Los instrumentos

Los instrumentos o útiles del pintor son esencialmente tres: la paleta, el pincel y la espátula. En la Antigüedad los pintores hacían uso de conchas o tazas, donde se ponían los colores ya mezclados. Luego se adoptó una pequeña paleta de madera, con un pequeño agujero para introducir el dedo pulgar. En un principio su fondo parduzco se adecuaba a la preparación de los lienzos, pero posteriormente, siendo la mayoría de las preparaciones de color blanco, se cambió su color por otro de tonalidades claras y luminosas.

El pincel es el agente que al actuar sobre los soportes los imprime. La gran variedad existente en el mercado posibilita las diversas maneras pictóricas. Generalmente, los pinceles redondos se usan para perfiles, fundidos y aplicaciones de color en pequeñas extensiones; los de pelo corto sirven para las capas gruesas y firmes, mientras que los de pelo largo sirven para extender el color. Los pinceles planos, muy utilizados, tienen una práctica más general, sirviendo, puestos de lado, para realizar perfiles. Comúnmente, son de cerdas, empleándose también los de pelo de ternera, camello, tejón, ardilla, marta, mofeta...

La espátula tiene diversas formas y generalmente es de acero. Asta de cuerno, marfil, hueso o caucho duro son también utilizadas cuando los colores no pueden tener contacto, por reacción química, con el metal. Se utiliza para mezclar colores, empastarlos, aplicarlos y extender capas de fondo y pintura. Con ella se consiguen formas abiertas de gran expresividad.

Las manos, los tubos de pintura que vierten directamente el color, trozos de tela para el frotage... son instrumentos que utilizan comúnmente los pintores para conseguir un mayor impacto, a la vez que determinadas calidades táctiles.

Los instrumentos del dibujante son esencialmente el lápiz y la pluma. Los grandes pintores renacentistas utilizaban un estilete con punta de plata sobre soportes de papel preparado con blanco de China o fondo coloreado. El estilete de punta de plomo tiene la ventaja de que se puede borrar y el soporte no necesita preparación. Sin embargo, es la mina de plomo, conocida ya en el siglo XVII en Flandes y Holanda, la que actualmente tiene mayor difusión, gracias a Conté, que en 1790 formó un conglomerado de grafito y arcilla que hoy se aplica a los lápices corrientes, conocidos como lápiz Conté. En la actualidad se utilizan los rotuladores y los bolígrafos, aunque su aceptación por los grandes artistas es nula. La pluma ha evolucionado desde las cañas, utilizadas en los primeros siglos, hasta las plumillas actuales de metal, pasando por las de ave, comúnmente de oca por ser la más dúctil, aunque se utilizaban también las de pavo, cuervo, cisne...

Sobre papel o cartulina, no podemos olvidar elementos tan importantes como la sanguina, el carboncillo y otros que dan nombre a sus realizaciones como los pasteles y las ceras. Actualmente se usa el spray, sobre todo para fondos y consecución de matices. Otros útiles más opcionales son el caballete, la regla, el difumino, el tiento...

En todo proceso de impresión intervienen dos superficies, una que lleva la imagen, y otra sobre la que se imprime. La forma más sencilla de aplicarlo es la que pueden realizar los niños, o la que hacían los hombres primitivos en sus cavernas: mojar las manos en tinta o pigmentos y aplicarlas luego a una superficie. En el otro extremo de la escala están los métodos actuales, fruto del desarrollo tecnológico. A lo largo de todo el proceso evolutivo son diversos los utensilios y máquinas utilizados para la manipulación de ambas superficies. Entre las más relevantes encontramos los siguientes: buril, gubia, escoplo, cuchilla, rascador, bruñidor, ruleta, graneador, raspador...

En cuanto a la maquinaria empleada para hacer entrar en contacto las dos superficies, imprescindibles en el proceso de impresión o estampación, destacamos la prensa vertical, el tórculo, la prensa litográfica, el método offset, y el bastidor con la rasqueta flexible.