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Coronas (I) |
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Ya sea en los relieves rupestres, en los platos de plata o en las monedas, todo rey sasánida lleva su propia corona, realizada especialmente para él. Gracias a las monedas, que constituyen la mayor fuente de información en la materia, tenemos constancia de las coronas de 30 grandes reyes. Kurt Erdmann ha observado que «para el arte sasánida, las coronas son el medio más importante, aunque no el único, de representar a un rey concreto» (33). En efecto, la corona permite identificar la persona real con una precisión infalible. Puesto que el nombre de sus portadores figura en las inscripciones de monedas con sus correspondientes cronologías, podemos decir que las monedas constituyen el hilo conductor del arte sasánida en conjunto. Actualmente, sólo tenemos constancia de las coronas de aquellos gobernantes que acuñaron sus propias monedas. En el caso de otros gobernantes cuya vida fue más corta o de los que sólo tenemos fuentes escritas, no tenemos demasiada información, y lo mismo ocurre con otros miembros de la familia, como reinas y príncipes. A través de las monedas también hemos podido saber que algunos reyes utilizaron más de una corona a lo largo de su reinado. Sobre este asunto se supone que un rey tomaba una nueva corona cuando su reinado se veía interrumpido por un adversario, es decir, según la interpretación sasánida, cuando perdía su khwarrah, su «esplendor divino» representado en esencia por la corona. Además de estas coronas imperiales o principales —sobre todo en la fase sasánida inicial y después con menor frecuencia, hasta el siglo V— encontramos coronas especiales relacionadas con acontecimientos también especiales, pero su significado es incierto, aunque tal vez deba buscarse en el ámbito de determinadas festividades o celebraciones. La utilización de la corona individual no surge espontáneamente con los sasánidas, se conoce bastante antes del período sasánida y ciertos elementos se remontan a la época aqueménida. Pero hasta el arte imperial sasánida no se crean estas coronas individuales intencionadamente, aunque existe una fase de experimentación inicial muy considerable de la que aún se conocen pocas cosas. La gran novedad de las coronas sasánidas no reside en los elementos individuales, sino en la forma en que se combinan e interpretan tales elementos. Desde el principio de la dinastía, queda claro el deseo de los sasánidas de establecer unas reglas fijas para la composición de sus coronas, no obstante se produce una evolución paulatina por etapas y cada cambio deviene un canon para la etapa siguiente. Relativamente clara desde un punto de vista técnico, la composición típica de las coronas sasánidas ya se manifiesta en las del fundador de la dinastía, Ardashir I. La primera corona es un bonete alto al estilo arsácida [FIG. 58], bordado con piedras preciosas y perlas que imita a la del arsácida Mitridates II (124/23-88/87 a.C.). Introducida por los arsácidas, este tipo de corona formaba parte de los emblemas de poder de los reyes persas desde el siglo I a.C. y Ardashir la llevó como vasallo del gran rey arsácida en su función de «semirrey» de Persia. El hecho de que Ardashir retome esta corona como nuevo «rey de reyes» no significa que pretendiera continuar la poco apreciada casa imperial arsácida; más bien debe entenderse como una continuación de las tradiciones persas. Más adelante, Ardashir adoptará una nueva forma de
corona que en las monedas viene asociada a la introducción de un suplemento
en el título oficial que proclama el origen divino del «rey de reyes»
(34). La cabellera —que en los
arsácidas aparecía distribuida en un copete sobre la cabeza y en una masa de
pelo en la nuca, al principio eran unos mechones colgantes y después
recogidos en un moño— se integra parcialmente en la nueva corona de
Ardashir: los cabellos en lo alto de la cabeza y el copete superior están
envueltos en un tejido, probablemente un velo de seda bordado. Esta
«estructura central», como la denomina Erdmann, probablemente se trate de
una peluca —tanto en la época arsácida como en la sasánida—, ya que no es de
esperar que todos los reyes tuvieran la misma mata de pelo. El copete
superior, también denominado globo o korymbos, quedaba oculto por la
tela —cuyos pliegues adoptaban al principio una forma muy natural, pero
posteriormente aparecen dispuestos de forma muy amanerada— y tenía que estar
bien sujeto, lo que solo podía conseguirse con un anillo o engaste oculto
con una tela, si bien más tarde se haría visible. La base de la corona era
un aro metálico que más adelante se convertiría en el principal portador de
emblemas. No queda claro si las dos grandes cintas flotando sobre la nuca
estaban fijadas al aro de la corona o si pertenecían a una diadema colocada
por encima. Estas cintas estriadas son un elemento típicamente sasánida.
Otro par de cintas separan el korymbos de los cabellos del cráneo.
Esta corona de Ardashir servirá de modelo a todas las coronas sasánidas,
aunque la forma de ciertos elementos experimentará algunas variaciones. |
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