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Esta diversidad arquitectónica
resulta más compleja todavía en Sicilia, que muestra influencias bizantinas,
árabes y normandas. El mecenazgo de Rogerio II y su hijo Guillermo I favorecieron
la construcción de un gran número de edificios magníficos. La parte occidental
de la isla conserva diversos monumentos árabes construidos con sillares;
en el este, al contrario, se impuso el ladrillo. Ante todo, fue en Palermo
donde se manifestó la protección de los reyes normandos de Sicilia a través
de su arte y su corte. La Capilla Palatina, fundada por Rogerio II en 1132
y consagrada en 1140, constituye un buen ejemplo: planta basilical provista
de transepto con dos absidiolas. El arco peraltado y apuntado aparece en
el nivel de las grandes arcadas, de los arcos que sostienen la cúpula sobre
trompas de la cabecera y de los arcos de entrada al ábside y las absidiolas.
La nave central, mucho más ancha que las laterales, está cubierta por un
espléndido techo en madera de inspiración musulmana, con celdillas de abeja
o estalactitas. El conjunto se halla recubierto por mosaicos que muestran,
a la vez, influencias bizantinas y sicilianas, aunque estas últimas no sean
de una factura tan perfecta. Durante la transformación del condado en reino, se construyeron edificios fastuosos. En 1131 empezó la edificación de la catedral de Cefalù, que presenta una nave principal con dos naves laterales, y un transepto sobresaliente abierto a tres ábsides escalonados muy profundos. La fachada occidental presenta un pórtico flanqueado por dos torres imponentes. Esta estructura se repite en Monreale [FIGURAS 1-2], construida a partir de 1174, que destaca sobre todo por un transepto muy amplio y alargado, abierto a una cabecera tripartita cuyos ábsides están cubiertos por bóvedas. Este edificio se caracteriza por una gran riqueza decorativa: en el interior, al revestimiento de mármoles policromos se añade una decoración de mosaicos que ocupa más de 6.300 m2; en el exterior, la cabecera se encuentra adornada con altas arcadas apuntadas y entrecruzadas, organizadas en tres registros (los dos primeros enriquecidos con pequeñas columnas) y, finalmente, el conjunto se completa con incrustaciones. El claustro unido a la nave lateral sur constituye una muestra perfecta de la escultura románica siciliana. Este edificio combina varias corrientes que definen el románico tardío de Sicilia: la planta muestra influencias septentrionales; la decoración exterior, influencias islámicas, y los mosaicos se mantienen fieles a la tradición bizantina. Además, existen unos estrechos vínculos entre Sicilia y Campania (Amalfi, Salerno, Caserta Vecchia), como sugieren las plantas centrales coronadas por cúpulas, los alzados, la decoración de arcos entrecruzados y el uso de la policromía. La torre de la iglesia La Martorana [FIGURA 3], en Palermo, y la portada de Santa María de los Alemanes de Mesina traicionan, en cambio, las aportaciones de Provenza y Poitiers. En Venecia se aprecia, asimismo, una mezcla de elementos bizantinos y aportaciones occidentales. La basílica de San Marcos, con planta de cruz griega, formada por tres naves cortas, un transepto también de tres naves y una cabecera con tres ábsides provistos de hornacinas en el interior, manifiesta su tradición bizantina por el empleo del ladrillo, la presencia de las tribunas y las cuatro cúpulas sustentadas por pilares. Un nártex con cinco portadas monumentales precede al conjunto. Este modelo define una tradición arquitectónica propia de la laguna veneciana que se aprecia en las catedrales de Jesolo o Torcello. Esta corriente llegó a su apogeo en la catedral de Santa María y San Donato de Murano [FIGURA 4], concluida en 1141. El coro elevado se prolonga con tres ábsides, de los cuales el del eje de penetración más amplio estaba flanqueado en un principio por dos ábsides laterales. Por otra parte, el edificio está cubierto por una estructura de madera. En el exterior, la decoración de hornacinas y galerías es abundante. Esta mezcla de tradiciones de Lombardia y Ravena aparece también en Verona alrededor del año 1000. La iglesia de San Lorenzo adopta planta basilical y dispone de un transepto con absidiolas orientadas abierto a un coro; enmarcado por otras dos absidiolas. La decoración de bandas lombardas anima los muros del ábside y la fachada de la catedral, ornamentación que también decora la fachada del monasterio benedictino de San Zenón: una galería con pequeñas arcadas se dispone a media altura, a ambos lados del pórtico; dos contrafuertes de sección triangular sostienen la parte elevada opuesta al frontón, aislado a su vez por una moldura ligera sobre modillones, y el pórtico se halla rodeado de relieves esculpidos insertados en el muro como piezas ornamentales [FIGURAS 5-6-7-8-9]. |
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Por último, Italia quedó muy marcada por la orden del Cister. Las creaciones cistercienses que nos han llegado datan de finales del siglo XII y principios del XIII. Las del norte de Italia se construyen en ladrillo y recurren a la bóveda de crucería. Todas presentan la misma planta: tres naves, un transepto que sobresale y varios ábsides con cabecera recta, de los cuales el axial es el que más sobresale. Las abadías de Chiaravalle Milanese y Chiaravalle della Colomba constituyen obras características de este grupo. Las iglesias cistercienses del centro de Italia y del Lacio desempeñaron un papel esencial en los comienzos de la arquitectura gótica. Los edificios más destacados son los de Fossanova y Casamari. Ambos adoptan una planta análoga, muy semejante a la de la abadía de Fontenay: una nave separada de las laterales por pilares cruciformes, un ancho transepto sobresaliente con cuatro absidiolas laterales y una cabecera de fondo recto. |
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