Técnicas de toques

A través de testimonios tenemos referencia de doce toques tradicionales diferentes y del archivo municipal de uno: Ángelus, Ánimas, Arrebato, Difuntos, Fiestas, Gloria, Maitines, Misa, Mortijuelo, Nublo, Perdido, Rosario y Tormenta, de los cuales se han perdido ocho, el resto todavía se siguen practicando.

Por ello es necesaria la labor paciente y minuciosa de recoger información, conversando con las personas mayores que guardan recuerdo de los toques ya desaparecidos y además se precisa contrastar esta información fragmentada para poder hacer un estudio serio y riguroso.

Los toques más habituales desaparecidos

Ánimas. La noche del día 1 de Noviembre los monaguillos se reunían en la sacristía, unos tocaban a difunto en honor de las ánimas y otros salían a pedir por el pueblo, recibiendo generalmente frutos secos. “Toque lento combinado -a cuerda- de las tres campanas”.

Arrebato. Se convocaba a la población para que acudiera al lugar del siniestro, siendo la causa principal por fuego. Desde abajo “toque rápido -a cuerda- con la Valera unos 4´ minutos”. La gente que no sabía dónde estaba el fuego acudía a la iglesia para enterarse. En la guerra civil este toque fue muy importante.

Mortijuelo. Cuando el fallecido era niño y no había recibido la primera comunión. “Tañido ligero -a cuerda- con el Cimbalico y la Mediana”. A partir de la década de los 40, solo con el Cimbalico.

Rosario. Todos los días por la tarde: “desde abajo tres toques -a cuerda- con la Valera”. Después en la iglesia se rezaba el Rosario.

Tormenta. Se avisaba a los vecinos cuando venía una tormenta. Parece ser que la técnica del toque era “moderado -a cuerda- con la Valera apenas unos toques”. Los más viejos del lugar no recuerdan el número de toques.

Perdido. Cuando una persona se perdía a altas horas de la noche o por niebla, para orientarse al oír el sonido de las campanas.

Maitines. Se tocaba al alba e invitaba a la población a recibir el nuevo día con una oración, anunciando la hora de comenzar la jornada de trabajo.

Nublo. El ayuntamiento contrataba a un campanero con la finalidad de disuadir al nublado con la posible amenaza de tormenta.

Los toques que todavía se practican

Ángelus. Todos los días al mediodía, coincidiendo antes con las doce solares, dedicado en honor a la Virgen. “-A cuerda-apenas unos tañidos con la campana grande”.

Gloria. En Semana Santa en el “Gloria” del Jueves Santo y “Gloria” del Sábado Santo. “A todo bando con las tres campanas”, sin repique.

Misa. Todos los días del año tres veces en media hora, para que la gente se dirigiera a Misa. Se tocaba solo con la Valera. “Se daban golpes de badajo -a cuerda- estando la campana parada, salvo excepciones treinta o cuarenta veces”. En la Misa Mayor del domingo y Misas Solemnes antes del toque de misa había repiques y bandeos de campanas.

Fiesta. La Víspera de la fiesta de nuestros Santos Patronos, indicando que el día siguiente dará comienzo las fiestas. Para las fiestas de marzo el día de la Virgen de Alfindén y para las de agosto el día de Ntra. Sra. de Asunción y el de San Roque; Santa Águeda, San Isidro, la fiesta de los Quintos, etc. además de comuniones y bodas. Las campanas con su sonido trasmiten al pueblo gran alegría. “Tañido de las tres campanas -a todo bando- unos 15 minutos”.

Mención aparte merece el Toque de Difunto por su contenido y variantes, llegando haber tres clases de entierro.

Difuntos

Se tocaba tres veces: en el mismo momento que se comunicaba la muerte de un vecino, en el funeral y en el cortejo fúnebre hasta el Portal o el cementerio, donde el cura despedía el entierro. Algunas personas recuerdan haber oído a sus padres que se diferenciaba si el fallecido era hombre nueve toques o mujer ocho. D. José L. Tesán Abadía hacía esta variante entre hombre y mujer cuando tocaba en Señal de Duelo.

Se tañían las campanas -a cuerda- antes y después del medio bando”.

