Martes, 27 de octubre de 2020

Isidro Nonell (1872-1911): Estudio de gitana, 1906.

Isidro Nonell (1872-1911): Estudio de gitana, 1906.
Óleo sobre lienzo, 185 x 110 cm.
Inscripción en el ángulo inferior izquierdo: «Nonell / 1906.»
Colección Masaveu


Las pinturas de gitanas fueron habituales en la obra de Nonell después de su establecimiento en Barcelona en 1900, hasta 1907. Ya en los años anteriores había manifestado en sus dibujos una intensa atracción hacia la representación de tipos marginales. A diferencia de lo que ocurría en éstos, no hay una clara intención social en estas pinturas, pues el propio artista indicó que lo que le interesaba de las gitanas era su expresividad y carácter; de todos modos su insistencia en el motivo, que provocó el rechazo de gran parte del ambiente artístico catalán de la época, obedecía a una simpatía del pintor hacia ese mundo marginal y miserable. Aunque suele sustraer al espectador los rasgos faciales y, con ello, parte de la individualidad de las mujeres que representó, se trata de pinturas realizadas del natural, con modelos elegidos por el artista.

El formato vertical le sirvió a Nonell para desplegar las figuras con una cierta monumentalidad. En esta obra acentúan ese rasgo el estrecho espacio que dejan los bordes laterales del lienzo y la estructura casi geométrica que asume; la falda evoca la forma de un cubo y el torso recuerda algo a una pirámide, una de cuyas aristas marca el brazo derecho, en el que apoya la cabeza, lo que aumenta el carácter cerrado sobre sí misma de la figura. Nonell recurrió al menos en otras dos obras de ese mismo año a esa postura, asociada a la representación de la melancolía, como se ve en Gitana (Barcelona, colección viuda de J. Valentí) y Meditando (Barcelona, Museo Nacional de Arte Moderno). La presencia del plato con una cuchara es casi excepcional en unas pinturas en las que es muy raro que haya elementos añadidos a la figura; había aparecido en Reposo (Barcelona, Museo Nacional de Arte Moderno), obra dos años anterior. El artista dio a su pintura el título de estudio, al que recurría a veces en esa época y con el que figuró, al lado de otras tres pinturas, en la V Exposición Internacional de Arte celebrada en 1907 en Barcelona. El hecho de que no era un simple ensayo lo demuestra el precio de 2.500 pesetas que fijó el mismo Nonell, el máximo que entonces daba a sus obras.

Con otro cuadro titulado Gitana (Colección Masaveu) del mismo año, que perteneció también a la Colección Bassas, se trata de una de las pinturas de mayor formato que pintó Nonell. La composición se relaciona con la figura de la derecha de Dos gitanas (Barcelona, colección viuda de Barbey), de ese mismo año. La ambición constructiva se hace más patente en este Estudio de gitana no sólo por su solidez arquitectónica, sino también por la manera de componer el volumen a través de pequeños planos definidos por pinceladas paralelas. Estas, compactadas casi en la cabeza, son cortas y apretadas en la parte superior de la figura y tienen mayor recorrido en la inferior; además, en la espalda los toques casi horizontales y prietos se superponen al trazo de contorno del mantón e interrumpen su continuidad mientras que, más abajo, algunas pinceladas onduladas muy largas refuerzan la caída de la falda. De este modo, el artista, que realizaba antes la parte superior de sus composiciones, parece sugerir con una ejecución progresivamente suelta una densidad decreciente de los volúmenes desde arriba hacia abajo.

De manera similar, el paso del tono negro del cabello y los rojos del mantón a los azules de la falda, bien resaltados por la gama de verdes en el fondo, muestra una gradación desde los tonos calientes a los fríos. En cada color hay una variedad de matices que muestra la riqueza del cromatismo dentro de la reducida paleta del artista. Los destellos fulgurantes de luz entre los azules de la falda animan y dan una gran vivacidad a la figura, en contraste con su actitud estática. Aunque resueltos con una pincelada muy distinta, hacen pensar en el interés que Nonell sentía por El Greco, que le llevó, en 1903, a admirar sus obras en Toledo, después de haber visitado el Museo del Prado.

El espacio en que se halla la figura es ambiguo, con una leve indicación de diferencia entre los planos del suelo y la pared a la izquierda, a través de un color más claro en aquél, pero esa distinción no es clara, en cambio, en la parte derecha de la composición. De todos modos, la opulencia de la materia pictórica tiene tal relevancia que evoca, junto al intricado cromatismo de algunas partes de la pintura, la belleza de un tapiz o una colgadura; cabe recordar la fascinación del artista por los mantones de las gitanas, que adquiría para colgarlos en las paredes de su estudio. A pesar de la actitud abatida de la mujer, el perfil de la cabeza no muestra una expresión de dolor o de angustia semejante a la de obras de años anteriores. Se ve en esta pintura, como en otras del mismo año, un anticipo del cambio en la trayectoria de Nonell ocurrido en 1907, cuando dejó de tomar a las gitanas como modelos. Así, la pintura muestra un equilibrio entre la orientación expresiva propia de las obras de años anteriores y la armonía a la que tienden sus últimas pinturas.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.