1. El Monasterio

Localización: El Monasterio está situado en la localidad oscense de Villanueva de Sijena, distante de Sariñena a 16km, 65km de Huesca y 92km de Zaragoza, en una hondonada cerca de la orilla izquierda del río Alcanadre.

Historia del Monasterio:

El Real Monasterio de Nuestra Señora de Sijena fue fundado en el año 1183 por doña Sancha de Castilla, esposa del rey don Alfonso II de Aragón. Según la tradición, el lugar que hoy ocupa el Monasterio era un islote en medio de una laguna cercana al río. Se cuenta que en dicho islote fue hallada una imagen de la Virgen que, pese al intento de los pueblos vecinos de colocarla sucesivamente en alguna de sus ermitas, volvía a aparecer siempre en el mismo lugar de la laguna.

Aceptado este hecho como señal prodigiosa del cielo, la reina determinó levantar allí un monasterio, mudando la idea que tenía de hacerlo en Huesca. De este modo, aquel lugar inhóspito se convirtió en un centro de irradiación espiritual. A partir del año 1183, comenzaron las obras de construcción de los edificios del nuevo Monasterio —que en su totalidad abarcaron varias décadas—, para lo cual hubo de ser saneado el lugar donde debía instalarse mediante movimientos de tierras y construcción de acueductos para evitar las filtraciones.

La reina doña Sancha encargó al obispo de Huesca la redacción de los estatutos por los que debía regirse el Monasterio. Este quedó afiliado a la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén cuya misión era defender las tierras cristianas y dar hospitalidad a los peregrinos y los pobres.

Al mismo tiempo fue construido, en un lugar más adecuado, a expensas de la reina, el pueblo de Villanueva de Sijena, donde se trasladaron los habitantes de las antiguas poblaciones de Sijena y Urgellet que quedaban demasiado cerca del nuevo cenobio.

El 21 de abril de 1188, tuvo lugar la consagración del templo, comenzando así la vida monástica en Sijena.

Casi una década después, en 1197, el año posterior a la muerte del rey don Alfonso II de Aragón doña Sancha de Castilla, que había dejado el gobierno del reino en manos de don Pedro, su hijo y heredero, profesaba como religiosa del Monasterio por ella fundado. Por su parte, tras ser coronado rey por el Papa, don Pedro II el Católico, contrajo matrimonio con María de Montpelier, que daría a luz a Jaime I el Conquistador en 1208.

El año 1205 es memorable en la historia del Monasterio, pues se vio honrado por la presencia de tres reinas: doña Sancha, la fundadora, doña María, mujer de Pedro II y doña Constanza, hija de doña Sancha, reina de Hungría.

El carisma de las monjas sanjuanistas era la hospitalidad y servicio a los más necesitados de la sociedad de aquel tiempo y la educación de muchas jóvenes que vivían recogidas en el Monasterio.

Años después de su fundación el Monasterio quedó bajo protección papal, al declararse feudatario del Romano Pontífice.

Entre los años 1301 y 1348, doña Blanca, hija del rey de Aragón don Jaime II, procuró, como priora del Monasterio, una época de gran esplendor y riqueza. En estos años se edificó, entre otras cosas, el Palacio Prioral.

Paulatinamente se había ido enfriando el fervor primitivo, descuidando la vida comunitaria a favor de la individual. Por esta razón, se construyeron casas añadidas por encima de la fábrica primitiva donde vivía cada dueña de manera independiente.

La insalubridad del lugar ocasionaba grave detrimento en la salud de muchas religiosas; por eso no estaban obligadas a guardar la clausura, ya que muchas de ellas habían de salir para restablecerse, regresando después de nuevo al Monasterio.

Ante esta realidad, el Gran Maestre de la Orden de Malta solicitó a la Santa Sede que el Monasterio quedara exento de la decisión que había tomado el Concilio de Trento, determinando que todo monasterio de vida contemplativa debía guardar clausura. Esta gracia le fue concedida por el Papa Gregorio XIII en 1578.

Entrado el siglo XIX, la guerra de la Independencia causó trastornos considerables. Ante la llegada de las tropas napoleónicas las religiosas huyeron buscando refugio.

Finalmente, privada de recursos, la comunidad tuvo que disolverse, quedando libres las monjas para retirarse a las casas de sus padres o familiares; solo unas pocas volvieron al destrozado monasterio.

En febrero de 1836 llegó la desamortización de Mendizábal: todas las posesiones eclesiásticas pasaron a manos del Estado y salieron a pública subasta. Sijena, en un día, perdió montes y valles, huertas y bosques, casas y molinos que, con el propio Monasterio y su iglesia, pasaron a manos privadas. La total ruina económica supuso la práctica desaparición, en cuanto tal, de este Real Monasterio. Sin embargo el comprador empero, permitió, con muchas limitaciones, la permanencia de las religiosas en algunas dependencias, hasta que fue declarada nula la venta del Monasterio, no así la de las fincas. Y la vida de la Comunidad pudo rehacerse con cierta normalidad.

Siendo Priora doña Rafaela Ena y Villalba, las religiosas que se ausentaron durante la persecución y que habían vuelto al convento, reunidas en Capítulo, tomaron la resolución de abrazar la regla primitiva, comprometiéndose en primer lugar a la vida común. Hacia la década de los setenta del siglo XIX obtuvieron la dispensa de las pruebas de nobleza que antes se requerían a las postulantes. Así, con estilo más humilde que en el pasado pero con auténtico espíritu de una comunidad de vida contemplativa, a pesar de la ruina material que por doquier se respiraba, renacía el Monasterio de Sijena.

La guerra civil de 1936-39 arrasó de nuevo el monasterio dispersando a las religiosas. Acabaron de perderse las obras de arte que quedaban, incluida la imagen original de la Virgen de Sijena, llamada Virgen del Coro. Terminada la contienda, pudieron volver las religiosas, pero la precariedad de las condiciones de vida hizo inviable su continuidad, y ya en la segunda mitad del siglo XX, en 1976, abandonaron definitivamente este histórico lugar.

Desde entonces las monjas Sanjuanistas, que habían permanecido casi ocho siglos en este lugar, buscaron una comunidad que pudiese continuar esta tradición de oración y de vida monástica.

Tras varios intentos esporádicos de otras comunidades, en 1985 se establecen entre sus ruinosos muros las hermanas de Belén que actualmente habitan en él.

Se instalaron durante los primeros años en el único edifico habitable utilizado como hospedería. Tres años después, el 23 de abril de 1988, festividad de San Jorge, Patrón de Aragón, se conmemoró en presencia de las hermanas Sanjuanistas y las hermanas de Belén el octavo centenario de la fundación.

Actualmente las monjas Sanjuanistas continúan con fidelidad y esperanza en Dios su vocación de oración en Salinas de Añana, Álava.


Hipótesis de las etapas constructivas:

Desde su fundación, el Monasterio de Sijena ha ido creciendo. En este esquema vemos la evolución arquitectónica y cómo se ha ido transformando a través del crecimiento que ha ido formando el monasterio a través de nueve siglos de planteamiento, construcción y restauración. En los diferentes pasos, se muestran los periodos de construcción, disposición, dependencias, estilos y uso de las diferentes estancias. Sobre las construcciones medievales primitivas, a través de los siglos, se elevaron estancias que ampliaban y acondicionaban de manera considerable el espacio para uso individualizado de las religiosas.