Retrato ecuestre del General Palafox

Goya. Retrato ecuestre del General Palafox. 1814

Retrato ecuestre del General Palafox
1814
Óleo sobre tabla
248 x 224 cm
Madrid, Museo del Prado

José Rebolledo de Palafox y Melci, tercer hijo del marqués de Lazán, de la gran familia aragonesa de Rebolledo y Palafox, había nacido en Zaragoza en 1775 (y no 1776). Su hermano mayor, Luis, se había casado con una hija de la célebre condesa de Montijo, y era, pues, cuñado del enemigo declarado de Napoleón, el conde de Teba, instigador del motín de Aranjuez contra Godoy. Los tres hijos del marqués de Lazán abrazaron la carrera militar. José, futuro héroe de Zaragoza, entró en la compañía flamenca de la guardia de corps en julio de 1792; tiene entonces dieciséis años y se encuentra bajo el mando de Godoy, sargento mayor de los guardias de corps desde 1791. En tanto que cadete, la fortuna de José Palafox es modesta, no puede armar un regimiento, y prosigue su carrera en la guardia de corps, donde es ascendido a segundo teniente en 1807. En 1808, con 32 años, tiene poca experiencia en táctica militar, pero los acontecimientos de mayo de 1808 van a sacarle de la sombra, pues toma partido sin vacilar por la monarquía legítima española; marcha a lrún para tener al corriente al rey Carlos IV de la situación en la capital y se traslada a continuación a Zaragoza para obligar al Capitán General de Aragón a que resista a Napoleón. Guillelmi es destituido y Palafox designado para reemplazarle. Organiza la defensa de Zaragoza, atacada en julio por el ejército imperial. Los franceses son victoriosamente rechazados, pero en el segundo sitio, en diciembre de 1808, toman la ciudad, diezmada por las epidemias y los bombardeos. Palafox, gravemente enfermo, es capturado por los vencedores y será internado en el castillo de Vincennes hasta 1813. A fines de 1813, en efecto, Napoleón firmaba con Fernando VII el Tratado de Valençay, que ponía fin a la guerra de España.

Liberado y de vuelta a Madrid, Palafox debió desear ser representado como general victorioso por Goya, quien, en diciembre de 1813, le escribe para anunciarle que su retrato está terminado. El cuatro de enero de 1814 el pintor agradece a su noble modelo los elogios que ha tenido a bien prodigarle y pide un «socorro» de 80 doblones. Las relaciones entre Palafox y Fernando VII no eran muy buenas, y la fortuna del primero, mediocre. No debía estar en condiciones de arreglar cuentas con el maestro entonces, ya que en 1831 Javier Goya escribe que el cuadro pintado por su padre se encuentra todavía en su poder.

Aunque se dispone de numerosas fuentes documentales de las relaciones del héroe de Zaragoza con Goya, ya que este último escribirá a la Academia de San Fernando en octubre de 1808 que el general Palafox le ha llamado «par ver y examinar las ruinas de aquella ciudad con el fin de pintar las glorias de aquellos naturales», se tiene la impresión que, aquí, el artista se ha apartado de su vigorosa forma de tratar el retrato; el rostro de Palafox, curiosamente juvenil y soñador no cuadra con el porte triunfante del caballero y el caballo, admirablemente pintados. ¿Ha sido el maestro demasiado verídico? (¿No se ha reprochado a Palafox ser frívolo e imprudente?). O bien, por el contrario ¿ha preferido no llevar demasiados lejos la introspección psicológica por simpatía hacia su ilustre modelo? En cualquier caso, se trata del último retrato ecuestre hecho por Goya, y uno de los más bellos.

Jeannine Baticle.