El quitasol

Goya. El quitasol. 1777

El quitasol
1777
Oleo sobre lienzo
104 x 152 cm
Madrid, Museo del Prado

A mediados del siglo pasado el presente cartón fue llevado de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara al Palacio Real de Madrid, donde permaneció en los sótanos del oficio de tapicería. Ingresó junto con muchos más del mismo tipo en el Museo del Prado por órdenes del 18 de enero y del 9 de febrero de 1870. Aparece por vez primera en la edición del catálogo del Museo de 1876.

En lo concerniente a popularidad del asunto se considera una de las obras goyescas más conocidas. Pertenece a la serie concebida para decorar el comedor de los príncipes de Asturias en el Palacio de El Pardo y se debió pintar entre el 3 de marzo y el 12 de agosto de 1777, según las fechas en que se hicieron las entregas de obras acabadas del artista a la Manufactura.

En la cuenta que presentó Goya a la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, fechada el mismo día de la entrega, pedía por El quitasol mil quinientos reales de vellón e indicaba: "representa una muchacha sentada en un ribazo, con un perrillo en el alda, a su lado un muchacho en pie aciendole sonbra con un quitasol".

Tanto en este cartón, como en El bebedor se advierte que Goya se libera del esquema compositivo que había seguido bajo la tutela de Bayeu y anuncia un nuevo tipo de organización de la imagen de conjunto que llevará a cabo en algunos cartones posteriores. El procedimiento consistía básicamente en situar las figuras del primer término dentro de un esquema piramidal; detrás, otras cortadas por un montículo, y, como fondo, un paisaje.

Prácticamente todos los investigadores que se han referido a Goya han hecho hincapié en El quitasol resaltando su belleza intrínseca y sus concomitancias con temas precedentes elaborados por otros autores de distintas escuelas, predominando la francesa. J. Baticle ha relacionado la disposición de El quitasol con El concierto en el parque de Boucher; J. Tomlinson ha señalado como posible prototipo Près de vous belle Iris de Lancret, grabado por M. Horthmals y del que se conserva una estampa en la biblioteca del Palacio Real de Madrid; J. J. Luna cita el Hallazgo de Moisés de Charles de La Fosse y La caza del jabalí: alegoría de Europa de Joseph Parrocel, donde también está presente el detalle de la sombrilla. Se podrían citar más ejemplos pero es la pintura de Vertumno y Pomona de Jean Ranc, en el Musée Fabre de Montpellier, la obra que más se ha asociado con El quitasol, ya que posiblemente Goya la pudo conocer por la estampa de N. Edelink. Además J. Ranc pintó en España para Felipe V y las Colecciones Reales guardaban muchas obras suyas, lo que debería acicatear al artista aragonés.

La abundancia de fuentes que se han encontrado para El quitasol se explica porque la sombrilla era un objeto de moda en la pintura de género del siglo XVIII. Presente casi siempre donde se encontraba una mujer y su cortejador al aire libre, fue tan común que llegó a convertirse en una forma de identificar la galantería.

No obstante, y quizá por la frecuencia con que este tema fue representado en tantos lugares, de lienzos a muebles y de grabados a decoraciones parietales, pintadas o en estuco, se ha analizado también lo que hay de extraordinario y original en El quitasol de Goya, que hace que esta obra destaque y se diferencie de sus contemporáneas. Michael Levey, que ha estudiado la obra en el contexto del rococó, estima que aunque el paisaje y la disposición de las figuras participan de esa corriente, existe un carácter realista del que carecen la mayoría de los cartones del momento y, desde luego, bastantes obras de la época. A tal efecto viene a medida la opinión de Licht que señala la aparente inmediatez que dimana si se la compara, por ejemplo, con otra obra contemporánea de tema similar, Cartas de amor de Fragonard, perteneciente en origen a la decoración del pabellón de Madame Du Barry en Louveciennes, hoy en la colección Frick de Nueva York. Para este investigador, la sensación de realidad se logra con la mirada que dirige la mujer al espectador, haciéndole creer que es la causa de su sonrisa; aparte de esta falta de precisión del espacio, la proximidad de las figuras y la forzada perspectiva y posición del quitasol.

Bozal considera que el carácter de cotidianidad y verosimilitud se ha conseguido en esta obra gracias al sistema compositivo utilizado por Goya, que presenta diferencias notables respecto a la obra de Ranc antes citada, pues su procedimiento se escapa de las pautas del rococó. Las diferencias entre el cartón y el tapiz de El quitasol son notables, probablemente al ejecutar los tejedores el trabajo con ciertos cambios; en consecuencia, la espontaneidad y naturalidad del cartón han sido sustituidas por un amable pintoresquismo decorativo, según el comentario de Margarita Moreno de las Heras en su análisis del conjunto de la obra.

El empleo de la luz y la utilización del cromatismo también son distintos, así como el modo y manera en que la indumentaria se fija para marcar las diferencias sociales: el personaje masculino viste de majo, dentro del esquema tradicional de la época y la muchacha se atavía a la francesa, en términos de nivel aristocrático. También conviene recordar que hay una interpretación alegórica que rebasa el simple tema galante para entrar en el amplio mundo de la coquetería y la vanidad femeninas en contraposición al joven que acompaña, tratado en calidad de comparsa y no en concepto de pareja.

Juan J. Luna.