August Sander

August Sander. Pharmacist, Linz, 1931

August Sander se propuso el inventario de lo humano. No vio preciso recorrer el mundo, sino una ciudad y sus alrededores. Tampoco pretendió el catálogo de todos los rostros: cada personaje representaba un colectivo. Pese a haber reducido tanto su proyecto, tuvo que reconocerlo imposible por infinito. A esta taxonomía inacabada le debemos imágenes memorables.

Tal tarea comenzó en Colonia hacia 1920. Se produjo entonces su conversión a la vanguardia. Fundaría una «nueva objetividad», definida por la ausencia de trucaje, la desnudez de lo real. Benjamín y Döblin le apoyaron.

Durante estos años críticos, Sander pasaría revista a su trabajo previo. Entre 1901 y 1909 tuvo un taller en Linz (Austria) donde fue el retratista de las clases altas. Alguno de aquellos negativos regresó al papel, esta vez sin manipulaciones, con mayor contraste. Las arrugas, antes ocultas, se revelaban. Entre esas imágenes rescatadas imaginamos la del imponente farmacéutico. Se prefigura en ella lo esencial de Sander. La pose es frontal. La carne se abre lo justo para que aparezcan los ojos. El tiempo de la anécdota queda fuera. El cuerpo toma posesión del suelo como una arquitectura. Toda la confianza del burgués intercepta el encuadre, pero bajo el traje sobrevive algo del bárbaro. Nos hallamos ante un individuo al tiempo que ante un arquetipo. No es la mirada robada sino compartida, espacio para el acuerdo entre el retratado, el fotógrafo y nosotros que, oscuramente, aparecemos ya prefigurados.

Por Alejandro Ratia. 2002.

Créditos fotografía: Pharmacist, Linz, 1931. Gelatino bromuro de plata. 24,4 x 18,2 cm. Copia 41/400 realizada en 1980 por Gunther Sander. Colección Gabriel Cualladó - IVAM.

Fuente: Catálogo de la exposición «Mirar al mundo otra vez». Galería Spectrum Sotos, 25 años de fotografía.

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