Los que entienden de esas cosas afirman sin titubeos que las hadas sólo existen en las narraciones infantiles. Tal vez tengan razón, pero todos los aficionados al jazz saben que, de vez en cuando, las hadas han ido apareciendo allí donde menos se las esperaba y le han dado un vuelco a la historia (como mínimo a la historia de esta música).
Una de esas ocasiones mágicas, y también de las más comentadas ya que no sólo afectó al jazz sino que puso patas arriba a toda la música popular del momento (y, por supuesto, posterior), aconteció el 18 de marzo de 1963 en un estudio de grabación de la ciudad de Nueva York. Ese día el guitarrista y cantante brasileño Joáo Gilberto tenía que grabar un disco con el saxofonista norteamericano Stan Getz. La culpa del encuentro la tenía un ritmo caliente y sinuoso que, aunque acababa de nacer, estaba ya infectándolo todo: la bossa nova. Gilberto había sido uno de sus padres (junto a Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes, entre otros) y Getz lo había puesto de moda en Estados Unidos con un par de discos precedentes aupados hasta el número uno de las listas de popularidad y ventas.
Aquí llegan las hadas benéficas y comienza la leyenda. Una leyenda que, sea cierta o no lo sea, es siempre agradable de contar y simpática de creer. Astrud Gilberto en ese momento era la esposa de Joáo Gilberto, un ama de casa devotamente dedicada a su marido, y en función de esposa viajó hasta Nueva York. Por suerte para el mundo de la música, Astrud, en vez de dedicarse a recorrer las tiendas de la Gran Manzana o visitar sus interesantes museos, acompañó a su marido al estudio.
En un descanso, Getz oyó cómo la esposa del guitarrista tarareaba en inglés una de las canciones de Jobim preparadas para grabarse. El saxofonista quedó asombrado por su entonación y por la suavidad de su dicción inglesa, y propuso que Astrud grabara con ellos a modo de prueba un fragmento de una de las canciones. La canción escogida fue, casualmente, La chica de Ipanema. Joáo cantaba la estrofa inicial en portugués y después Astrud la cantaba en inglés antes del arrasador solo de saxo de Getz.
La prueba dejó a todo el mundo estupefacto, y el productor no dudó ni un segundo en dar la toma por buena y contratar a Astrud Gilberto de inmediato para que cantara en el resto del disco. Astrud puso su voz, siempre en inglés, a la mencionada Chica de Ipanema y a otro tema inmortal de Jobim: Corcovado. Había nacido una estrella.
Mikel Jurado
Corvocado:
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