Agosto de 2011

La anunciada reforma de la Constitución para incluir en ella una limitación del déficit es papel mojado. No debe, por tanto, preocuparnos lo más mínimo. Tampoco debe quitarnos el sueño si se convoca o no un referéndum. Para sustentar tales afirmaciones basta examinar la "calidad" de nuestra democracia. Aunque son varios los pilares, mencionaré tan solo dos: separación de poderes e imperio de la Ley.

Sobre el primero baste decir que el sistema electoral elimina de golpe la separación entre ejecutivo y legislativo hasta el punto que ambos se confunden. Los diputados y senadores, cual dóciles borregos, pulsan el botón indicado por su respectivo portavoz y aquí acaba para la gran mayoría su contribución como servidores públicos. En cuanto a la justicia, aún se vislumbraban rayos de esperanza en lontananza, pero la sentencia del Tribunal Constitucional que permitió la presentación de la coalición Bildu a las elecciones dejó bien claro que era el Gobierno quien dictaba la sentencia. Solo así puede entenderse que dicho Tribunal pasara de ser competente en el amparo de los derechos fundamentales a realizar una nueva valoración de las pruebas e invadiera de esta forma el campo propio del Tribunal Supremo. Adiós definitivo a la separación de poderes.

Nos queda aún el imperio de la Ley. Los servidores públicos deberían dar ejemplo, pero resulta que no hay día en el que los medios de comunicación no informen de autenticas tropelías. Lo peor de todo es que a los políticos les sale gratis incumplir la ley, y no me refiero sólo a los casos más graves de corrupción sino al día a día en la gestión de los recursos públicos. En Zaragoza, por ejemplo, la segunda fase del tranvía se comenzó sin el pertinente permiso de Patrimonio. Se adujo que era más importante comenzar las obras que respetar la ley. Sin duda, un buen ejemplo para los ciudadanos.

¿Qué importancia tiene entonces la reforma de la Constitución? Ninguna. El gobierno de turno la acatará o incumplirá en función de sus intereses, es decir, de cómo ganar las próximas elecciones. El colmo de la inocencia es pedir una reforma integral aprovechando la ocasión ¡Pobres ilusos! ¿acaso creen que somos islandeses?

Actualización (25/08/11 - 21:02): Ni siquiera papel mojado. Los socialistas han convencido a los populares de que la "cifra concreta de déficit no figure en la Constitución sino en una posterior ley orgánica" (El País). Los futuros gobiernos ni siquiera tendrán necesidad de incumplir la Constitución pues les bastará modificar la ley orgánica, un procedimiento más sencillo y menos costoso en términos políticos.

Nunca he pretendido escribir artículos sesudos y menos aún sentar cátedra. A lo sumo, breves comentarios escritos con claridad e intentando no darle muchas patadas al diccionario y a la gramática. Pues el primero de los objetivos -la claridad- no parece ser mi fuerte. Y si no, vean los comentarios a la entrada España es un país subdesarrollado en menéame. Me hubiera gustado contestar en el mencionado portal pero alguien ha decidido cerrar los comentarios.

Vayamos a por los dos más sabrosos: "Lo que no entiendo que aprovehce la corrupcion para cargar contra las autonomias, cuando mas se ha robado en la historia de españa ha sido en la de mayor centralismo, durante el franquismo, se robaban a manos llenas, lo de ahora no es nada" y "Resumen del texto: la culpa des de las autonomias y especialmente de Catalunya que roba a las demás. Esto debe ser así gracias a una ley electoral que hace que cuando un catalán vota lo haga por veinte españoles... ".

Al parecer, la actual organización de los partidos políticos es desconocida para los dos ilustres comentaristas. La afirmación somos "súbditos de una casta elevada a los altares de la estulticia gracias a los 17 Reinos de Taifas" tiene su razón de ser en el proceso de descentralización que también han soportado los partidos políticos. Tal es así, que los barones regionales ostentan un poder descomunal dentro en los órganos centrales de aquéllos.

