Martes, 6 de abril de 2021

Manuel Cabral y Aguado Bejarano (1827-1891): La Copla (1850-1890).Manuel Cabral y Aguado Bejarano (1827-1891): La Copla (1850-1890).
Óleo sobre lienzo, 45 x 38 cm.
Museo Nacional del Romanticismo (CE0141).


Escena costumbrista, desarrollada en el interior de una taberna. En primer término, destaca un grupo formado por tres personajes. En el centro, sentada, una mujer con flores en el pelo, chaquetilla con pasamanería en los puños, mantón de talle bordado y rematado con flecos. A su izquierda, un joven de largas patillas vestido con sombrero calañés, chaleco, faja, calzón y polainas tocando la guitarra. Al otro lado, a su derecha, un joven en camisa, con la chaquetilla colgada del hombro, chaleco y pantalón con faja encarnada que levanta su sombrero mientras observa a la mujer. En el interior de la estancia se despliegan algunos enseres de mobiliario popular, como una silla de anea y cacharros de barro.

Escena de tono amable, de dibujo muy cuidado y excelente colorido, en la que el autor se detiene en realizar una descripción pormenorizada de los personajes representados. Manuel Cabral junto con Valeriano Domínguez Bécquer, son los pintores costumbristas que más frecuentemente representaron el tema de los bailes de las clases populares, haciéndolos protagonistas indiscutibles del cuadro. Dentro de estos asuntos de bailes, destaca el óleo sobre tabla de Valeriano Domínguez Bécquer, Baile de campesinos en Soria (Museo del Romanticismo, Inv. CE1916).

Las pinturas costumbristas de Manuel Cabral alcanzaron notable fama y clientela entre la nueva burguesía sevillana de la época, debido a que supo plasmar con gran detallismo y minuciosidad las escenas de la vida cotidiana de la Andalucía del momento. Esta nueva clientela, solicitaba imágenes alegres y desenfadadas de asunto profano, para el ornato de sus viviendas. En la creación de esta temática costumbrista también tuvieron especial relevancia los viajeros extranjeros, que, ensimismados por las escenas de la vida popular, no dudaron en adquirirlas para llevárselas como recuerdo, creando una iconografía desarrollada ampliamente por los artistas españoles a lo largo de el siglo XIX.