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El arte griego antes de la época parta
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Bibliografía


Figura 35
Estatua griega de la Plañidera de Persépolis
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  III. Catálogo: el arte griego antes de la época parta  

Introducción (I)

         
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Antes de ocuparnos de los escasos restos del arte seléucida que existen en Irán, debemos recordar que el arte aqueménida siempre tuvo una gran influencia griega. No en vano las prósperas ciudades griegas de la costa occidental de Asia Menor y las ciudades de Lidia, Caria y Licia se encontraban sometidas al poder persa desde el año 546 a. C. En la construcción de los edificios con relieves de Persépolis y también de Pasargada y Susa resulta evidente(1) la participación de escultores, canteros y carpinteros procedentes del Asia Menor occidental.

En Irán se produjo una particular «importación de arte» griego con ocasión de la revuelta jonia en Asia Menor occidental a partir del año 499 a.C. y de las Guerras Médicas que se sucedieron en Grecia entre los años 492 y 479 a.C. Los persas se llevaron a Irán un gran número de estatuas griegas y otros objetos artísticos. Así fue como llegó a Susa la estatua de Apolo Filesio de Dídima, obra del escultor Canachos, que estaba instalada en el gran templo de Apolo, cerca de Mileto, donde comienza la revuelta contra los persas. Dos siglos más tarde, alrededor del año 300 ó 299 a.C., Seleuco I devolvió la estatua a Mileto(2). Pero no fueron sólo los tesoros del templo de Dídima, también desapareció una imitación a gran escala de un astrágalo (el metatarso de una oveja o de una cabra) del siglo VI a.C. Los astrágalos se utilizaban como dados en diferentes juegos y también se empleaban para el oráculo. Este astrágalo permaneció en Irán durante el reinado de Alejandro y los seléucidas, y no fue descubierto hasta que se llevaron a cabo las primeras excavaciones en Susa(3).

No obstante, la más señalada de tales «importaciones de arte» fue la del conjunto estatuario de los tiranicidas creado(4) por el escultor Antenor, emplazado en el ágora de Atenas, la plaza pública central de la ciudad. Los tiranicidas Harmodios y Aristogeiton mataron en el año 514 a.C. al tirano Hiparco, el segundo hijo de Pisistrato, otro tirano de Atenas. Esta muerte sirvió como símbolo del derrocamiento de la aristocracia y del inicio de la democracia ateniense. Los aristócratas áticos simpatizaban en muchos aspectos con los persas y no resulta extraño que, tras destruir Atenas en el año 480 a.C., los persas se llevaran estas estatuas a Susa. Fueron restituidas en época de Alejandro Magno (otras fuentes indican que no fue hasta el período de Seleuco I o de su hijo Antíoco), momento en el que finalmente recuperaron su lugar al lado de las reproducciones que las habían sustituido hasta entonces.

Durante el tiempo en que Darío I y Jerjes I estuvieron en guerra contra Grecia, el escultor Teléfanes de Focea —villa situada en la costa occidental de Asia Menor (¿o quizás Fócida en Grecia central?)— trabajó para ambos reyes en Tesalónica, según nos informa Plinio en su obra Historia Natural (naturalis historia), XXIV 68.

La estatua griega de la Plañidera de Persépolis(5) [FIG. 35] es una obra sobresaliente de estilo jónico de finales del siglo V a.C., que apareció durante las excavaciones de la Casa del tesoro de Persépolis (Persépolis fue quemada por Alejandro Magno en el año 331 a.C.). Se trata de la adaptación de un antiguo modelo de escultura, de antes de la mitad del siglo y cuya interpretación aún es motivo de controversia. Para unos se trata de una Penélope llorosa y enlutada en espera de su amado Odiseo, para otros se trata de una personificación, por ejemplo, de Hellas (Grecia) o de Eleuteria (Libertad), lo cual es menos probable. Los orígenes de esta obra se remontan a más de 250 años antes de la mitad del siglo II a.C., es decir, el período en el que en Pérgamo se empezaron a hacer copias e imitaciones de estatuas antiguas. Tampoco se puede excluir que nuestra estatua fuera ejecutada por encargo persa, a petición del mismísimo gran rey en persona.

En el siglo IV a.C. la influencia griega en algunas regiones del imperio aqueménida llegó a ser tan fuerte que se puede hablar, en justicia, de un «prehelenismo»(6). Algunos soberanos locales semiindependientes de Licia y Caria, en el sudoeste de Asia Menor, encargaron a artistas griegos la construcción de tumbas monumentales, donde las tradiciones locales se mezclaron con elementos de estilo griego. La más célebre es el Mausoleo de Halicarnaso (hoy llamada Bodrum) —tumba de Mausolo, sátrapa de Caria—, una de las siete maravillas del mundo. También el arte funerario fenicio presenta una mezcla de elementos locales y de influencias griegas, como muestran claramente los cuatro sarcófagos del siglo IV a.C. de la necrópolis real de Sidón —la base naval más importante del imperio persa— que presentan relieves inspirados esencialmente en la iconografía tradicional de los soberanos de esta región del Mediterráneo oriental, pero ejecutados enteramente al estilo griego.
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