Despedida al Papa

Cuesta creer que la peregrinación de cientos de miles de personas a Roma para despedir a Juan Pablo II se deba exclusivamente a factores mediáticos. Hasta el propio Fidel Castro, dictador en un país que se declaraba oficialmente ateo hasta hace no muchos años -ahora es un Estado laico- le ha rendido honores. Tantas muestras de cariño y respeto sólo pueden nacer de una premisa, a saber, el mensaje de Juan Pablo II no sólo llegó hasta los más recónditos lugares de la Tierra, sino que además cuajó en muchos espíritus. Este mensaje, muy avanzado en cuestiones sociales y muy conservador en las morales, presenta contradicciones si lo analizamos desde un punto de vista laico pero concuerda perfectamente con el mensaje secular de la Iglesia. Juan Pablo II eligió dos caminos, contrapuestos uno al otro, y por ambos anduvo hasta su muerte. Ariel Dorfman refleja esta contradicción: Y ahí estaban yuxtapuestos, en aquellos mínimos cinco minutos, los dos lados de un único Papa, la paradoja central de su existencia.

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