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Románico: ciudades, catedrales y monasterios
IV. Arquitectura civil y militar. Las obras de defensa: introducción.
         
 
  INDICE  
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  IV. ARQUITECTURA CIVIL Y MILITAR  
  La ciudad  
  Palacios Imperiales  
  Obras de defensa  
Introducción
Francia
Islas Británicas
Península Ibérica
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  GLOSARIO  
       En la época románica, el castillo cumplía una importante función social: contribuyó junto con las iglesias parroquiales y los monasterios a la transformación del paisaje rural y a la reagrupación de núcleos de población. Su primera función, no obstante, era la defensiva, sin olvidar que era la residencia del señor feudal. Su estructura tenía que responder, pues, a unas pautas de vivienda y de recepción. Por último, el castillo podía contar con otras funciones si se trataba de un centro administrativo o si dominaba una explotación agrícola. La vida se organizaba desde el castillo. Su construcción, ordenada a menudo por el señor, fue desde el siglo XII el objeto de la codicia de las autoridades, de luchas e insubordinaciones. Por eso los señores tuvieron que recurrir a la fuerza para conseguir que prevalecieran sus derechos en materia de fortificaciones. Los castillos de multiplicaron y se convirtieron en el símbolo del poderío señorial.
     La riqueza de los castellanos procedía normalmente de las explotaciones agrícolas. Con la reorganización de la administración local, adquirieron verdadero poder. Un grupo de caballeros, vinculados al castillo, siempre se hallaba en los alrededores y participaba en las expediciones militares. Estos diversos elementos afianzaban la estructura feudal.
     El emplazamiento del castillo se elegía por su papel estratégico, pues desde él se tenían que defender las tierras del señor feudal, a la vez que se manifestaba su poder. Algunos recintos fortificados se abandonaban en ocasiones en beneficio de otros más adecuados, por motivos de la estructura social regional y de los cambios violentos que experimentaba. Cabe añadir que, a veces, se producía la reagrupación de varios castillos.
 
 

