Todos los músicos de jazz deberían reunirse algún día para arrodillarse y dar las gracias a Duke Ellington.
Miles Davis, músico de jazz.
Existe tanta diferencia entre Duke Ellington y todos los otros músicos de jazz, sin excepción, que me pregunto ¿por qué se habla de los otros?
Boris Vian, novelista, poeta, cantante, músico de jazz y crítico musical.
Para mí, siempre estará en el panteón de los grandes compositores junto a Bach, Beethoven o Schoenberg.
Gunther Schuller, músico de jazz y compositor contemporáneo.
Count Basie fue la Escuela, pero Duke Ellington fue la Universidad.
Clark Terry, músico de jazz.
Duke Ellington es para el jazz escrito y orquestado lo mismo que Louis Armstrong fue para la improvisación jazzística. Ellington fue el primero que dio muestras de poder llevar esta música desde su fase intuitiva inicial hasta una nueva fase marcada por la formación musical ortodoxa y, en el mejor sentido de la palabra, la sofisticación.
Leonard Feather, escritor y crítico musical.
Más que cualquier otro músico de jazz, Duke Ellington creó un universo sonoro absolutamente sorprendente.
André Francis, escritor y crítico musical.
Cualquier otro director de orquesta puede estar dirigiendo de forma dramática docenas de violines e instrumentos de viento y, cuando marca el ritmo, cualquier arreglista de estudio ya te puede decir de dónde viene cada cosa. Pero Duke Ellington simplemente mueve un dedo, tres trompetas hacen un sonido y nadie es capaz de reconocer de dónde viene.
André Previn, pianista, director de orquesta y compositor.
Duke Ellington es la quintaesencia del compositor americano.
Albert Murray, crítico y novelista.
Pocas veces en el mundo del arte un nombre ha suscitado tal unanimidad. Cientos, tal vez miles, de frases como las anteriores se pueden recopilar en la abultada literatura musical de los últimos 75 años. Cientos, miles, a las que Duke Ellington siempre contrapuso la más modesta de las visiones: "Vivo con la música. No soy un profesor, soy sólo un director de orquesta y un compositor. (...) La música es lo que suelo escuchar y algo de lo que más o menos vivo. No es una ocupación o una profesión, es una compulsión".
Hacia el final de su vida tituló sus memorias La música es mi dueña, una auténtica declaración de intenciones. Y ¿cuál era esa música que se había adueñado de su alma, de su espíritu, como si de una posesión benéfica se tratara? La primera intuición sería responder: el jazz, el estilo musical en el que siempre se le ha ubicado y del que sigue siendo uno de sus iconos incontestables.
Posiblemente para cualquier oyente ésa sería la respuesta idónea, pero el propio Ellington veía las cosas de forma un tanto diferente y la palabra jazz carecía de significado para él. Ellington prefería hablar de música, en singular. O, mejor dicho, en un discreto plural ya que, según su afirmación, "sólo existen dos tipos de música: la buena y la mala". Esa frase que se atribuye repetidamente a Duke Ellington también se ha puesto a menudo en boca de otros grandes de la música del siglo pasado, como Ígor Stravinski, una coincidencia de criterios que no debe ser casual y que debería hacernos pensar en el exceso de compartimentaciones o etiquetados en que se está cada vez más sumiendo esta disciplina artística.
Mikel Jurado
Prelude to a Kiss:
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