Diego Velázquez: Felipe IV

Diego Velázquez (1599-1660): Felipe IV, 1623-1627Diego Velázquez (1599-1660): Felipe IV, 1623-1627.
Oleo sobre lienzo, 198 x 101,5 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado, P-1182


Felipe IV (1605-1665) subió al trono en 1621, con dieciséis años y escasa preparación para asumir el gobierno del país más poderoso del momento, pero que iniciaba entonces su decadencia. Por el contrario, había recibido una refinada educación artística que le hizo desarrollar una sensibilidad especial para la música, el teatro y la pintura, intereses a los que dedicó buena parte de su vida, delegando durante veintiún años las ocupaciones del Estado en el conde-duque de Olivares (1587-1645).

Al poco de iniciar el reinado, se asentó en la corte Velázquez, de edad muy próxima al monarca y quien construiría a lo largo de casi cuarenta años la imagen del rey. En los primeros años de la carrera del sevillano el retrato cortesano creado bajo el reinado de Felipe II mantenía una vigencia extraordinaria, revitalizada ahora por el nuevo monarca, que veía en la figura de su abuelo un referente personal y un estímulo para su reinado.

En este ejemplar del Prado, Velázquez realizó el primer retrato de cuerpo entero de Felipe IV, una obra elaborada a través de una paleta cromática muy reducida, en pardos y grises, una pincelada apretada y concisa, y en la que se recuperaba la imagen de Felipe II de sus años de madurez. Felipe IV aparece de pie, vestido de negro, próximo a un bufete y sosteniendo un papel en la mano mientras que la otra se aferra a la espada, tres elementos que el espectador de la época identificaba de inmediato con las tres tareas características del soberano: la justicia, la administración y la defensa del reino. Para hacer alusión a su alta dignidad, el monarca sólo necesita mostrarse, impasible y severo, con el Toisón de Oro como único atributo dinástico. El cuello liso que luce el monarca, fruto de la pragmática impuesta por él mismo en 1623, fecha en parte la obra, retocada después para corregir la posición de las piernas, el sombrero de copa que descansa sobre la mesa o el vuelo de la capa, cambios que pueden apreciarse a simple vista.

La prueba radiográfica también ha puesto en evidencia las variaciones efectuadas en las manos y en el rostro, en este último caso para suavizar las facciones del monarca. Se piensa que estas modificaciones se hicieron unos cuatro años después, tras realizarse varias versiones y copias del trabajo llevado a cabo en 1623 (entre otras, las de Nueva York, Metropolitan Museum of Art y Boston, Museum of Fine Arts). No está claro el motivo de estos cambios, aunque sí su resultado: una mayor elegancia en la posición de las piernas y una figura más grácil y esbelta, situada en una posición sesgada que cambiaba tanto su relación espacial como su proximidad a la mesa.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.

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