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II. Caprichos

 
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Caprichos
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GALERIA: 21 -30

 
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21. ¡Qual la descañonan!
La ramera es la rapaz de los "pollos" que la frecuentan, pero la autoridad corrupta, con faz predadora, es la rapaz de todos: usa su poder para desplumarla impunemente sin que trascienda, tapado todo con su amplia capa.
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22. Pobrecitas!
¿Una redada de prostitutas? Avergonzadas y temerosas, tanto, que tapan su rostro, su vida vida acaba en el temor y la indefensión, sujeta a la voluntad ajena. Mal oficio.
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23. Aquellos polbos
El o ella, qué más da. La Inquisición crea un ambiente sofocante: dar polvos para bebedizos de amor exige castigo público y solemne. No tendrá la Iglesia cosa mejor que hacer. Un auto de fe así pudo ver Goya en Madrid, en 1784.
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24. Nohubo remedio
Pobre mujer, entre espectadores rudos o pasivos y alguaciles con cara de perro que le darán de vergajazos. La Inquisición pone coroza o cucurucho de infamia a una infeliz desnuda y la Justicia la exhibe ante el Pueblo. Una ignorancia sobre otra.
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25. Si quebró el Cantaro
La mísera madre sufre más por el barro quebrado que por la piel y el dolor de su crío. Ni le basta con la palma de la mano ni permite el tenue alivio del calzón interpuesto. A falta de más manos, usa los dientes.
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26. Ya tienen asiento
Las coquetas viven por fuerza sujetas a mudanza, al capricho propio o al ajeno, a una vida sin fundamento sólido. No tienen más posibilidad de "asentarse" en la vida que la de ponerse una silla sobre la cabeza.
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27. Quien mas rendido?
Nadie más rendido que el galán zalamero, encaprichado de una bella frívola y casquivana, dispuesto a mil tonterías: la pasión por la mujer logra más rendiciones que el arma del enemigo.
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28. Chiton
La vieja alcahueta y celestinesca, siempre encogida y rezando el rosario, acepta mediar en los amores inconfesables de una dama de buena posición: en el sigilo ("¡Chitón") hallará su recompensa.
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29. Esto si que es leer
El adinerado vejestorio, que ni para vestirse o acicalarse desea valerse por sí, aparenta ocuparse en un texto, aunque su pereza y desinterés lo mantienen con los ojos cerrados: no necesita para nada instruirse.
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30. Porque esconderlos?
Sufre el codicioso por la integridad de sus caudales, angustiado y en perpetuo tormento; ríen de su inútil empeño quienes saben que él morirá y los dineros quedarán en este mundo... y en sus manos.
   
 
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