [FIGURA 2], San Isidoro de León [FIGURA 3] o, incluso, las catedrales de Pamplona y Jaca. Podríamos añadir otros edificios situados ya fuera del Camino, pero también utilizados por los peregrinos; por ejemplo, Santa maría de Iguacel y San Juan de la Peña, así como la capilla principal del castillo de Loarre y la iglesia de San Salvador de Nogal de Las Huertas. Las de Saturnino de Toulouse y San Pedro de Moissac, emplazadas al otro lado de los Pirineos, completarían el grupo. La existencia de un esquema monumental común se observa, en particular, en tres obras importantes de la misma época: las de Toulouse, León y Compostela. Es probable que los escultores de la colegiata de León aprovecharan la continuidad de la escultura ornamental de la Alta Edad Media hispánica, y los de Toulouse, por su parte, conocieran la escultura de la Antigüedad tardía regional.
     En cualquier caso, los diversos centros creadores muestran una misma preferencia acentuada por la Antigüedad. Recurren al modelo corintio y utilizan una decoración de palmetas y florones. Las hojas de acanto aparecen a menudo combinadas con bolas y piñas. A estas fuentes decorativas de gusto antiguo, los escultores románicos añadieron otro motivo: la lacería. Esta ornamentación fue evolucionando hasta convertirse, ya en un románico totalmente elaborado, en un sistema de entrelazado muy separado de la campana del capitel. En estos elementos florales, los artistas introdujeron los animales, en su mayoría leones o aves tratados de modo muy esquemático. En realidad son meros motivos ornamentales que se adaptan a la estructura de los capiteles y acentúan su función arquitectónica. Esta deformación también se aplica a la figura humana, que vuelve a incluirse en la decoración esculpida, aunque los escultores se inspiran en modelos diferentes. En Moissac y Toulouse se basa en objetos de marfil o en orfebrería. Esta característica se manifiesta con claridad en los pilares del claustro de San Pedro de Moissac y en las planchas esculpidas en el taller de Bernardo Gilduino para San Saturnino de Toulouse. Los personajes se adaptan a la arquitectura por medio de arcadas, bajo las cuales se tienen en pie, y suelen estar esculpidos en superficies planas. Este modelo se emplea para los relicarios de marfil, como el de San Isidoro de León. En la catedral de Jaca y en San Martín de Frómista, en cambio, los artistas se inspiran en los sarcófagos romanos. Uno de los capiteles de Frómista presenta diversas caras, las cuales, unas a lado de las otras, forman una composición que aparece en un sarcófago romano de la época de Adriano, procedente de Husillos, localidad situada a unos veinte kilómetros de Frómista. Unos personajes blandiendo serpientes, que adornan algunos capiteles de la catedral de Jaca, se inspiran asimismo en obras romanas. También a partir de modelos romanos con relieve destacado o en alto relieve se elabora la decoración esculpida de las iglesias de San Isidoro de León y Santiago de Compostela.
 
 

 

  En un principio, la primera ornamentación esculpida apareció en el interior de los edificios, en el bisel de los capiteles y sus ábacos, que el escultor del románico no cesó de enriquecer y diversificar. Los 260 capiteles de San Saturnino de Toulouse colocados en el arranque de los arcos de medio punto del interior del edificio presentan una gran continuidad estilística. Los de las partes inferiores y el transepto contienen una decoración espesa que incluye todos los tipos de palmetas; los del deambulatorio derivan del corintio; la cabecera, a su vez, presenta capiteles historiados cuyo estilo se encuentra hasta en las tribunas del coro y, por último, en las naves laterales exteriores aparecen tan sólo adornados con hojas. Las fechas de todos estos elementos esculpidos pueden establecerse teniendo en cuenta que, por una parte, el escultor Raymond Gayrard trabajó en esa iglesia desde el último cuarto del siglo XI hasta su muerte en 1118, y que, por otra, el también escultor Bernardo Gilduino realizó una mesa de altar consagrada en 1096, cuyas formas esculpidas caracterizan un género propio de finales de siglo. En España aparecieron unas creaciones parecidas a estas últimas unas décadas antes del final del siglo XI. En San Saturnino de Toulouse, la gran importancia otorgada al mobiliario del altar recuerda la abundancia de la orfebrería y el lujo que aparece alrededor de la basílica de Compostela. Los capiteles más antiguos están adornados con una decoración animalística exquisita, muy inspirada en las estructuras vegetales.
     A la vez que se desarrollaba esta escultura arquitectónica y mobiliaria, el edificio se enriqueció en el exterior, sobre todo en la entrada, la fachada, la portada o el tímpano. El escultor románico disponía ya de superficies más amplias, aptas para acoger grandes concepciones iconográficas. Una de las portadas más antiguas es la puerta de los Condes del transepto de San Saturnino de Toulouse. Se halla desprovisto de tímpano y la fachada presenta sólo tres figuras de santos, en dimensión reducida y bajo arcadas, entre los que se encuentra San Saturnino. Lo esencial de la decoración historiada se reserva todavía a los capiteles, situados en los abocinamientos de dos ajimeces. Un paso adelante supuso la portada occidental de la catedral de Jaca, en la que el artista intentó plasmar el simbolismo religioso. Con todo, los personajes resultan difíciles de identificar y sólo se conocen gracias a las numerosas inscripciones.
 
