Introducción

Cuando muy joven, a mediados de los años sesenta, iba de vacaciones al pueblo de mi madre, me venían a la memoria sonidos metálicos muy cercanos procedentes de la Torre de la Iglesia, que marcaban con las horas el paso del tiempo y me impresionaban causándome cierto desvelo en mi habitación sumida en la oscuridad y en el silencio absoluto de la noche, donde apenas entraba luz de la calle.

Un tiempo después, como miembro de la Comisión de Festejos de La Puebla de Alfindén, subí a lo alto de la Torre de la Iglesia a tocar las campanas antes de que se “electro-mecanizasen” en los años noventa. Lo recuerdo como algo muy especial; entre dos personas adultas tocamos las campanas a Fiesta y tuve la sensación de que, además de suponer cierto peligro bandear las tres campanas, sobre todo las dos más grandes, no era nada fácil, en lo que se refiere a conseguir mantener un ritmo constante.

Ahora que estoy mejor informado, se que antes de la restauración de la torre, solo dos monaguillos con apenas diez años, incluso a veces solo uno, subían a bandear y tañer las campanas. Teniendo en cuenta que los ventanales eran mas grandes y la inseguridad que ello entrañaba, según dicen: “temblaba el campanario y daba vértigo, allí no subía cualquiera”, valoro la meritoria labor que estas personas desempeñaban y me veo en la obligación de contar su historia, ¡que menos podíamos hacer!

El método de trabajo esta basado e inspirado en una de las personas mas documentadas en relación a esta materia, D. Francesc Llop i Bayo, antropólogo experto en campanas y ex-alumno de D. Carmelo Lisón, quien asesora y aconseja en su página Web, que indaguemos y preguntemos a las personas mayores, bien conocedoras del tema, son un manantial de información. Sostiene que ello debe hacerse con rapidez porque si no, corremos el riesgo de perder parte de nuestra historia y a buena fe que con esta labor hemos acertado.

Basándome por un lado en la Web y en algunos correos que he mantenido con el citado antropólogo en campanología, considero que la técnica del toque es uno de los puntos mas importantes, a saber: cuantas veces tañía tal campana, con las manos o con los pies, el intervalo de tiempo, posición-orientación, desde arriba o desde abajo, quien lo hacía, quien te enseñó a tocar, cuando fue, porqué lo hacía. También es relevante saber quien desempeñaba el cargo de alcalde y quien era el párroco en cada momento, debido a que, según consta en las actas parroquiales y municipales, cada vez que se rompía una campana los gastos de la fundición eran sufragados a partes iguales entre la Parroquia y el Ayuntamiento, que además de estar grabados en el bronce los nombres de los dos máximos representantes, figura: el nombre de la campana, año de fundición, cruz con formas diferentes, motivos decorativos y excepcionalmente el maestro fundidor.

Este medio de comunicación tradicional, consistente en algo tan simple y tan necesario en la vida cotidiana como en “anunciar algo”, ha ido poco a poco desapareciendo. Actualmente en nuestro pueblo todavía quedan cinco toques que debemos mantener e incluso recuperar alguno de los desaparecidos, aunque sea con impulsos eléctricos. En mi modesta opinión es una tarea que nos concierne a todos, por lo menos, en el plano de lo espiritual.

El motivo de la inclusión de este trabajo sobre las campanas en esta página es dar testimonio de lo acontecido y proporcionar un fácil acceso a todos los interesados de un pedacito de nuestra historia.