CAC y estatuto

Colaboraciones: Wifredo Espina. Periodista, ex director del Centre d’Investigació de la Comunicació, Generalitat de Catalunya, y ex subdirectoir y comentarista político de El Correo Catalán.

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Contra la libertad de expresión, otra vez

Con el alarmado, y alarmante, título de "La amenaza del CAC contra la libertad convertida en una inadmisible realidad", el excelente y prestigioso periodista Ramón Pedrós (hombre de confianza que fué de Jordi Pujol) viene a darme, en buena parte, la razón a la alerta que hice, desde varias publicaciones catalanas y españolas, sobre los peligros para los medios de comunicación del espíritu del Gobierno tripartito catalán, ahora corroborados por la Ley del Audiovisual al amparo ya de lo previsto en el futuro Estatut.

Denuncié el intervencionismo en los contenidos de los medios que, en nombre de la veracidad, establecía el proyecto de Estatut. A raíz de las reacciones levantadas, se suavizó el texto. Pero, como se ha repetido tantas veces, sin que acabe de hacerse llegar a los ciudadanos, el intervencionismo en todos los campos de la vida cívica inspira todo el Estatut. No, no es un Estatut de todos los catalanes, es un Estatut partidista. Lo ha aclarado bien Zapatero en su inicio de campaña para el referéndum en Cataluña, al advertir a ERC que es un Estatut de izquierdas, por lo que ese partido no podía votar "no".

Un Estatuto de partido – de derechas o de izquierdas, da igual- ¿se imaginan qué barbaridad? ¡Cuando un estatuto de autonomía -como una Constitución-, cualquiera que sea, debe ser el campo de juego y las normas que permitan que todas las tendencias políticas puedan intervenir y jugar en igualdad de condiciones! Tiene razón, conseller señor Carretero –aunque usted lo diga en otro sentido- que estamos ante "un inmenso desastre" al menos para la libertad de expresión, para los medios de comunicación.

Y el espíritu de este Estatut da cobertura a lo que Pedrós llama “la inadmisible serie de medidas que quiere imponer el Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC) por controlar la información relacionada con el referéndum sobre el Estatut”, yañade que “da la razón a los detractores de este organismo, que vieron en su puesta en marcha una grave amenaza en potencia contra la libertad de expresión en Cataluña. Los temores se han hecho realidad”. Y sigue Pedros, en El Debat, que “dejar un organismo regulador de los contenidos audiovisuales en manos de los políticos, supone literalmente admitir la censura y no haber entendido nada del papel que juegan los medios en la democracia. Y háganme el favor de dejar de comparar estas barbaridades con el papel de organismos existentes en otros países con funciones que no tienen nada a ver con esta intromisión”.

Y pone un ejemplo de estos días: “El mitin socialista de sábado en Cornellá demostró que Zapatero y el PSOE quieren explotar a fondo el Estatut, así como la paz en Euskadi, por volver a distanciarse del PP de Mariano Rajoy en la segunda mitad de la legislatura. Es lógico que sea así. Tienen todo el derecho a hacerlo. Pero las fuerzas que quieran capitalizar el éxito del Estatuto, necesitan naturalmente un buen resultado en el referéndum. Y aunque previsiblemente se le vaya a dar el “sí’ en la consulta, no se olvide que, de los cinco partidos catalanes, hay dos que, por el momento, no propugnan esta opción.

Lo que le lleva a concluir que “esto explica la irrupción del CAC con la imposición de una normativa ad hoc por tal que las televisiones y radios públicas eviten la polémica y den prioridad a los contenidos propagandísticos sobre el Estatut. No se puedan dar a conocer las posiciones de cada partido, sino que el CAC exige prioridad informativa por el contenido de la norma, por tal de limitar las oportunidades de explicación de ERC y del PP, y escampar sin polémica la difusión del texto. Es decir, se suprime aquello que hasta ahora se imponía -los ‘bloques electorales’-, porque ahora no conviene dar voz a los partidos sino divulgar las glorias del Estatut”.