 

FIGURA 4: PUERTA DE LAS PLATERIAS

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       La gran portada románica apareció en realidad hacia 1100-1115, en la catedral de Santiago de Compostela, con la puerta de Francia y la puerta de las Platerías [FIGURA 4], en San Saturnino de Toulouse, con la puerta de Miégeville, y en San Isidoro de León con la portada del Cordero y la del Perdón. A ambos lados de la arquivolta, suelen aparecer dos santos en alto relieve o exentos. En San Saturnino de Toulouse se trata de San Pedro y San Santiago; la iglesia de San Isidoro de León acoge las reliquias de San Isidoro y San Vicente, representados en la portada del Cordero. El tema de la Ascensión queda plasmado en la portada del Perdón de León y la puerta de Miégeville de Toulouse. Ambas composiciones se caracterizan por una originalidad iconográfica poco frecuente: los ángeles se sitúan a ambos lados de Cristo, al que ayudan físicamente a elevarse a los cielos. En León, esta escena se acompaña con un Descendimiento de la Cruz y una Resurrección, en la que se recuerda la visita de las santas mujeres al sepulcro vacío el día de Pascua. En Toulouse, sin embargo, la representación invade el tímpano y llega hasta el dintel: los apóstoles con la cabeza inclinada hacia atrás contemplan cómo Cristo desaparece entre las nubes. Los diferentes elementos de estas composiciones esculpidas adoptaron, desde entonces, un lenguaje comprensible de inmediato.
     Esta evolución encuentra su plasmación completa en el tímpano de Toulouse: en el centro aparece Cristo con los pies en tierra y los brazos levantados sostenidos por los ángeles; su rostro, vuelto al cielo, nos indica que está a punto de ascender a lo alto. Lo encuadran cuatro ángeles, con las caras mirando también hacia arriba. El tema de la Ascensión se representa, pues, con gran acierto. Además, el escultor recurre al marco arquitectónico para distinguir el mundo terrenal del celeste: los apóstoles se colocan, por tanto, en el dintel mientras que Cristo ocupa el centro del tímpano.
     Entre todas estas composiciones, las más ricas proceden de la catedral de Santiago, que contaba, como mínimo, con tres portadas. Dos arcos de medio punto y de iguales dimensiones configuraban la portada septentrional, llamada Puerta de Francia y desaparecida en la actualidad. Según los textos, sabemos que Cristo aparecía en majestad rodeado por los cuatro evangelistas. El Paraíso Terrenal y la Caída de Adán y Eva estaban esculpidos en el tímpano de la derecha, y la Expulsión del Paraíso y la Anunciación en el de la izquierda. La portada meridional o puerta de las Platerías consta asimismo de dos arcos de medio punto. Se inscribe en un rectángulo rematado por una cornisa en la que figuran numerosos santos esculpidos, los cuales cubren el espacio arquitectónico. A la derecha se representa la Pasión y la Infancia de Cristo y, a la izquierda, la Tentación en el desierto. Al oeste, la portada románica mostraba la Transfiguración de Cristo pero fue reemplazada por el pórtico de la Gloria a finales del siglo XII, el cual se organiza tomando como referencia un parteluz con la estatua de Santiago. El tímpano ilustra el Juicio Final y el Apocalipsis. La escultura es rica y abundante y ya se vislumbra con fuerza la influencia del gótico. Estos conjuntos se caracterizan por una profusión de la decoración historiada y figurativa, que sobresale de los tímpanos y cubre parte de la fachada. En las columnas salomónicas se insertan asimismo representaciones figurativas.
 
 

MISSAC

FIGURA 5

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FIGURA 6

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DETALLES DE LA PORTADA Y EL PARTELUZ