D. José Meléndez Fierro, nacido el 17 de abril de 1930, dice: había entierros de primera y de tercera. En los de primera había tres curas que acompañaban al difunto hasta el cementerio, se tañía a cuerda y se hacía el medio bando, en los de tercera sólo había un cura que se despedía del cadáver en el Portal y únicamente se tañía a cuerda. No había entierros de segunda. En el tañido sonaban el Cimbalico, Mediana, Cimbalico, Mediana y Valera; y vuelta a empezar.

D. Carmelo Lisón Tolosana, nacido en 1929 comenta: A medio bando teníamos mucho cuidado de que la campana no diera la vuelta entera, para lo que muchas veces nos “colgábamos” de ella.

D. Manuel Casamian Laborda nacido en 1936 expone: Mientras fui monaguillo, en el toque en “Señal de Duelo”, había tres cuerdas que partían de los badajos, del Cimbal y la Mediana la cuerda era corta y apenas llegaba al suelo, aprovechando la cuerda larga de la Valera. Como el toque era lento y las distancias pequeñas daba tiempo de acercarse a las cuerdas de las campanas y hacerlas sonar, el orden del tañido era: Cimbal, Mediana, Valera.

En los entierros de primera, la familia del difunto daba una perrica o perra gorda a los chicos que iban con una vela acompañando al difunto.

D. Antonio Alloza Adán nacido en 1942 recuerda: Para los funerales se tañían las campanas y hacíamos el medio bando con las dos campanas mayores, que normalmente llamábamos a este toque “Señal de Duelo”. Recuerdo con cierta claridad que en entierros, sobre todo en funerales de primera, venían a cantar dos señores de Montañana: Blas Meni y José Ferrer, ambos hacían un buen dúo, era una forma de ganarse algún dinerillo recordando de esta forma la liturgia. Me atrevo a decir que cantaban como sabían pero no sabían lo que decían, puesto que todos los cantos se hacían en latín. Recuerdo con nostalgia dos tipos de funerales: de primera y de tercera. En los de tercera, donde habitualmente se pone el difunto, entonces se ponía un armazón cubierto con un manto negro y si era de primera sobre este armazón se ponía una tumbilla o catafalco, o sea, dos pisos de altura. En los entierros de primera solían venir curas de pueblos cercanos.

Con D. Luis Dopazo Alcolea, nacido el 25 de agosto de 1942, seguía habiendo entierros de primera y de tercera, pero el toque era distinto. Se empezaba con el tañido: Tres toques de badajo con la Valera, tres de Mediana y uno de Cimbal y así repetidamente cada vez mas deprisa hasta sonar las tres a la vez. Después de un tiempo, unos 5´minutos, se hacía el “medio bando” entre 1 y 2´ minutos con la Valera y la Mediana alternativamente, para terminar se volvía a repetir el mismo ciclo de antes que progresivamente se iba mas lento hasta que se paraba. El orden del tañido era: Valera, Mediana, Valera, Mediana, Valera, Mediana, Cimbalico; siempre la misma fórmula. Había un dato curioso: antes de despedirse el cura destapaba el féretro y echaba tierra con un badil dentro de la caja. Todos los chiquillos iban a ver los pies del difunto pues la tapa se abría por la parte inferior del ataúd.

D. José Luis Tolosana Gálvez, nació en agosto de 1944, recuerda que en su época había entierros de primera, segunda y tercera:

  • En los de primera había tres curas que subían con el difunto hasta el cementerio así como la duración del tañido de campanas. La misa era cantada.
  • En los entierros de segunda había dos curas y acompañaban al fallecido hasta el portal donde estaba la báscula del pueblo, cesando el toque de agonía. La Misa era cantada, siendo la clase de entierro más habitual.
  • En los de tercera solamente había un sacerdote y misa rezada, dejando de sonar las campanas a la salida de la iglesia.

En el tañido en señal de duelo, el orden de las campanas era: Valera, Mediana, Valera, Mediana, Valera, Mediana, Cimbal, así varias veces; después el medio bando con las tres campanas, para terminar otra vez con el tañido con cuerdas de la misma forma que al principio.

D. Carmelo Polo Pradilla, nacido en mayo de 1947, fue monaguillo durante tres años y solo ejercía en vacaciones, pues estaba en colegio interno en Zaragoza. También conoció las tres clases de entierro en La Puebla, aunque no siempre había esa relación que menciona D. José Luis Tolosana entre el número de curas y categoría.