ALMOUROL

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CHÂTEAU-GAILLARD

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       Estas construcciones contribuyeron a la transformación del paisaje rural atrayendo enseguida a su alrededor a grupos de población; además, con frecuencia fueron el origen de la creación de burgos o aldeas. De todas formas, no resulta sencillo establecer en cada caso si fue el castillo el que dio lugar al pueblo o al revés. El castillo solía sustituir a una curtis estableciéndose en el centro de una explotación. En ocasiones, el castillo intentaba instalarse cerca de un monasterio. Su establecimiento no tenía por qué ocupar a la fuerza el lugar de un antiguo núcleo de población. Cuando se decidía su construcción en un lugar poco poblado y bastante aislado, se requerían penosos trabajos de desbroce y de organización de la ocupación del suelo.
     Su distribución, forma y estructura varían según las regiones. El emplazamiento para la vivienda revestía especial importancia en las zonas fronterizas. Estos territorios no poseían límites lineales sino que estaban definidos por la ubicación de plazas fuertes, desde las cuales los señores podían atacar y asegurar la protección de los habitantes. El castillo fronterizo constituía el mayor símbolo del poder de un soberano frente a enemigos y vecinos. Otros castillos velaban por la vigilancia de los caminos y se enriquecían gracias a los portazgos, exigidos como derecho de paso a través de las tierras del señor.
     En el terreno táctico, el castillo tenía que disponer de todos los elementos necesarios para la defensa del lugar. El adversario podía atacar escalando, arrojando artillería o con atalayas móviles. También podía excavar una mina subterránea o abrir una brecha en la muralla. La táctica del sitio se utilizaba con mucha frecuencia, por lo que la plaza fuerte debía estar preparada para afrontar un largo periodo de aislamiento. El profundo foso que rodeaba al castillo era la solución más eficaz contra la escalada. El donjón central se hallaba rodeado de varios muros que permitían una resistencia aún más efectiva. Los baluartes protegían las cortinas, y las torres de los ángulos facilitaban la defensa radial. Además, las puertas eran escasas y se encontraban muy protegidas. La muralla solía construirse con sillería de tamaño medio, en él se abrían numerosas troneras, y estaba rematado por un parapeto almenado, en ocasiones con matacanes. Los muros estaban reforzados en la base, sobre todo los de las torres y el donjón, por medio de taludes.
     Gautier de Thérouanne nos dejó una descripción de los años 1100-1130 del castillo de Merckem, en Flandes: «Junto al cementerio de la iglesia se elevaba una torre alta, que podríamos llamar castillo o fortaleza, construida ya hace años por unos señores según el uso de la región; pues en esta comarca es costumbre de los más pudientes y nobles acumular una mota, lo más elevada posible, excavar un foso alrededor, mejor cuanto mayor fuere la anchura y la profundidad, y rodear por completo la cumbre de la mota con una empalizada de planchas unidas, de una gran solidez, que forma una muralla flanqueada, en la medida de lo posible, por cierto número de torres. Dentro del muro construyen, en el centro, una vivienda o, mejor dicho, una fortaleza que tiene que controlar todo el perímetro; y se dispone de tal manera que la puerta de entrada al castillo sólo resulte accesible a través de un puente que surge de la contraescarpa del foso y asciende en suave pendiente, sostenido en los intervalos deseados por maderos emparejados o, en ocasiones, en grupos de tres; su inclinación está calculada de tal modo que, una vez se atraviesa el foso, llega a la cresta de la empalizada y toca su borde en el punto que corresponde justamente al umbral de la puerta.» Esta descripción tan instructiva proporciona una definición del castillo románico de mota, en el que destaca el donjón.
     En los albores del siglo XI, apareció el castillo de mota en Europa occidental, entre el Loira y el Rin. Los más antiguos de Inglaterra fueron construidos por los emigrantes normandos y datan de mediados de ese mismo siglo. Este tipo de fortificaciones no aparecen en la península Ibérica. La forma más extendida fue la colina troncocónica; en el siglo siguiente, la forma de cuadrilátero con esquinas redondeadas se fue convirtiendo en la más corriente. Para llegar a la mota, desde el interior o el exterior del recinto, se utilizaba una pasarela sostenida por grandes maderos, que unía el exterior del foso con la cumbre de la mota. En ocasiones, se reunían dos o tres motas por razones defensivas o en función de la situación familiar de los señores.
 
 

DONJON CUBICO

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DONJON RESIDENCIAL

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       Se puede establecer una evolución continua desde la mota primitiva del siglo X hasta la casa fortificada de mediados de siglo XIII. Las primeras se situaban en los altos y son anteriores a las que se construyeron en el llano, que no aparecieron hasta principios del siglo XIII. Las motas situadas en esos cerros son circulares y esbeltas, con una pequeña superficie en la cubierta y fosos sin agua muy profundos. Las motas de espolón se adaptaban a las condiciones naturales mientras que los otros tipos, en general de forma ovalada, se construían en pendiente. Un tercer tipo de mota se alzaba en el borde de una meseta y dominaba toda la ladera que descendía hasta el valle o vigilaba el camino. La mayoría de las motas de los llanos presentaban forma rectangular o circular. La planta se adaptaba al relieve natural, y la muralla menos elevada y el foso menos profundo seguían su forma.
     Las excavaciones de la mota de la capilla, en Doué-la-Fontaine, permiten reconstituir el esquema de la evolución de un emplazamiento medieval fortificado. El aula residencial del primer tercio del siglo X se reconstruyó en piedra tras un incendio acontecido poco antes de la mitad de dicho siglo. Asistimos entonces al nacimiento del donjón monumental: los muros de la sala rectangular (convertida en bodega) están realzados, las puertas se sitúan a 5 m de altura y las viguetas sobre las que descansa el suelo del piso (iluminado por ventanas) están sostenidas por maderos. Otras viviendas señoriales (Langeais) adoptarían este tipo de planta hacia mediados del siglo X. Por último, durante la primera mitad del siglo XI, las dos plantas inferiores del donjón de Doué se vieron rodeadas por una importante capa de tierra y se realzaron las partes elevadas: el donjón quedaba «enmotado».
     En el siglo X, el donjón de piedra románico evolucionó paralelamente al de madera en la región del curso medio del Loira y en Anjou, pero no adoptó su forma definitiva hasta el siglo XI, como muestran los ejemplos de Langeais, Vendóme y Montbazon. Hasta finales del siglo XII, el donjón cuadrangular fue la fortificación más utilizada (Gisors, Houdan), o bien aislado o bien integrado en una fortaleza. En el castillo, diferentes obras se disponían a su alrededor. El recinto era triple: el primero rodeaba el corral, las granjas y las dependencias; el segundo, la capilla, las tiendas y el alojamiento de la guarnición; el último, protegía la vivienda del donjón.
 