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       La escultura también invadió los claustros. La abadía de Moissac [FIGURA 5] presenta el más antiguo de los claustros románicos historiado del sur de Francia. Su fecha de construcción nos ha llegado grabada en el pilar central de la galería occidental: «El año de la Encarnación del Príncipe Eterno 1100, se concluyó este claustro, en la época del señor abad Ansquitil. Amén.» Las galerías porticadas presentan pequeñas columnas de mármol, alternando simples y duplicadas, coronadas por unos capiteles exquisitos esculpidos con motivos geométricos, vegetales y animales. Los florones antiguos se combinan con un diseño de tallos y follaje para recubrir por completo las dos hileras de hojas de la campana del capitel. Este entrelazado tan tupido no deja espacios vacíos y, al estar tratado en superficie plana, se asemeja a un bordado. Esta tendencia se manifiesta aún más en los capiteles, pues ya no descansan en un modelo corintio sino en otro cúbico.
     Las escenas historiadas ilustran la Redención, con la historia de la caída de Adán y Eva y la de Caín y Abel. Otras menos numerosas representan episodios del Antiguo Testamento con Isaac, Sansón, David y Daniel. La infancia de Cristo y su vida pública aparecen con frecuencia [FIGURA 6]. La Pasión, en cambio, sólo se trata en dos capiteles, con el Levantamiento de los pies y la doble representación de la Cruz. Este conjunto se completa con las escenas relativas al ciclo del Apocalipsis. Por último algunos capiteles recuerdan el martirio de los santos (San Esteban, San Lorenzo, San Saturnino, San Fructuoso, etc.) y los milagros de la vida de San Benito y San Martín.
     Una de las características más originales de este claustro radica en los pilares, que están construidos en ladrillo y revestidos con placas de mármol esculpidas en bajo relieve. Ocho figuras de los apóstoles bajo las arcadas, reagrupadas de dos en dos, ocupan los pilares de los ángulos. El pilar central de la galería este se encuentra decorado por una efigie conmemorativa de Durand de Bredons (1048-1072), primer abad cluniacense de Moissac, el cual restableció la vida espiritual y material de la abadía. El emplazamiento elegido para la imagen de este santo varón posee una gran significación: atestigua la voluntad de los monjes de instaurar un ideal de vida imitando a los discípulos de Cristo después de la Ascensión, lo que sugiere, por otra parte, la importancia que pretendía adquirir esta orden monástica en el seno de la Iglesia.
     Así pues, los capiteles de Moissac presentan ricas composiciones, sobre todo muy equilibradas. Las figuras, de dimensiones reducidas, sobresalen con donaire de un fondo desnudo, a menudo importante, lo que les concede una gran legibilidad. Además, están trabajadas con muchos detalles de una enorme precisión. Cabe señalar que estos capiteles historiados del claustro de Moissac no están dispuestos en secuencias continuas. Los diferentes episodios bíblicos se encuentran diseminados por las cuatro galerías del claustro. El escultor suele representar una escena por cara en los capiteles simples o dobles, en función de si coronan una o dos columnillas. Algunas escenas, no obstante, invaden las caras adyacentes, y otras están unidas por un elemento decorativo o un motivo figurativo común.
     Cuando terminaron el claustro de Moissac, algunos de los escultores realizaron una serie de capiteles para el priorato de La Daurade, que poseía la abadía en Toulouse. Estos trabajos se interrumpieron y se reanudaron con un proyecto muy ambicioso —como mínimo de 12 capiteles— que tenía que relatar la historia de la Pasión y la Resurrección de Cristo, desde el Lavamiento de los pies hasta Pentecostés. Por desgracia, ese claustro quedó destruido durante la Revolución Francesa, pero los elementos que se han conservado muestran que el maestro de La Daurade decidió agrupar en una misma campana del capitel el desarrollo de las escenas. En un mismo capitel se aprecia, por ejemplo, el Beso de Judas, el Arresto y el Juicio de Cristo, la Flagelación ya Cristo con la Cruz a cuestas. La mayoría de las escenas se suceden bajo arcadas, en ocasiones desprovistas de columnas, para poder ampliar el campo de la acción. Otras se desarrollan sobre un fondo guilloqueado que, al igual que los arcos, recuerda el labrado de los objetos de orfebrería o marfil. Durante las primeras décadas del siglo XII, los claustros historiados aún parecen hallarse poco extendidos, según se aprecia en los restos que nos han llegado. En Conques, por ejemplo, el claustro, ordenado construir por el abad Bégon (1087-1107), incluye todavía escasos capiteles historiados.
     A caballo entre los dos siglos, diríase que estas diversas composiciones ilustran la aparición de una iconografía propia del claustro románico. La arquitectura y la escultura se combinan de forma inevitable en su elaboración y, a partir de entonces, en la de cualquier edificio románico religioso importante. De este modo, la escultura invadió los capiteles, las fachadas, los claustros y, en general, el ámbito arquitectónico de la iglesia, que acogía al creyente y, al mismo tiempo, le enseñaba lo esencial de la liturgia católica. Según parece, las rutas de peregrinación desempeñaron un papel importante en la elaboración de un modelo iconográfico. En esa época también resurgió el tímpano, que a través de sus esculturas ofrecía a los fieles una síntesis de la doctrina cristiana, así como la visión católica del orden del mundo. La fachada arquitectónica ya no se consideraba acabada si no contaba con decoración esculpida. El escultor románico puso su arte al servicio de la religión y creó sus obras para gloria de Dios, por lo que se convirtió en un personaje muy apreciado en la sociedad de su tiempo. Lo más normal es que nos hayan llegado en obras religiosas, aunque los escultores también trabajaban para los señores ricos que deseaban decorar sus viviendas privadas.
 

 

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