La clase de entierro dependía mucho de la situación social y económica del difunto así como las relaciones de amistad.

Aniversario. Anunciaban el funeral al año de fallecer, el toque era igual que el de difunto: “tañido a cuerda, medio bando y tañido a cuerda”, después primer toque de misa.

Más sobre los toques

Gloria

D. Carlos Moliné Fernando nació el 29 de febrero de 1948, dice del toque de Gloria: era el que se hacía en Semana Santa. En la misa del Jueves Santo, cuando el cura cantaba el “Gloria”, los mozos desde el campanario bandeaban las campanas con fuerza y brío, con sensación de gran alegría. A partir de ese momento las campanas quedaban mudas, tanto las de la torre como las pequeñas de dentro de la Iglesia, hasta la noche del Sábado Santo en la Vigilia Pascual, cuando el cura entonaba otra vez el “Gloria”  las campanas tocadas por los mozos volvían a sonar “a todo bando” anunciando que Cristo había resucitado.

Durante esos tres días, del Jueves al Sábado a las 24:00 h., las campanas eran sustituidas por las carraclas, matracas y el carraclón. El carraclón era una carracla muy grande que usaban los monaguillos para anunciar los oficios y procesiones.
“Las carraclas las tocábamos los niños especialmente durante los oficios de Viernes Santo, cuando el cura leía la pasión y llegaba el pasaje de la muerte en la cruz, entonces hacíamos sonar las carraclas para “matar judíos”. Los mas mayores golpeaban los bancos y algunos pateaban el suelo que era de tarima entonces. El ruido que se armaba era considerable y al final el cura prohibió aquello que de año en año degeneraba”.

D. Luis Dopazo Alcolea expone: el Viernes y Sábado Santo, no se tocaban las campanas, sonaban el carraclón y la matraca. Los monaguillos tocaban entre dos el carraclón por las esquinas del casco antiguo, itinerario procesional, dando tres vueltas, una en cada toque, entonando esta melodía:

“Al primer toque,
A la procesión
Que viva el tío Lisón son,
Puertas abiertas
Puertas cerradas
Valiente pedrada.
Al segundo toque,
A los oficios
Que viva el tío Lisón...”

Se tiraba alguna piedra a las puertas y se salía corriendo hacia la otra esquina.

Lo del tío Lisón era porque estaba al frente de la carretería (carpintería) con la ayuda de su hijo José, y cada vez que se estropeaba alguna de estas dos piezas: el carraclón y la matraca, ellos nos la arreglaban gratis. Este señor se llamaba Blas Lisón y era el padre y José el hermano de nuestro antropólogo D. Carmelo Lison Tolosana, por eso en la canción siempre se nombraba a este señor.

D. Carmelo Lisón también recuerda: El carraclón lo tocábamos dando tres vueltas al pueblo para Semana Santa y voceando si era el primero, el segundo o tercer toque, pero un año unos mayores nos lo quitaron y lo hicieron pedazos.

Arrebato en La Guerra Civil

Cuenta D. Eugenio Roche Roda que con 14 años estaba haciendo guardia en la terraza de la Torre. Para no aburrirse jugaba a las cartas con otro compañero cuando vieron que venía de lejos la aviación desde Alfajarín con destino Zaragoza precipitándose a tocar a cuerda las dos campanas que dan a la carretera con la intención de hacer ruido para que se enterara la población. Una vez los aviones pasaron la Torre bajaron las escaleras hasta donde están las saeteras, a la altura del reloj, contemplando desde allí como la aviación descendieron lo suficiente para poder eludir dos cañones que había a la salida del pueblo frente al parador. Fue una tarde de verano de 1937.

El 27 de agosto de 1937 calló una bomba en el corral de D. Valero Alcolea Huguet, matando a una caballería y dejando a las gallinas sin cabeza.

