Abay es un pueblo situado a 775 metros de altitud, en el centro de la «corona» de Abay, en una amplia explanada entre los ríos Aragón y Lubierre sembrada de campos de cereal. Pertenece a Jaca desde 1963, aunque desde 1834 fue un municipio independiente que incorporó Aseara (1845), Banaguás y Guasillo (1862), y Araguás del Solano y Caniás (1944). En 1495, el fogaje (censo) del Reino de Aragón daba a Abay 13 fuegos. Su población creció desde finales del siglo XVIII, alcanzó 173 habitantes (1857) y se fue reduciendo hasta llegar a 24 en 1991. En 2003 tenia 53.
Su existencia está atestiguada desde el año 1030. Se conocen nombres de «seniores» (Alón, Blasco Jimenez, García Blasco) que, durante el siglo XI, detentaron en tenencia el lugar, propiedad del rey de Aragón. El conde Sancho Galíndez, señor de Atarés tuvo propiedades en Abay, que donó a Santa María de Iguácel y al monasterio de San Juan de la Peña en sus testamentos de 1063 y 1080. En cuanto a la iglesia, existe un documento en el que consta que fue donada por Ramiro I a la catedral de Jaca, pero se trata de una falsificación del siglo XII realizada con el fin de legitimar los derechos del obispado de Jaca (a finales de dicho siglo Abay dependía del obispado de Huesca-Jaca). En 1830 el lugar consta todavía como de señorío eclesiástico.
La iglesia parroquial de San Andrés es un sobrio edificio de piedra que fue restaurado y recuperado para el culto en 1990. Del primitivo templo románico, de planta poco habitual (una nave con estancia adosada al sur), se conservan los dos ábsides y el arranque de la torre (su acceso es visible en el interior). La iglesia fue ampliada a tres naves en 1575. Entonces se labró la nueva portada clasicista y se recreció la torre (dejando oculto el ábside lateral románico). En el siglo XVIII se abovedaron las naves. La iglesia alberga un pequeño museo de arte sacro en el que se exponen la teca (relicario de consagración), cruz procesional (la más antigua de Aragón) y crismón de la iglesia románica, además de una talla de la Virgen con el Niño (siglo XIII), que puede proceder de la pardina de Arnasillo, y varias pinturas murales góticas de Huértalo).
Muy cerca se levanta la ermita de la Asunción. Fue edificada en 1781, quizá sobre otra románica, con las limosnas que, según tradición, recolectaba un ciego llamado Jerónimo Piedrafita, vecino de Abay. Conserva dos buenas pinturas de fray Manuel Bayeu, datables en 1792. Nada queda de las ermitas de Santa Columba, Arnasillo y santos Cosme y Damián (pardina de San Cos). Próximo a la población, en el antiguo camino de Jaca a Berdún, se alza un bello ejemplar de crucero de piedra.
En Abay sorprende la disposición diseminada de sus edificios sobre el llano. La arquitectura muestra los usos tradicionales de la zona: construcción en piedra, tejados de losas con chimeneas troncocónicas coronadas por espantabrujas, casas con patios, bodegas y leñeros, pajares y bordas en las eras. etc. Algunas son: Casa Juan Ramón. Roldana, Benita. Bernardo (siglo XVIII), Gabriel. Juan José, Angela, Fabián, Pedro, Pelao. Pablo y Sastre. Conserva las antiguas escuelas, edificio aledaño al ayuntamiento, recuperado como Casa Social, así como el horno de pan.