Retrato de María Teresa de Vallabriga

Goya. Retrato de María Teresa de Vallabriga. 1783

Retrato de María Teresa de Vallabriga
1783
Oleo sobre tabla
48 x 39 cm
Museo del Prado, Madrid

Doña María Teresa de Vallabriga y Rozas -la Infanta- nació en Zaragoza en 1759 y murió en esa misma ciudad en 1820. Era hija de un coronel del ejército de Voluntarios de a caballo y de la condesa viuda de Torresecas. Quedóse huérfana en 1773, trasladándose a vivir a Madrid, a casa de su tía la marquesa de San Leonardo. Conoció allí al infante Don Luis de Borbón, con el cual contraería matrimonio morganático, el 27 de junio de 1776; tenía por entonces el Infante 49 años y ella estaba a punto de cumplir los diecisiete.

El infante Don Luis de Borbón era hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio. Recibió una esmerada educación y se sintió atraído como su madre por las bellas artes. Destinado desde su más tierna infancia a la carrera eclesiástica, a los ocho años es promovido a las dignidades de arzobispo de Toledo y Sevilla, recibiendo más tarde el capelo cardenalicio. Pero, carente de vocación, abandonó todas sus prebendas eclesiásticas, ante la indignación y el enfado de la familia real. A partir de ese momento el Infante vivirá apartado de la Corte de Madrid e instalará la suya, muy pequeña, en sus propiedades de Arenas de San Pedro, en la provincia de Ávila, donde vivirá rodeado siempre de pintores, músicos y arquitectos, que trabajarán para él.

Parece ser que fue Ventura Rodríguez, el arquitecto del Pilar, quien llevó a Goya a conocer al Infante, con quien al parecer mantuvo cordiales relaciones. En esa pequeña corte del Infante, el pintor gozó de sus primeros triunfos y éxitos, en los que debió de jugar papel importante María Teresa de Vallabriga, esposa del Infante y aragonesa como Goya. Fue invitado a la corte de Arenas de San Pedro el año 1783 y durante el tiempo que permaneció allí realizó varios retratos al matrimonio y a los infanticos, entre los que estaba la futura condesa de Chinchón, mujer que sería de Godoy, a la cual volvió a retratar, logrando ese magnífico y bellísimo retrato por todos conocido de La condesa de Chinchón. Goya recuerda con agrado su estancia en Arenas; conmovido cuenta por carta a su querido amigo Martín Zapater, cosas como que: la Infanta le ha regalado para la Pepa, una bata "toda de plata y oro que bale treinta mil reales"; también sus salidas a cazar con el Infante: "he salido dos veces a cazar con su Alteza, y tira muy bien y la última tarde me dijo sobre tirar a un conejo: este pintamonas aún es más aficionado que yo".

Este retrato de la Infanta que nos ocupa es, sin duda; un apunte o boceto previo para el gran cuadro La familia del infante don Luis, magnífica pintura hoy en la Fundación Magnani-Rocca, de Corte de Mamiano, en Parma. Este cuadrito forma pareja con el retrato de su esposo; en las dos las figuras aparecen de perfil y se recortan con rigidez sobre el fondo oscuro. El cabello está tratado a base de pinceladas sueltas y jugosas, con suaves transparencias doradas, un sencillo peinado hacia atrás, con un moño recogido y sujeto por una cinta azul, nos muestra una frente pequeña y despejada, un cuello largo y elegante y una bonita y bien dibujada oreja. Las facciones son finas y delicadas; Goya plasma a la Infanta como una mujer joven, morena y bella, modelando su rostro con delicada precisión, aún dentro de una aparente sencillez, lo cual no le resta encanto. Esa falta de artificios le da al retrato un aire fresco, espontáneo y vital. Un sencillo peinador en tonos blancos y suaves transparencias cubre sus hombros, ayudando a potenciar esa imagen doméstica, tierna y sencilla, pero no exenta de elegancia y distinción. Este boceto de rápida ejecución lo hizo Goya en una hora, según reza una inscripción al reverso de la pintura, que no parece autógrafo de Goya, en la que se lee: "Retrato de Dña. María Teresa de Vallabriga / esposa del Srmo. Señor Ynfante / de España Dn. Luis Antonio /Jaime de Borbón / que de 11 a 12 de mañana el día / 27 de agosto el año 1783 hacía/ Dn. Francisco de Goya".

A la muerte de su esposo, el 7 de agosto de 1785, la Infanta fue separada de sus hijos, Carlos III se mostró implacable con ella, si bien le permitió usar el título de condesa de Chinchón. Vuelve a Zaragoza en 1792 y se instala en la casa palacio renacentista de los Zaporta, que desde entonces pasó a llamarse Casa de la Infanta. Volvió a la Corte en 1802, trayéndose consigo a su hija menor la infanta María Luisa. En Zaragoza vivió los primeros momentos de la Guerra de la Independencia, pasando el resto de la misma en Mallorca. Regresó de nuevo a Zaragoza en mayo de 1814, viviendo aquí hasta su muerte acaecida el día 26 de febrero de 1820; fue enterrada en la Cripta de la Basílica del Pilar.

Antonio Fortún Paesa.