D. José Alcolea Paños nació el 24 de septiembre de 1927 y cuenta que en la Guerra Civil con apenas 10 años hacía guardia en el campanal de la torre para avisar cuando se acercaba la aviación. Las personas que tenían que hacer guardia se iban a trabajar al campo y él las sustituía. Cuando pasaba un avión, de avanzadilla o reconocimiento, o la aviación, generalmente cuatro o cinco aviones, avisaba con un pitido desde el campanario llamando la atención a la persona que estaba de guardia en el teléfono al otro lado de la calle, que era casa de D. Pedro Alcolea en aquel tiempo. ¡¡Un avión!! gritaba desde arriba, asomándose por uno de los ventanales y añadiendo la dirección que llevaba, hacia Zaragoza o hacia Alfajarín. El encargado de turno que solía ser una persona mayor, hacía sonar la campana desde abajo a Arrebato.

D. José Martínez Cidraque nacido en octubre de 1927, dice del toque: cuando venía la aviación eran “nueve campanadas rápidas -a cuerda- con la Valera”, con el fin de que la gente al oír el toque corriera hacia los refugios para protegerse del posible bombardeo del enemigo. “Tres campanadas lentas -a cuerda- con la Valera” significaba que el peligro ya había pasado.
Durante esta guerra la cuerda de la Valera bajaba por fuera de la Torre hasta el edificio de enfrente, atándose a la reja de la ventana donde estaban haciendo guardia en el teléfono de casa de D. Perico Alcolea.

D. Carlos Moliné Fernando señala una parte de historia. Las campanas cumplieron su misión durante la guerra. La Puebla era lugar de paso al frente que estaba en Pina y siempre había soldados de distintas compañías acampados en el pueblo. Pues bien, durante el día se subía un soldado al campanario en plan vigía y cuando oía o veía un avión enemigo avisaba al que tenía la centralita del teléfono para que llamara a Zaragoza para comunicarlo. También era el momento de tocar las campanas a “Arrebato” para que los vecinos bajasen a las bodegas o refugios por si se producía un bombardeo.

Ángelus

El Ángelus es una devoción de origen franciscano. La palabra significa ángel y el rezo comenzaba así: “Ángelus Domini nuntiavit Mariae” (El Ángel del Señor anunció a María). Este toque servía para organizar las labores en el campo y en el pueblo. Era el momento de hacer una pausa en el trabajo, se oraba unos minutos y se tomaban alimentos. En épocas pasadas también le llamaban toque de Oración.

El Dr. Francesc Llop i Bayo en su página web expone: “Este toque, con sus variantes locales, sigue sonando curiosamente en toda la cristiana Europa, incluso en las iglesias reformadas”...

Ánimas

En la noche del 1 de noviembre los monaguillos se reunían en la sacristía para repartirse las tareas. Lo tenían bien organizado, por zonas para no repetir vivienda, mientras unos tocaban las campanas otros iban a pedir colación con una capaceta por las casas del pueblo. Solían darles frutos secos y frescos que después se comían en la sacristía y alguna moneda que al final del recorrido entregaban al cura o sacristán. Cuando llamaban a la puerta decían “Colación para los campaneros”. Esto lo hacían mientras la gente estaba todavía levantada. También se subía al cementerio para rezar algún responso a los difuntos.

D. Antonio Lisón Meseguer nació el 23 de agosto de 1944 y revela que: “para esta Noche de Ánimas, D. Bienvenido Salazar preparaba tres cuerdas desde el badajo de las campanas para que llegara hasta abajo y así no tener que subir hasta lo mas alto de la torre. Esta noche entre el frío que hacía y todo oscuro apenas dos velas, en silencio y quietud, ocurrió que se soltó una de las cuerdas, o se partió cerca del badajo, y cayó a peso precipitándose sobre mí. Fue tremendo el susto que me di, pues en aquel momento estaba solo. Esto ocurrió siendo monaguillo que estuve cerca de tres años y estaba de cura D. José Gimeno Bríos. Recuerdo que D. José me dio una peseta, buena propina en aquel entonces, cuando recé por primera vez solo el rosario”.

Al Sr. Salazar le decíamos los chicos: “Salazar, Salazar, se ha metido a sacristán”.

D. Jesús Pueyo Meseguer, nacido el 16 de agosto de 1950, recuerda: “algunas veces, una de las cuerdas se atascaba en algún lugar y el Sr. Salazar tenía que subir y bajar varias veces las escaleras de la Torre para solucionar el enredo. Esta noche tocábamos desde el anochecer hasta casi las dos o las tres de la madrugada. El repique era lento, casi agónico, interminable, tocado “a cuerda” con las tres campanas desde abajo. Cuando salíamos a pedir nos obsequiaban con frutos secos y algunas personas nos daban propina para que no tocásemos mucho rato”.

