Alonso Berruguete: Cristo Ecce Homo

Alonso Berruguete (Paredes de Nava, 1489[ca] - Toledo, 1561): Cristo Ecce Homo, 1525 (ca).Alonso Berruguete (Paredes de Nava, 1489[ca] - Toledo, 1561): Cristo Ecce Homo, 1525 (ca).
Madera policromada, 146 x 94 x 37 cm.
Lugar de Procedencia Iglesia de San Juan, Olmedo (Valladolid)
Museo Nacional de Escultura, inventario CE0728


Entre las primeras obras que muestran las novedades de los planteamientos rupturistas de Alonso Berruguete, se encuentra el Ecce Homo que, procedente de Olmedo, se incorporó a las colecciones del Museo en 1968. Aunque la pieza había ido a parar a la iglesia parroquial de San Juan, su procedencia real, constatada en los inventarios desamortizadores, estaba en la llamada capilla de los Zuazo, en el monasterio jerónimo de la Mejorada, para el que Berruguete realizaba el retablo mayor.

La escultura, sobre una peana reutilizada del siglo XVIII, representa una de las devociones más generalizadas de la iconografía pasional, mostrando a Cristo en el instante en que el gobernador Pilatos lo presenta al pueblo para que éste ratifique la condena a muerte solicitada. El trance reviste por lo tanto un tremendo dramatismo y así se ha expresado con variadas soluciones artísticas a lo largo de la historia, que buscan ofrecer la expresión de la inocencia, de la injusticia de la sentencia y de la entrega sin condiciones en la figura solitaria y abandonada de Jesús.

Berruguete hace en la escultura su propia interpretación cargada de todo el simbolismo que requiere la escena, pero con un tratamiento francamente personal. La verticalidad de la figura hace patente su fragilidad en la delgadez de los miembros, pero también en la postura imposible en la que se dispone. El modo de cruzar las piernas produce una sensación real de inestabilidad, que solo compensa el engañoso modo de colocar el manto apoyado en el suelo, transformando la sutileza de la tela en el soporte de la anatomía. El efecto se acentúa con el cruce de los brazos que, en ocasiones se ha entendido erróneamente con intención de descansar sobre una columna, en una reiterada confusión con el capítulo de la Flagelación.

Lo afilado de los rasgos del rostro, las líneas del cabello y la corona de espinas formando parte de la configuración de la escultura agrupan los rasgos que sostienen la atribución al maestro sin atisbo de dudas, a falta de documentación que lo certifique. Del mismo modo la forma de tratar las extremidades o la particularidad del manto que, cubierto con una corla roja, intensifica el dramatismo del instante se suman al despliegue de recursos que maneja con indiscutible personalidad.
Las fuentes compositivas hay que buscarlas en ese lenguaje del renacimiento italiano en el que Berruguete se formó y así la profesora García Gainza vio su relación evidente con la estatuaria clásica de la que deriva. Es una línea en la que se puede seguir profundizando, para encontrar los orígenes de tan peculiar modo de entender una de las esculturas más características y propias, en la producción del artista.

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