¿Y qué me dicen ustedes del siguiente? "En este artículo viene a decir que somos subdesarrollados, porque Amazon vende caros los libros en Español. Como si sólo se hablara español en España". Se puede afirmar sin lugar a la duda que ni se ha molestado en leer el artículo. O eso, o su comprensión lectora es bastante deficiente. Para empezar diremos que Amazon no vende libros en español. Existe una sección pero es ridícula si la comparamos a la oferta inglesa. Amazon no desembarca en España porque la ley pone trabas al libre comercio e impide que dicha empresa desarrolle su política de descuentos. Somos un país subdesarrollado porque somos los que menos leemos de toda Europa y algo tendrá que ver el hecho de que los libros nos cuesten cinco o seis veces más que su respectiva edición es inglés. Y no olvidemos a los editores: su rechazo, más bien pánico, al formato digital es un buen ejemplo de lo dañino que puede llegar a ser el proteccionismo.

En fin... tenemos lo que nos merecemos.

No, España no es un país diferente sino subdesarrollado. En términos políticos, nuestras elites carecen de sentido común y visión de Estado, adolecen de cleptomanía y nos someten a sus caprichos sin el menor escrúpulo. No somos ciudadanos sino súbditos de una casta elevada a los altares de la estulticia gracias a los 17 Reinos de Taifas. Su único interés es preservar el orden actual porque eso les permite seguir disfrutando de su cómodo sillón de poder.

Ahora bien, tenemos lo que nos merecemos. Un botón de muestra: Telecinco fue líder en audiencia el pasado mes de julio y no fueron contenidos culturales los que la auparon a tal posición sino concursos como Supervivientes y personajes de la talla de Belén Esteban. Al mismo tiempo, España es uno de los países europeos con menor índice de lectura. No es de extrañar, por tanto, que nuestros políticos vivan felices en su mundo imaginario.

Y tampoco debe sorprendernos que en el camino de la cultura se coloquen obstáculos insalvables de forma que comprar uno o dos libros al mes solo se encuentre al alcance de las clases más pudientes. En este sentido cabe preguntarse por qué empresas como Amazon no desembarcan en nuestro país. Se la esperaba para enero de este año pero la fecha se ha ido retrasando y ya se habla del otoño. Aunque se cumpla el pronóstico, los libros, tanto en papel como en formato digital, no estarán disponibles a los precios a los que nos tienen acostumbrados para los editados en inglés.

Los motivos son dos. Por un lado, los editores no quieren saber nada del formato digital. Le tienen pánico a pesar de que sus ventas crecen de forma exponencial cada año. Al igual que ha sucedido con la música o las películas, una visión miope les impide aceptar las nuevas tecnologías lo que, a la postre, conllevará el desarrollo de un mercado pirata. Cuando quieran reaccionar, ya será demasiado tarde. Por otro lado, la Ley 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las bibliotecas restringe la competencia e impide que exista el libre comercio. El procedimiento, aunque absurdo, es muy sencillo: el editor fija el precio y el precio de venta al público solo puede oscilar entre el 95 % y el 100 % de aquél (art. 9). El resultado final es el encarecimiento de los libros hasta el punto de que se han convertido en un producto de lujo.

A las pruebas me remito:

  1. Postguerra de Tony Judt (2006; Tapa blanda): $46,32 en casadelibro.com. Por supuesto, no está disponible en formato digital. Nos vamos a hora a Amazon y buscamos ese mismo libro en ingles en la sección Kindle Store: ¡ $13,79 ! Pueden ver el resto de precios (tapa dura, blanda, etc) aquí.
  2. El Mediterráneo de Jhon Julius Norwich (2008, tapa dura): $54,79 en casadelibro.com. Ahora comprueben el precio del mismo libro pero en ingles en Amazon.

Solución: además de aprender inglés, lo más inteligente es comprarse un Kindle (o cualquier otro lector) y esperar a que el mercado negro de libros se extienda al igual que lo ha hecho la música o las películas.