La fabricación de balas

Goya. La fabricación de balas. Hacia 1810-14

La fabricación de balas
Hacia 1810-14
Óleo sobre tabla
33,1 x 51,5 cm
Patrimonio Nacional,
Palacio de la Zarzuela, Madrid

Pareja del cuadro precedente, se encuentra realizada sobre tabla de madera roja (posiblemente de cedro). Posee similares referencias de historia externa que la pieza anterior habiendo pertenecido inicialmente a las Colecciones Reales de España, aunque se desconoce hasta ahora el momento en que pudieron entrar a formar parte de ellas.

Ambas obras están realizadas sobre tablas irregulares y aprovechadas, lo que lleva a suponer que el artista careció de los materiales adecuados durante el período bélico e inmediatamente después. No obstante, también puede considerarse que tales piezas fueron resultado de una creación urgente, e incluso impensada en un principio, y el hecho de emplear tales soportes puede estar en relación directa con la rapidez de ejecución para que no se perdiesen ni la frescura ni la inmediatez de las anécdotas contempladas o narradas.

Las dos se desarrollan en el marco de unos paisajes agrestes y boscosos, que por la atmósfera parecen propios de una estación cálida; son de una incuestionable belleza y tanto el frondoso arbolado como el terreno, las lontananzas montañosas o las cercanas formaciones rocosas poseen una entidad tan poderosa y enérgica como las actitudes de los protagonistas absortos en sus tareas, preparando los materiales necesarios para surtir a las guerrillas en un acoso permanente y múltiple a los invasores franceses. Además, con un auténtico espíritu de ilustrado, Goya precisa todos y cada uno de los pasos conducentes a obtener los pertrechos guerreros, como si quisiera dar noticia de los procedimientos claves en la elaboración de las municiones.

Si en la Fabricación de pólvora la labor semeja más sencilla, aquí se llega a un grado de sorprendente exactitud en cuanto a las actividades diferenciadoras del proceso: a la derecha se ve cómo funden el plomo en una gran hoguera y lo vierten en moldes de los que van saliendo las balas (o bombas) unidas; a continuación un hombre está a punto de cortarlas con tenazas; finalmente en el área izquierda otros las van apilando y en primer plano se evidencian los pequeños montones.

Muchos otros elementos, casi minúsculos, cabría resaltar en esta pareja de tablas, siendo todos ellos singularmente vívidos, diversos, complejos e interesantes. Lo más curioso es que la libertad del toque, que esboza más que detalla, no afecta a la sugestiva exactitud de cada pormenor; nada se superpone u ofusca: los elementos individuales triunfan por doquier, las escenas en que se subdivide cada composición muestran un contorneado negro en las figuras y los motivos que hace más fácil la comprensión de gestos y acciones, dando lugar a ritmos enérgicos hábilmente contrapuestos y finamente compensados, producto lógico del genio goyesco que elimina posibles confusiones entre planos y protagonistas.

En opinión de Ansón Navarro la técnica empleada y la concepción anecdótica: «confieren a esta escena y a su pareja una fuerza dramática plenamente romántica que va más allá de lo meramente narrativo». En realidad no es otra cosa que la expresión por medio de la pintura del respeto y la admiración que el autor sentía y quería hacer sentir hacia sus paisanos, los aragoneses, en este caso símbolo de los españoles que luchaban contra el invasor extranjero con todos los medios que hallaban a su alcance, agudizando el ingenio y sacando de donde casi no había, movidos por un inextinguible valor, una fantástica audacia y una imaginación sin límites.

Juan J. Luna.