Ecohidrología mediterránea

Ecohidrología y sistemas fluviales mediterráneos: los sistemas fluviales mediterráneos se caracterizan por sufrir una fuerte presión antrópica y un régimen fluvial variable. Su restauración y conservación necesita no sólo garantizar un caudal mínimo, sino también mantener su variabilidad natural.


Ecotropía (Barcelona). Actualmente, cuando la propuesta de realización de estudios intradisciplinares es una obligación en el ámbito del medioambiente, el estudio de los ecosistemas en zonas fluviales y en los humedales otorga una especial importancia al conocimiento de los factores biológicos, hidrológicos e hidroquímicos para definir las dinámicas que los rigen y avanzar en la recuperación y restauración hasta un estado ecológico adecuado.
Es bien conocido que el estado ecológico de los ríos es deficiente en la mayor parte del litoral mediterráneo. Las razones que han motivado esta situación son diversas. La ocupación antrópica de las áreas aluviales es muy intensa y ha dado lugar a la transformación de zonas naturales en espacios urbanizados. En el medio físico, esto ha conllevado el deterioro del propio ámbito natural y la explotación de los recursos geológicos e hidrológicos de la llanura de inundación. Por una parte, las extracciones de áridos han dado lugar a una severa modificación de la morfología de los cauces y de las zonas adyacentes y una alteración de la dinámica hidrológica, principalmente de la recarga local y de las relaciones de flujo entre el acuífero y el río. Por otro, la captación de agua, tanto superficial como subterránea, ha reducido el nivel freático y, con ello, la disponibilidad de agua en ríos y humedales para el buen funcionamiento de los hábitats.

Los impactos en el medio natural son evidentes: la reducción de su riqueza ecológica, y de su diversidad biológica y, además, un efecto negativo en la conectividad entre distintas zonas, dado el carácter de corredor biológico de las zonas fluviales.

En este sentido, la ecohidrología se presenta como un espacio en el que se integran el estudio de las variables hidrológicas y ecológicas para la mejora de la predicción de los procesos que las afectan, como base para un desarrollo sostenible (Zalewsky, 1997)1. Bajo esta denominación se otorga una especial importancia a la dinámica de la zona hiporreica; es decir, al espacio situado a lo largo del cauce y debajo de él, en el que la dinámica hidrológica define los aportes de agua, sedimentos y nutrientes a los hábitats de superficie (Sophocleos, 2002) 2.

La dinámica hidrológica en la zona hiporreica es compleja dado que depende de la combinación de los procesos que definen el flujo de agua subterránea y el caudal superficial del cauce. En este sistema continuo, constituido por la relación entre el río y el acuífero, adquieren especial importancia los flujos ascendentes procedentes del acuífero y que constituyen la principal recarga del río en época de escasa precipitación, conocido también como caudal de base. Además, definen las complejas reacciones biogeoquímicas que controlan los procesos microbianos en los cauces, los cuales constituyen una fracción de la biodiversidad funcional de estos ámbitos.

Reestablecer un régimen de flujo natural adecuado es la clave para la conservación y restauración de ámbitos fluviales. La cuestión, como describe la ecohidrología, es mucho más amplia que devolver el caudal observable en superficie y tiene profundas implicaciones ecológicas (Poff et al., 1997)3. En este sentido, el enfoque de «garantizar» un caudal mínimo (denominado ecológico o de mantenimiento) y una calidad hidroquímica adecuada es necesario, pero no suficiente para alcanzar un completo desarrollo de los hábitats: debe respetarse la variabilidad natural de los ríos como elemento crítico en el desarrollo de la biodiversidad local y de su integridad ecológica.

Concretamente, la variabilidad natural del caudal es el resultado de los procesos hidrológicos en los cauces, en el suelo y en los acuíferos, dentro de un mosaico climático, geológico, topográfico y botánico que puede variar en una misma cuenca hidrográfica. Todo ello, en conjunto y bajo condiciones inalteradas, determina un estado ecológico adecuado. ¿En qué modo las alteraciones antrópicas deterioran este estado? Es evidente que la evaluación apropiada de las influencias humanas y de la corrección de las mismas es fundamental para recuperar la dinámica natural necesaria para el mantenimiento de los ecosistemas.

Como se ha mencionado anteriormente, estas alteraciones atentan contra la morfología de la llanura aluvial y del cauce, el transporte de sedimento y el balance hidrológico entre aguas superficiales y subterráneas. Por un lado, existe una explotación de ambos recursos (sedimentos y agua) que ha modificado las dinámicas naturales. Por otro, las políticas de restauración han desarrollado frecuentemente soluciones únicas y uniformes a lo largo de los cauces, destruyendo así la variabilidad de hábitats necesaria para el desarrollo completo de los ecosistemas.

Las alteraciones antrópicas al flujo natural de los ríos son diversas. Es ampliamente reconocida la influencia de las presas en la regulación del caudal y en la captura de sedimento y su repercusión en la dinámica erosiva aguas abajo. Otras alteraciones también favorecen los procesos de erosión-sedimentación, y con ello el balance de sedimentos y nutrientes. Por ejemplo, la diversificación de flujos superficiales da lugar a una mayor deposición de partículas finas, o la progresiva urbanización incrementa la magnitud y frecuencia de los caudales elevados y con ello la erosión de riberas y el ensanchamiento de cauces. Asimismo, la extracción de aguas subterráneas y el consecuente descenso del nivel freático pueden favorecer la pérdida de vegetación a lo largo de los cauces, y con ello favorecer la erosión en sus márgenes.

Todas estas reacciones hidrológicas repercuten en las funciones ecológicas que tienen lugar a lo largo de ríos o en humedales. La respuesta de los ecosistemas a las alteraciones citadas es múltiple y diversa. Por ejemplo, la pérdida de las especies más sensibles debido a un incremento de variación natural de la magnitud y frecuencia de los caudales; la alteración de comunidades o la ineficiencia de la dispersión de semillas relacionadas con la estabilización artificial del flujo; o la amenaza de desertización, pérdida de diversidad y condiciones de estrés que resultan de prolongados periodos de caudales mínimos.

Desde una perspectiva de gestión, enteramente aplicable a los ríos de la vertiente mediterránea con una alta variabilidad natural, es posible identificar la historia de estas alteraciones antrópicas y de sus consecuencias, y expresarlas cartográficamente. La cuestión es si la elevada ocupación de las llanuras aluviales, cuando no de las zonas de inundación o de los propios cauces, deja suficiente espacio para devolver al río su dinámica natural con la variabilidad que le caracteriza y, todo ello, sin aumentar el riesgo de pérdidas materiales o humanas en condiciones hidrológicas extremas. Y, finalmente, plantear hasta qué límite puede redefinirse la demanda de recursos hidrológicos, en clave de sostenibilidad, para que este régimen natural de caudales pueda recuperarse. En este sentido, aspectos como la ordenación del territorio o la gestión de los recursos hídricos, de marcada clave política, se suman a la correcta evaluación ecohidrológica de las zonas fluviales y humedales.

Josep Mas Pla es profesor titular de la unidad de Geodinámica Externa y Hidrogeología en el departamento de Geología de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Referencias
1. Zalewski M., Janauer G. A. y Jolankaj G.: «Ecohydrology: A New Paradigm for the Sustainable Use of Aquatic Resources », Technical Documents in Hydrology 1997; 7, UNESCO, Paris.
2. Sophocleos, M.: «Interactions between groundwater and surface water: the state of the science», Hydrogeology Journal 2002; 10:52-67.
3. Poff, N.L. et al.: «The natural flow regime», BioScience 1997, 47 (11): 769-784.

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