El joyero de la Virgen del Pilar
No podemos precisar cuándo comenzó exactamente la devoción a la Virgen del Pilar en territorios aragoneses, pero sí es posible constatar, a través de las fuentes documentales, que en el transcurso de la denominada época moderna (1500-1800) trascendió al panorama internacional, cobrando especial fuerza entre toda la comunidad hispana.
Al parecer, el testimonio documental más antiguo conocido sobre la tradición pilarista data del siglo XIII,1 y en él se recoge la Venida de la Virgen en el año 40 en carne mortal a Caesaraugusta, donde Santiago el Mayor estaba predicando, y cómo el apóstol y sus discípulos comenzaron a construir un edículo para resguardar el Santo Pilar que había traído la Virgen. En esta imagen, que se conserva en el Archivo Capitular del Pilar, la Virgen señala el lugar donde se debía erigir el templo (figura 1).
Muy distintas fuentes narran cómo se fueron sucediendo distintas ampliaciones en el templo pilarista, quedando la arquitectura como envoltorio de la devoción en la historia de la basílica. No obstante, dos hitos se tornaron fundamentales en el trazado de la devoción pilarista entre finales de la Baja Edad Media hasta entrada la Edad Moderna, siendo ambos hechos milagrosos: el primero de ellos es la curación de la reina Blanca de Navarra por intercesión de la Virgen (1433); y el segundo, la sanación de Miguel Juan Pellicer (1640), al que supuestamente devolvió una pierna y restituyó de su cojera, el más conocido de los prodigios obrados por la Virgen, conocido popularmente como «el Milagro de Calanda».2
Entre estos dos importantes hitos de la devoción pilarista, los fondos documentales del Archivo Capitular del Pilar permiten perfilar —a pesar de algunas pérdidas documentales irreparables—, una sucinta cronología de acontecimientos y sucesos que muestran la creciente devoción a la Virgen en forma de preciosas ofrendas. A raíz de estos milagros, las gentes procedentes de todos los estamentos sociales ofrecieron, en la medida en que les fue posible, sus mejores prebendas y más preciados bienes.
A finales de la Edad Media los ornamentos y ricos textiles parecen ser las ofrendas y jocalias más numerosas y apreciadas, aunque los primeros inventarios conocidos recogen algunas joyas: a mediados del siglo XIII figuran algunos collares y mantos entre las «ropas» de la iglesia de Santa María, y ya a comienzos del XIV, entre la orfebrería y ornamentos textiles a cargo del sacristán mayor, se describen joyas y reliquias muy adornadas. Sin embargo, conviene aclarar que no hay documentos que ratifiquen que estas ofrendas y alhajas en la Baja Edad Media aderezaran la imagen de la Virgen del Pilar. Seguir leyendo ...