 

DONJON REFORZADO

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LA TORRE-VIVIENDA

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       Los grandes donjones cúbicos normandos se asemejan a los ingleses. Los de Caen, Arques y Falaise se remontan a los años 1115-1130, durante el reinado de Luis VI el Gordo (1108-1137). La difusión de torres cilíndricas o prismáticas como remates de los cuerpos de los edificios (París, Provins) también aparece en el sudoeste de Francia, en los castillos de Foix, Dax y Pau. Fue sobre todo a partir del siglo XIII que la construcción militar avanzó en el Langúedoc y la región del Aude, como muestran Peyrepertuse, Aguilar y Quéribus.
     El donjón con contrafuertes se extendió por Inglaterra y el oeste de Francia. Las aberturas se practicaban a una altura considerable y la puerta, que se situaba en el primer o segundo piso, estaba a 5 m del suelo como mínimo. Las diferentes plantas contenían una única sala. Las inferiores eran abovedadas y no disponían de aberturas: se accedía por una trampilla dispuesta en la bóveda. El primer piso era la planta noble, mientras que el segundo se destinaba a vivienda normal (Loches). Con el tiempo, se prefirió el donjón circular o poligonal, que facilitaba el tiro y la defensa.
     El cronista Lamberto d'Ardres ofrece una descripción de la fortificación que Arnul, señor de Ardres (en el departamento francés de Pas-de-Calais) erigió hacia 1099. La mota estaba coronada por un «cuerpo de madera, de estructura magnífica, cuya belleza excedía a todos los castillos de Flandes de la época. Por su empresa, podríamos comparar al constructor, un carpintero de Bourbourg llamado Lodewick, con Dédalo, ya que la obra era un verdadero laberinto en el que se acumulaban cavas, habitaciones, pasillos, graneros que daban paso a las bodegas, y una capilla situada en la cúspide, del lado de levante. La construcción constaba de tres plantas, con suelos diáfanos separados por inmensos intervalos. La primera se encontraba a ras de suelo y en ella se hallaban los cuartuchos destinados a las diversas cosechas y a todos los utensilios del castillo, como canastos, toneles, cubas y otros similares. En la segunda, reservada para vivienda y reuniones de toda la familia, se encontraban los cuartillos de paneteros y coperos, así como la gran cámara en la que dormían el señor y su esposa. Junto a esa estancia estaba el escusado de las señoritas y la habitación o dormitorio común de los hijos. A través de la gran cámara se accedía, por una puerta falsa, a otro escusado, donde se encendía un fuego por la mañana y por la noche, cuando había enfermos, para su curación, e incluso para que no se enfriaran los niños durante la época de lactancia. A esta planta se unía exteriormente la cocina, que disponía de dos pisos. En la parte inferior se criaban por separado cerdos, ocas, capones y aves de corral, siempre en cantidad suficiente para el consumo. En la superior vivían los cocineros y ayudantes de cocina, y se preparaba la delicada comida de los señores y la del servicio. La última planta del castillo estaba dividida, por desvanes de varias alturas, en habitaciones con diferentes accesos. Allí dormían las hijas y los hijos del señor; las primeras, permanentemente, los segundos cuando les parecía. También era el lugar de descanso, por turnos, de los vigías y guerreros encargados de la custodia del castillo. Un buen número de escaleras y pasillos comunicaban los pisos y las estancias entre sí, el cuerpo del edificio con la cocina o la logia (lugar así llamado con mucho acierto porque, al estar destinado al placer de la conversación, deriva su nombre de logos, «4discurso»), o, también, la logia con el oratorio o capilla, cuya decoración de pintura y escultura era comparable con el tabernáculo de Salomón». Esta descripción tan precisa de la organización interna podía aplicarse a cualquier tipo de donjón.
 

 

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