Pedrós denuncia, implacable y sin matización quizás conveniente, que “la estrategia sería digna de la propaganda de un régimen totalitario. Esta clase de funciones y normativas que coartan la libertad no son propias de la democracia. Y lo peor es que el CAC justifica esta fiscalización informativa apelando al hecho de que el referéndum es “una cuestión de gran trascendencia y muy delicada”, y que requiere “modular los criterios habituales”. Y, además, se muestra convencido de que esta normativa pretende “asegurar la libertad de información y de opinión” y garantizar una información “plural y veraz” sobre el Estatuto.” ¿Por qué no dejan hablar a los periodistas sobre el que es y no es información “plural” y “libertad de opinión”? Una intoxicación y un intento de control informativo como este no lo había visto desde mis tiempos de corresponsal en la antigua Unión Soviética.

Lo digo con pena, porque creía, y aún quiero creer, en la posibilidad de una función ordenadora saludable del tráfico comunicativo –¡no de los contenidos!- del Consell de l’Audiovisual de Catalunya, como en su día propugnaba su primer presidente Luís de Carreras, que se negó siempre a una actividad censora, criterio que compartió luego su sucesor Francesc Codina. Con ambos colaboré y hablamos de todo esto, advirtiéndoles siempre, sin embargo, que el origen político de sus miembros directivos podía enturbiar o malograr todas las buenas intenciones personales. El CAC no puede convertirse –como quieren algunos políticos- en censores de la libertad de expresión. Por esto llamé a arrebato cuando el proyecto de Estatut proponía una intervención directa en los contenidos de los medios de comunicación. Y se levantaron voces –desgraciadamente pocas, ¿por qué?-pidiendo un cambio de rumbo. Demasiado silencio aún. ¿Silencio del miedo, culpable, cómplice? ¿Y los Colegios de Periodistas, las Asociaciones de la Prensa de todo el país, los síndics de greuges, los defensores del pueblo, los defensores de los lectores y radiotelevidentes, y las Facultades de Periodismo o de Comunicación? Cabría preguntar una y mil veces porqué este silencio si es que no supiéramos ya a qué se debe. ¿Como los periodistas podrán votar “sí” al Estatut?

Por Wifredo Espina.

3 comentarios


  1. Pues la verdad, Sr. Espina, para muchas ciudadanos que no residimos en Cataluña sería interesante saber su opinión sobre el porqué de ese silencio. Tal vez no todo el mundo sepa ya a qué se debe. Tal vez, además haya más de una interpretación a él. Tal vez sean más contradictorias de lo que usted refleja.

    Por otro lado, me pregunto (si es cierto el reportaje que pude leer en el diario El Pais "Las encuestas secretas de Pujol") si el

    "excelente y prestigioso periodista Ramón Pedrós (hombre de confianza que fué de Jordi Pujol)"

    es o no un experto

    "sobre los peligros para los medios de comunicación del espíritu del Gobierno"

    en el poder. Conste que no afirmo nada, sino que me hago la pregunta, porque aquí se explica poco sobre estos temas.
    No le intento quitar la razón, Sr. Espina. Al contrario, pero si

    "Una intoxicación y un intento de control informativo como este no lo había visto desde mis tiempos de corresponsal en la antigua Unión Soviética"

    tal vez alguien le debería haber contado lo que se hacía (y hace) en este país durante los últimos ??? años. Comparto pues su denuncia, pero no me parece que se haya empeorado con relación a lo que hemos tenido que padecer hasta hoy.

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  2. Entiendo y comparto la inquietud del Sr. Espina, pero el control de los medios de comunicación públicos por parte del poder político no es nuevo sino que lo llevamos viendo muchos años. Quede claro que no renuncio a la "utopía" de una total independencia de los medios de comunicación públicos con respecto a los gobierno de turno, pero creo que es evidente que quien ha venido estando en disposición de tomar medidas en ese sentido no ha tenido jamás la menor intención de hacerlo; por lo que cabe asumir que los políticos no van a renunciar fácil ni presumiblemente al arma que están habituados a ver en la tele o la radio públicas. Asumida la "disfunción" (llamémosla así) tal vez sea todo el problema más una cuestión de formas que de contenido y por lo demás, nada parece indicar que los catalanes no quieran el estatuto tal y como se lo van sirviendo sus políticos, (esto explicaría el silencio al que hace referencia) con lo cual resulta que tal vez no tengamos los demás mucho que decir al margen del desagrado, la desconfianza o la inquietud que el texto nos inspire en lo personal.

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