Retrato de la Reina María Luisa

Goya. Retrato de la Reina María Luisa. 1789

Retrato de la Reina María Luisa
1789
Oleo sobre lienzo
152 x 110 cm
Museo de Zaragoza, 9.253

Depósito del Museo del Prado al igual que su pareja, el Retrato de Carlos IV; tiene la misma procedencia que el anterior, por lo que remitimos a los datos de información documental en él reseñados. Se recoge en el catálogo actual del Museo del Prado con el número 7.104 (antiguo 711 B).

María Luisa de Parma era hija de Felipe de Borbón, duque de Parma, y de Luisa Isabel de Francia, y nieta de Felipe V de España y de Luis XV de Francia. Nació en Parma en 1751. Se casó con su primo en 1765, en la colegiata de La Granja de San Ildefonso (Segovia), cuando ya era príncipe de Asturias. Reinó con él desde 1789 y le siguió al exilio, muriendo en Roma en 1819 unos días antes que el rey.

Es compañero del cuadro anterior, pintado en el mismo momento y pertenece a la misma serie de retratos. Como ya indicamos fue el primer tipo de retrato para el que posaron los reyes en enero de 1789. Se han perdido los originales copiados del natural, pero a partir de ellos se hicieron numerosas réplicas realizadas por Goya y copias de taller en las que a veces es posible notar intervenciones de colaboradores. Entre las numerosas réplicas de esta serie apenas hay variaciones, si no es en los detalles, colores o atributos. Los retratos que nos ocupan son los que más se asemejan a los conservados en la Real Academia de la Historia, en Madrid.

La reina está representada a la edad de treinta y siete años, vestida de protocolo con traje de ceremonia que sigue la moda francesa. El vestido se ajusta al cuerpo por un corpiño de talle puntiagudo, con falda de poco vuelo, sin ahuecar con miriñaques o armaduras; pronunciado escote levemente cubierto por una fina mantilla llena de transparencias y veladuras; mangas ceñidas que cubren sólo el antebrazo rematando en el codo con finos encajes. El peinado se mantiene voluminoso pero ya sin empolvar y lo más llamativo es el exagerado tocado, denominado escofieta, en la que a modo de cofia se mezclan puntillas, cintas, lazos y plumas, y cuyas delicadas calidades destacan sobre el fondo oscuro.

En el pecho lleva una medalla con la cruz azul de la Orden Imperial de la Cruz Estrellada, condecoración que era otorgada por los monarcas del Sacro Imperio Romano Germánico. En la mano derecha sostiene un abanico cerrado, algo muy habitual en sus retratos, y la izquierda cae de forma lánguida. Posiblemente sea lo menos acertado del retrato, dada su falta de naturalidad, y sin embargo es una postura que se repite en otros retratos de medio cuerpo como en el de la Real Academia de la Historia y parcialmente en el de Tabacalera. Nuevamente sobre el fondo aparece el gran cortinaje verde, ocultando un mueble sobre el que reposan los atributos reales: la corona y el manto de armiño.

En cuanto al rostro, Goya vuelve a intentar reflejar algo más que el semblante, busca individualizar y caracterizar al personaje, captar su temperamento. Lo consigue reproduciendo su penetrante mirada que conjuga con una insinuada sonrisa que, más que simpatía, denota seguridad. Resulta el retrato de una mujer astuta y dominadora, y por las referencias de la duquesa de Abrantes, sin ningún sentido del ridículo en cuanto a sus gustos en el vestir. Lo que sí está claro es que no parece gozar de las simpatías del pintor.

María Luisa Cancela Ramírez de Arellano.