Estelas y relámpagos sobre los Pirineos. Fotografía de Marc Sellés Llimós
La belleza de esta imagen radica en su composición: cuatro partes diferenciadas una de otra. En la parte inferior está el pintoresco pueblo de Manlleu en Barcelona (España). La exposición de seis minutos convierte las luces de los coches en líneas. En la siguiente se perfila la Serra de Bellmunt, a los pies de Pirineos. A continuación, una tremenda tormenta eléctrica de la que emana una nube yunque de forma clásica. La larga exposición permitió captar numerosos relámpagos entrelazados. Por último, en la parte superior y más lejos en la distancia están las estrellas. Aquí, la larga exposición convirtió las estrellas en estelas. Este efecto está causado por la rotación de la Tierra, y la curvatura de las estelas indica su distancia desde el polo norte.
Caballo de Przewalski. Fotografía de Miguel Moliné
Durante mucho tiempo fueron considerados los únicos caballos salvajes del mundo, pero estudios genéticos han demostrado que los caballos de Przewalski son descendientes asilvestrados de los caballos pastoreados en Botai (Asia) y no verdaderos caballos salvajes.
El último avistamiento de un caballo de esta especie en libertad fue en 1969 en el desierto de Gobi y no se extinguió definitivamente gracias a los ejemplares en cautividad que vivían en varios zoos. Hoy en día, tras un programa de cría en cautividad, este bello animal vuele a galopar.
Os dejo un artículo de 2020 que no solo resume las vicisitudes de esta especie sino que además nos muestra la capacidad de la vida para abrirse paso incluso en condiciones extremas: El misterio de los caballos salvajes de Chernóbil.
José de Ribera (Xàtiva, Valencia, 16/11/1591 - Nápoles, Italia, 02/09/1652): San Sebastián curado por las santas mujeres, c. 1620-1623
José de Ribera (Xàtiva, Valencia, 16/11/1591 - Nápoles, Italia, 02/09/1652): San Sebastián curado por las santas mujeres, c. 1620-1623
Óleo sobre lienzo, 180,3 x 231,6 cm.
Museo de Bellas Artes de Bilbao (Bilbao, España)
El cuadro tiene una firma muy gastada en la que sólo resulta legible un resto del nombre, sin rastro de la fecha. Debió de sufrir alteraciones durante su estancia en Francia, pero la bibliografía fue repitiendo la transcripción «Jusepe de Ribera de Spagnolet F. 1631», con la deformación galicista del apodo «Spagnoletto». También la fecha estaba alterada, pues por su estilo se sitúa, a mi juicio, hacia 1620-1623.
Un punto fundamental para la comprensión del cuadro es su fecha, que ha de anticiparse en un decenio al año 1631, que se creía que constaba en la firma, pero que formaba parte de la manipulación que había sufrido ésta. Los datos de estilo encajan a mi juicio en un momento situado entre dos jalones temporales seguros: posterior al Calvario de Osuna (1618) y anterior al Sileno ebrio (1626) de Capodimonte (hoy diría que sin duda anterior también a la Virgen con el Niño entregando la Regla a San Bruno, de 1624), y más cerca de 1618 que de 1624. Una opinión más o menos compartida por Pérez Sánchez y por Spinosa, que han sugerido con interrogante que la fecha hoy inexistente que acompañaba a la firma sería 1621.
El San Sebastián curado por las santas mujeres articula una composición monumental con tres figuras (más el par de angelillos volantes que traen la corona y la palma del martirio) dispuestas sin superposiciones en el espacio. El cuerpo del santo semicolgado de un árbol al que está atado por una de las muñecas es un motivo compositivo que Ribera presenta aquí de forma magistral, y que ensayará incansablemente a lo largo de su obra en multitud de variantes, en pintura y, sobre todo, en dibujos. La anatomía perfecta del mártir traza una curva suave que atraviesa en diagonal casi todo el primer plano. Un manto azul cabrilleante con pliegues de cresta lineal muy quebrada se combina con el blanco del paño de pureza, en un hermoso motivo central de telas. La santa viuda Irene, inusitadamente joven y de gran belleza, está vista en la acción de extraer el ungüento con la «propiedad y gracia» que admiró Francisco de los Santos. Aunque genuflexo, su cuerpo cobra mucha altura y llega con la cabeza hasta el límite superior del cuadro; la gran masa rojo oscuro de su vestimenta queda bien aplomada mediante la vertical clara de las carnaciones de rostro y manos y del paño blanco que pende de su brazo. La acompañante o sirviente de Irene constituye el otro bloque, en perfil de cuarto de círculo, que cierra la composición por la izquierda con tonos sordos de pardo y verde, dejando bien destacadas las manos que extraen con delicada seguridad la saeta. (José Milicua)
Primer premio para Ben Thouard: momento en el que un surfista queda atrapado bajo una de las tristemente célebres olas Teahupo'o de Tahití, que se cuentan entre las más fuertes y peligrosas del mundo.
Segundo premio para Katherine Lu: un pulpo manta muestra sus bellos colores y texturas. «Me encontraba muy mal durante esta inmersión», comenta Lu. «Pasé mucho tiempo intentando compensar cerca de la superficie. Cuando mi guía me hizo señales frenéticas para que bajara, dudé un momento, pero me lancé. Por suerte, mis oídos se compensaron y ante mis ojos estaba este precioso pulpo manta. Nadamos a su lado y entonces, como por arte de magia, abrió su manta para mostrarse en todo su esplendor».
Tercer premio para Brook Peterson: Un cormorán y unos peces cebo forman un rostro humano. «Esta imagen se tomó bajo la plataforma petrolífera Ellen, frente a Los Ángeles (California)", explica el fotógrafo. Durante varias semanas hubo un gran banco de peces cebo bajo la plataforma y, como consecuencia, numerosos animales acudieron a alimentarse de ellos: leones marinos, bonitas y cormoranes». La imagen muestra a un cormorán cazando entre una gran bola de peces cebo.
Lava, llamas, escombros, máquinas... una espesa bruma envuelve el vídeo musical de Woodkid en una inquietante ambigüedad postapocalíptica. Dirigida por Saad Moosajee y producido por Reef Oldberg, la película «Reactor» tardó más de un año en montarse y combina coreografías en vivo de Unreal Engine grabadas con tecnología de captura de movimiento y animación de fotogramas clave.
En «Reactor» y en el álbum del que forma parte (S16), Woodkid exprime toda la brillantez artística que posee en un trabajo repleto de paisajes sonoros fascinantes, texturas escalofriantes y una bellísima parte orquestal que lleva el peso del disco.