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I. Introducción: los hombres del velo azul
 
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Cura salada
Cura salada
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Por François Borel y Alberto Costa. Comisarios de la exposición.

Los tuareg han sido siempre, en Europa, un producto de la imaginación popular: jinetes sobre elegantes camellos, viajeros en una tierra infinita, los últimos pueblos libres sobre nuestro planeta. Su conocimiento está teñido de ideas románticas, pero la realidad de estos grupos pastores muestra una difícil adaptación a un medio áspero, frecuentes períodos de hambre y una libertad restringida a las necesidades de pastos para sus rebaños, de los que los tuareg son absolutamente dependientes. La escasez de alimentos les ha obligado a practicar el pillaje como actividad económica, pero en la antigüedad fueron un pueblo poderoso y temido, en guerra permanente contra las ricas ciudades de la cuenca del Níger. En época colonial y, después, con la creación de las naciones africanas, han sostenido luchas desesperadas para mantener su independencia y libertad de movimientos. En la actualidad, su destino es la sedentarización y la necesidad de buscar nuevos medios de vida.

Esta exposición muestra cómo eran los tuareg en su época clásica o de plenitud cultural, y lo hace por medio de los objetos que utilizaban en su vida cotidiana, en las fiestas, en la guerra, y que tan bien expresan su modo de adaptarse al mundo. Todos ellos vienen del Musée d'ethnographie de Neuchâtel y, en menor cantidad, del Musée National de Malí. La primera de estas instituciones lleva a cabo desde hace sesenta años misiones de investigación entre diversos grupos tuareg, de manera que el material que ha ido recogiendo forma un conjunto que cubre todos los aspectos de la antigua cultura de esta etnia. El Musée National de Malí posee también fondos desde la época colonial. La mejor manera de adentrarse en la identidad de un pueblo es mediante el conocimiento de las actividades que lo definen, y éste es el método que sigue la exposición. En primer lugar su historia, que en el caso de los tuareg sólo es conocida por los textos de los antiguos cronistas árabes, dado que los europeos no los describen hasta el siglo XIX. Luego, su economía ganadera y la forma en que organizan su vida cotidiana en el desierto, con la tienda como centro del campamento y de la comunidad familiar. Y, finalmente, su artesanía, el tratamiento que dan a los objetos domésticos, y arte, manifestación de su gusto por la belleza y metáfora de su mundo. Aún pueden verse algunas de sus tiendas en el desierto y en el Sahel, pero el ganado escasea y los tuareg asisten impotentes al epílogo de su existencia cultural. Más de mil años de vida nómada, que han construido su leyenda, conducen inexorablemente a una casa de adobe y una dieta de mijo. La exposición es asimismo la expresión de nuestro afecto y admiración hacia los Kel Tamasheq.

 
   
 
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