Fiesta

En la festividad de Santa Águeda, se celebra el 5 de febrero, eran las mujeres las que lanzaban “al vuelo” las tres campanas. Se hacia misa y después merienda o cena para terminar en el baile. Este día se invierten los papeles sociales, son ellas las que mandan.

D. Luis Dopazo Alcolea comenta: “Cuando subían a tocar las campanas con la Valera se atrevían pocas, la que primero subía cogía el Cimbalico”. En 1997 cayó un badajo al exterior. (Ver más adelante).

En la actualidad este día las campanas siguen sonando imitando con bandeos a fiesta.

Además de tocar las campanas para las fiestas del pueblo, los agricultores las tocaban “a todo bando” el 15 de mayo San Isidro, patrono de los labradores.

Al final de los años sesenta, siendo presidente de la Hermandad Sindical de Agricultores y Ganaderos D. José Martínez Cidraque, D. Mariano Guerrero Martínez le escribió este poema:

En La Puebla de Alfindén
Hay jefe de Hermandad,
Que honra mucho a San Isidro
Sin contar con los demás.

En alguna ocasión, cuenta D. José Martínez, como Presidente de la Hermandad, tome algunas decisiones pero para el bien común.

En estas fiestas de San Isidro había concursos de tractores con remolque junto a los almacenes del trigo donde se podía ver la destreza del conductor. En 1970 D. Ramón Á. Lisón se llevó el primer premio.

El 15 de mayo de 1971 se celebró por primera y única vez reina de las fiestas, que después de una reñida votación resultó elegida Dña. Celia Roba Val. En este día festivo también se celebró un concurrido partido de fútbol amistoso entre solteros y casados de la localidad en el antiguo campo de fútbol, haciendo el saque de honor la citada reina de fiestas.

A primero de los años 70 comenzamos este día festivo con romería al llano, pasando un día magnífico con misa de campaña, comidas y juegos para todos al aire libre, celebrándose también un concurso de paellas.

Para la purísima las campanas sonaban a “todo bando” para festejar la fiesta de los Quintos. En la víspera los mozos “Entraban en Caja” y lo celebraban con una cena y después rondaban por las calles del casco antiguo.

El primer domingo de mayo, día de la rosa, se engalanaban con ramas de chopo y alguna rosa entrelazada la entrada de la iglesia, la puerta de la casa del mayordomo de la Cofradía del Rosario, la puerta de la casa de alguna chica que gustaba y en ocasiones también la puerta del cura. El primero de mayo se ponía un chopo “Mayo” grande pelado, menos la copa, en la Plaza de España y los mozos hacían apuestas para ver quien subía hasta arriba. También engalanaban con ramas de chopo una galera tirada por unas caballerías que daba la vuelta al pueblo.

Las campanas las bandeaban los Quintos y también las tocaban familiares y amigos. Esta práctica dejo de hacerse en los años sesenta.

La comisión de festejos también ha participado con esta tradición de bandiar las campanas anunciando las fiestas de nuestros patronos.

En estos tres acontecimiento festivos junto a las Fiestas Patronales y Gloria en Semana Santa, podían tocar las campanas personas que no estaban vinculadas con la iglesia.

Misa

Durante las décadas de los años 30, 40, 50 y parte de los 60 se hacían dos misas en los domingos y festivos: en invierno una a las 8:00 h llamada Primera y otra Mayor a las 12:00´h, en verano una hora antes. En 1966 la Misa Primera pasó al sábado por la tarde.

En algunas épocas del año para la siega, la remolacha y otras faenas del campo la misa Primera se adelantaba a las 4:30´h de la madrugada para que los jornaleros pudieran ir a trabajar y así cumplir con sus obligaciones religiosas, además debían de tener el permiso del Sr. Alcalde para no ser amonestado por la Guardia Civil que hacían guardia en los caminos.

