Martes, 19 de mayo de 2020

Francisco de Goya (1747-1828): La condesa de Chinchón, 1800.Francisco de Goya (1747-1828): La condesa de Chinchón, 1800.
Oleo sobre lienzo, 226 x 144 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado, p-7767


Goya retrató varias veces a doña María Teresa de Borbón y Vallabriga, hija del infante don Luis y de su esposa María Teresa de Vallabriga y Stuard, y por tanto prima carnal de Carlos IV. La pintó por primera vez en septiembre de 1783 a los dos años y nueve meses, contra un fondo de paisaje, acompañada de un perro blanco (Washington, National Gallery), y nuevamente por la misma época en el gran cuadro La familia del infante don Luis. La volvió a retratar más adelante por lo menos dos veces, cuando ya era esposa de Manuel Godoy. Las circunstancias de su vida fueron muy difíciles. Nació el 26 de noviembre de 1780 y su padre murió en 1785. Entonces, cuando no había cumplido aún los cinco años, la separaron de su madre y hubo de cambiar el ambiente cómodo y cultivado al que estaba acostumbrada por la vida conventual en Toledo. Doce años más tarde, sin embargo, salió María Teresa de su aislamiento para casarse con Godoy y ser princesa de la Paz, con la posibilidad de volver a la corte de la que Carlos III había desterrado al infante, su padre, y restablecer la fortuna de su familia.

No sabía que su todopoderoso marido iba a continuar sus relaciones con otras mujeres, en especial con Josefa Tudó, ni que tendría que aguantar los desaires públicos que los amores de Godoy le acarreaban. Pero por lo menos compartiría con su marido la afición a las artes y volvería a encontrarse en un ambiente muy refinado desde el punto de vista de pinturas y mobiliario. El infante don Luis había tenido una riquísima colección de cuadros y estampas: obras de famosos pintores del pasado —españoles, italianos y flamencos— y los más prometedores artistas de su tiempo, como Mariano Salvador Maella, Francisco Bayeu, Joaquín Inza y el italiano Francesco Sasso. Entre los de la nueva ola el infante había protegido a Luis Paret y Gregorio Ferro, y más que nadie a Goya. Godoy también contrataría diversas obras al pintor aragonés, aunque cuando ya era primer pintor del rey y no, como el infante don Luis y su esposa, cuando su carrera estaba en sus comienzos en Madrid.

Al casarse con María Teresa, no parece que Godoy hubiera pensado en ensanchar la galería de retratos de su casa hasta que su esposa diera señales seguras de proporcionarle hijos (o de fundar una nueva dinastía). Según la correspondencia entre los reyes y Godoy, María Teresa estaba embarazada de tres meses en septiembre de 1799, pero tuvo la desgracia de perder al niño poco después.

En marzo de 1800, volvió a tener indicios de preñez, y esta vez daría a luz sin problemas a una niña, la infanta Carlota, el 7 de octubre. Consta que Goya retrató a la futura madre en abril de 1800, cuando María Teresa acababa de cumplir los veintiún años, y parece obvio que el encargo tuvo algo que ver con las esperanzas de sucesión legítima que los príncipes ya tenían para su casa. Es éste el retrato que ahora se expone. Goya la volvería a retratar aquel mismo año, de pie en vez de sentada, llevando la banda de la orden de Damas Nobles de María Luisa, con un peinado más moderno y una cara que parece más hermosa (Florencia, Galleria degli Uffizi). Es verosímil que este segundo retrato se pintara a mediados de diciembre. Se le había concedido la orden mencionada el 10 de octubre de 1800, y sabemos que los reyes les iban a recibir a ella y su marido a principios de diciembre. Un retrato hecho por entonces celebraría estos progresos, y la mirada más segura de sí revela la nueva confianza de la princesa.

Es esclarecedor el contraste entre estos dos retratos. En el primero, María Teresa parece un poco cohibida, insegura sin duda, por estar embarazada y por haber perdido ya un hijo. No nos mira directamente, y sus ojos azules tienen una expresión algo triste. La sortija que lleva puesta contiene un retrato en miniatura —puesto que la representa con la banda de la orden de Carlos III, es verosímil que sea Godoy— y el adorno formado de imitaciones de espigas de trigo que lleva en su tocado puede ser un símbolo de fertilidad y recordar una vez más su deseo de tener hijos. En el segundo retrato la princesa parece más confiada, nos mira de frente, y luciendo la banda de la orden de María Luisa, prueba de que había sido aceptada por los reyes, lo mismo que su hermano y también su madre. El premio que parecía tan difícil de alcanzar, cuando se pintó el primer retrato, ya está a su alcance en el segundo.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.