D. Tomás Alcolea Roche un domingo después de misa Primera, fue a dar vuelta al campo para ver como estaba la faena para trabajarla al día siguiente, encontrándose cerca del matadero, en la intersección de los tres caminos, a la Guardia Civil, quienes le dieron el alto y le mandaron para casa. La hija de D. Tomás, Doña Rosario Alcolea, recuerda: “Vino a casa muy enfadado creyendo que había cometido una falta grave”.

El Toque de Misa se hacía con la campana mayor que da al Suroeste, que podía tañer treinta o cuarenta veces, incluso número indeterminado, dependiendo época y cura que hubiera, a ritmo moderado en tres ocasiones en el intervalo de media hora. Desde abajo “a cuerda”: treinta o cuarenta veces, pausa, más un toque; treinta o cuarenta veces, pausa, más dos toques y treinta o cuarenta veces, pausa, más tres toques. Después del tercer toque daba comienzo la misa. En los festivos de solemnidad antes del primer aviso se repiqueteaban “a cuerda” desde el campanario y se volteaban las campanas. En este repique se podía apreciar la maestría del campanero.

En las misas de diario no se repicaba ni se bandeaban campanas.

Los repiques son toques vivos y repetitivos de campanas que avisan que se acerca la hora de la misa. Estos se hacían “a cuerda” desde la sala de campanas habiendo dos clases de toques: el que se hacía con dos campanas, Valera y Mediana y el que se hacía con tres, las mencionadas más el Cimbal.

D. José Luis Tolosana recuerda el repique que hacía con las dos campanas mayores Valera y Mediana: “Los monaguillos entonábamos esta canción que aprendíamos de memoria de algún compañero veterano”

“Salazar Salazar se ha metido a sacristán
Mucho trigo, mucho trigo y poco pan
Trico trico, trico tran, tin tan”.

Es un juego de palabras tónicas y átonas para determinar una u otra campana.

Hasta principio de los años 60, había un toque que se llamaba de “extremaunción” para los enfermos de gravedad. El cura salía de la iglesia con el copón y uno o dos monaguillos tocando una campanica boca abajo sin parar hasta la casa del enfermo. Todas las personas que los veían se arrodillaban y algunas de ellas les acompañaban.

Con el nombre de “extremaunción” se denomina al sacramento que el sacerdote administraba in extremis a los enfermos.

Maitines y Rosario

D. José L. Tesán Abadía cuenta que de chico, el toque de Maitines se lo oía nombrar muchas veces a su padre. No sabe la técnica del toque ni que campanas sonaban, todos los días al amanecer, aunque como es lógico, según la estación del año, cambiaban de horario debido a la luz solar.

Mientras fue monaguillo, el toque de Rosario se hacía todos los días al atardecer, después se rezaba el rosario. En ocasiones había más gente en este acto que en misa.

Estos dos toques junto con el de Ángelus al mediodía estaban muy relacionados entre sí, pues señalaban las partes de la jornada.

Había un dicho popular que decía:

“Cuando tocan al Rosario
En invierno y verano
Ya no es tan temprano”.

Mortijuelo

Anterior a la década de los 50 el índice de mortalidad era muy alto entre la edad infantil siendo este toque muy habitual y sobrecogedor entre la población.

Perdido

Doña Eva Alcolea Roche comenta: “atardecía, mi bisabuelo D. Mariano Roba no regresaba a casa. Los familiares pensando que le había pasado algo, mandaron tocar las campanas “a Perdido”. Salió la gente del pueblo en su busca hallándole muerto en el campo, en la zona de los Royales Altos. Hasta hace poco tiempo en este lugar había un mojón en su honor. Ocurrió hacia 1930”.

Tormenta

D. Antonio Lisón Meseguer recuerda: se tocaba desde abajo “a cuerda” con la Valera a ritmo moderado, apenas unos toques para distinguirlo del toque de Fuego, también “a cuerda” con la misma campana, que era más ligero y bastante rato. Me imagino que estando cerca la tormenta nadie se atrevería a subir hasta el campanario a tocar con otra campana, por miedo a que la tormenta le pillara arriba.

Nublo

Nadie conoce este toque pero hay referencia escrita del archivo del ayuntamiento del 13 de enero de 1804.

Los toques tradicionales civiles: Arrebato, Tormenta y Perdido dejaron de practicarse en la década de los sesenta.

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